Gene Tierney y la importancia de las vacunas

Gene Tierney

Quizás el nombre de Gene Tierney ya no resulte familiar para mucha gente, pero seguro que su rostro sí. Fue una de las grandes actrices del cine clásico. Brilló en films como Laura, dirigida por Otto Preminger; Que el cielo la juzgue, dirigida por John M. Stahl y por el cual fue nominada al Oscar; la deliciosa comedia de Joseph Leo Mankiewicz El fantasma y la señora Muir o La ruta del tabaco de John Ford. Se puede decir que trabajó con casi todos los grandes directores de la edad dorada de Hollywood. El todopoderoso productor Darryl F. Zanuck dijo de ella que era la mujer más bella de la historia del cine. Su vida personal, sin embargo, fue muy complicada, por una circunstancia muy concreta que guarda un angustiante parecido con hechos de estos tiempos tan extraños que estamos viviendo.

Cuando Gene Tierney estaba embarazada de su primera hija contrajo la rubeola. Esta enfermedad tiene consecuencias nefastas en el feto. La niña nació prematura, sorda, ciega y con severos daños neurológicos. Gene nunca pudo superar ver el sufrimiento de su hija y esto le ocasionó problemas psicológicos a lo largo de su vida. Una tarde, mientras estaba con unos amigos, se le acercó una fan para decirle cuánto la quería. La admiraba tanto que había ido a verla a un acto de recaudación de fondos para el ejército combatiente en la Segunda Guerra Mundial, y le había dado un beso en la mejilla. De hecho, para remarcarle su admiración, le dijo que aquel día estaba en la cama convaleciente de rubeola, pero a pesar de la fiebre había ido a saludarla. La fecha coincidía con su embarazo, y así fue como Gene Tierney se enteró del origen de la infección que había tenido unas consecuencias tan nefastas en su vida. Esto supuso un golpe muy duro. Su fama y popularidad, indirectamente, habían causado la tragedia y nunca se lo pudo perdonar. Bien, eso y una persona con poco sentido común.

La historia llegó a oídos de la escritora Agatha Christie, que la empleó como argumento para su novela de 1961 El espejo roto. En 1980 se hizo una adaptación cinematográfica dirigida por Guy Hamilton donde Elizabeth Taylor interpreta a la actriz Marina Gray, transunto de Gene Tierney, y donde Angela Lansbury interpreta a una resolutiva Miss Marple. Creo que ya os imaginaréis cómo acaba la historia y quién es la responsable de que una mujer aparezca envenenada.

«Ahora que por fin tenemos la vacuna contra la COVID-19, hay gente que se dedica a distribuir falsas noticias al respecto»

Valga esta historia como ejemplo de que la falta de responsabilidad individual puede afectar, no a la persona que la comete, sino a los que la rodean. Durante el confinamiento vimos cómo muchos se lo saltaban y, una vez levantado, mucha gente se tomó las restricciones a broma. Por ejemplo, una fiesta que no cumplía ninguna norma en un colegio mayor nos supuso parar la actividad dos semanas. Después de cualquier periodo festivo, ha habido una subida de contagios de COVID-19 por no respetar las más elementales medidas de precaución. Ahora que por fin tenemos la vacuna, uno de los mayores éxitos de la ciencia de los últimos años, hay gente que se dedica a distribuir falsas noticias al respecto, o a decir que no se vacunará. También tenemos irresponsables que dicen que como no son grupo de riesgo no tienen que vacunarse, cuando el problema es que su irresponsabilidad puede afectar a gente que sí que es vulnerable, además de a ellos mismos.

A priori no se puede prever si una infección por COVID-19 será asintomática o severa, y tenemos muchos casos de gente joven y sana que ha sufrido consecuencias graves o incluso la muerte. Por lo tanto, en la película de esta pandemia podemos tener el papel de héroe, vacunándonos y evitando los contagios, o el de malo, actuando irresponsablemente y poniendo en peligro nuestra vida o la de aquellos que nos rodean. La ciencia hace la vacuna y establece las normas para no contagiarse. La responsabilidad de cumplirlas recae en cada cual.

© Mètode 2021 - 109. El secuestro de la voluntad - Volumen 2 (2021)
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Catedrático de Biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia e investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (CSIC-UPV).