Hay centenares de manos estampadas en las paredes. Y centenares de manos en negativo, estarcidas. Es la fascinante cueva de las Manos, una extensa gruta basáltica en el valle del río Ecker o Charkamak (que en idioma tehuelche aónikenk significa “río Pinturas”), en la provincia patagónica de Santa Cruz. La cueva y todo el cañón del Ecker son pleistocénicos, resultado de la erosión glaciar; las pinturas tienen entre 9.000 y 10.000 años de antigüedad. Los estarcidos de esta cueva son los más antiguos de los que se tiene noticia. Hay más manos en otras cuevas patagónicas y todo tipo de pinturas rupestres en docenas de cuevas europeas que tienen 20.000 años de antigüedad y hasta 30.000. Son las primeras artes gráficas conocidas. Desde entonces, los humanos se han esforzado en dejar constancia gráfica permanente de lo que veían y, estilizando los dibujos, en crear formas de escritura para transferir lenguaje y pensamiento abstracto. Hasta poder escribir e imprimir reflexiones como la presente.
La gracia es que la escritura y la impresión han pasado de mero instrumento representativo a herramienta básica de pensamiento. Sin escribir, apenas podríamos pensar, puesto que no podríamos fijar el conocimiento ni atribuir inequívocamente significado a los significantes. Existe una evolución conjunta de los sistemas de escritura y del universo cognitivo. Se puede pensar sin escribir, naturalmente (caso de las culturas agráficas), pero no se puede construir conocimiento amplio y transmisible sin escritura. Y, por extensión, sin artes gráficas. En 1452 Johannes Gutenberg introdujo en la imprenta los tipos móviles metálicos (letras sueltas componibles) y revolucionó la cultura occidental (en Corea se usaban tipos móviles de madera desde casi un siglo antes). Estampar una mano en una cueva es fácil, pero casi intrascendente; imprimir en un papel una letra de una palabra que después puede formar parte de otra palabra igualmente impresa fue revolucionario.
De las prensas de Gutenberg, que estampaban bloques planos uno a uno y monocromáticamente, a las modernas rotativas, que imprimen a gran velocidad y en cuatro colores sobre bobinas de papel continuo, ha habido un largo recorrido tecnológico. El trabajo del cajista que componía los textos a mano y letra por letra fue sustituido por el del linotipista, que escribía en un teclado mientras su máquina infernal, sobre la marcha, fundía en plomo líneas completas y justificadas. Pero aquellas trepidantes linotipias que yo todavía he conocido son ya historia, desplazadas por los sistemas de fotocomposición primero y después por los métodos informatizados que componen y paginan en pantalla seleccionando fuentes, cambiando cuerpos, moviendo textos e incrustando imágenes como si nada.
«La escriptura y la impresión han pasado de mero instrumento representativo a herramienta básica de pensamiento»
De todos los sistemas de impresión (calcografía, litografía, rotografía, flexografía, etc.), el offset ha sido el más exitoso a la hora de producir al por mayor libros y revistas multicolor. Es una evolución del sistema litográfico inventado en 1798 por el dramaturgo austroalemán Alois Senefelder, que grababa sus textos o dibujos sobre piedra calcárea tratada para repeler el agua e imprimía con tintas grasas. Debemos el offset al impresor inglés Robert Barclay, que en 1875 sustituyó la losa plana por un cilindro metálico grabado y por un cilindro de cartón interpuesto que recibía la grabación y la transfería al papel, invento que perfeccionó el también impresor norteamericano Ira Washington Rubel, que en 1904 sustituyó el cilindro de cartón por uno de caucho. La perfección y la rapidez habían llegado.
La impresión digital directa y todavía más la «impresión virtual», ligada al desarrollo de internet, han superado por elevación los sistemas anteriores. Pero la línea iniciada por Gutenberg continúa siendo el pilar histórico y fundamental de la cultura occidental. Muy injustamente, de Senefelder, Barclay y Rubel apenas se habla, a pesar de ser los padres de las artes gráficas modernas. Cuánto camino desde la cueva de las Manos…