Titanic y la evidencia científica

A pesar de lo que diga la filosofía postmodernista, la realidad objetiva y medible existe. Las cosas son como son, y no como a nosotros nos gustaría que fueran. Siempre que se ha querido anteponer  una ideología o una religión a la ciencia las consecuencias han sido nefastas. Un buen ejemplo nos lo da el celebérrimo final de la película Titanic (1997) de James Cameron.

Recordemos: Titanic trata de ser la reconstrucción más fidedigna de lo que fue la travesía inaugural (y final) en 1912 del famoso barco, empleando como hilo narrativo a dos personajes imaginarios. En su senectud, la que había sido la rica heredera Rose recuerda su historia. Durante el viaje conoció al joven y atractivo pasajero de tercera clase Jack y se enamoró de él. La apasionada historia tiene un final dramático puesto que los dos caen al mar y encuentran un tablón de madera que hace de salvavidas, pero solo hay lugar para una persona. Jack pide a Rose que se salve, mientras que él muere congelado en las aguas del Atlántico norte. A todos se nos quedó en la retina la triste historia, y en el cerebro, la empalagosa canción de Celine Dion que hemos escuchado a partir de entonces en cualquier festival escolar si hay una flauta dulce cerca. Una vez superas el choque inicial y vuelves a verla (en Navidad es casi imposible no encontrársela en alguna cadena) empiezan las dudas. ¿Por qué Rose no le hace sitio en la improvisada balsa? Aparentemente, hay lugar para los dos, pero Rose no le dice que suba y Jack acaba muriendo.

«¿Por qué Rose no le hace sitio a Jack en la improvisada balsa? Existen unas cuantas teorías que explican este hecho»

Existen unas cuantas teorías que explican este hecho. La primera y más obvia. Rose es muy mala persona y al final, como ella va en primera clase y Jack en tercera, pues así es la vida, aunque sea entre palabras dulzonas. La otra teoría más atrevida la popularizó el usuario Luis_HMG en un hilo de Twitter. En realidad, Jack no existe y no es más que una fantasía de la mente senil de Rose. Para hacer esta afirmación, se basa en que la película cuida mucho los detalles históricos, pero hay algunos anacronismos, y todos tienen que ver con Jack. En concreto, en sus diálogos habla de subir a la montaña rusa del muelle de Santa Mónica (construida en 1916), pescar en hielo en el lago Wissota (lago artificial creado en 1917), la mochila que lleva es del modelo militar reglamentario de Suecia (de 1939) y el peinado no se popularizó hasta la década de los treinta. La imagen icónica del film, con Kate Winslet y Leonardo DiCaprio abrazados sobre la proa del barco, está desprovista de fundamentos históricos. La proa de la nave estaba cubierta. Según esta hipótesis, Titanic jugaría con la percepción de un personaje que verdaderamente no está. El propio James Cameron no fue de gran ayuda. Cuando le preguntaron por qué Rose no le deja sitio a Jack en la madera, dijo: «Jack tenía que morir porque así lo decía el guion» y dejó abierto el debate.

Pero, ¿y si la ciencia pudiera explicar la escena y exonerar a Rose? Aquí tenemos que invocar el principio de Arquímedes. En algunos programas de televisión han tratado de reproducir las condiciones de la balsa, teniendo en cuenta los materiales, el tamaño, la salinidad y temperatura del mar. Es cierto que los dos caben en ella… pero, si sumamos el peso de Jack y el de Rose, el tablón no hubiera aguantado y se hubieran congelado los dos. Por tanto, el sacrificio de Jack era necesario. Sin embargo, había una alternativa, y es que hubieran puesto los chalecos salvavidas debajo de la balsa para aumentar la flotabilidad. En ese caso, probablemente la improvisada embarcación hubiera aguantado, pero… en la escena se ve claramente que solo tienen uno, el que lleva Rose, lo que confirma la afirmación de James Cameron. Jack tenía que morir y no tenía forma de salvarse. Por tanto, la realidad objetiva existe y la ciencia es la mejor forma de explicar la realidad, o incluso, la ficción.

© Mètode 2021 - 111. Transhumanismo - Volumen 4 (2021)
Catedrático de Biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia e investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (CSIC-UPV).