Dominio y poder: científicos en El Escorial

Felipe II se había instruido en el humanismo, era lector de Erasmo y aficionado a los libros de magia y ocultismo. Tenía debilidad por la arquitectura y la geometría, conocía las obras de Durero y Vitrubio, y Pico della Mirandola. En su biblioteca se encontraba De Revolutionibus de Copérnico, las obras herméticas de Marsilio Ficino, la Historia natural de Plinio, De re metallica de Agrícola y cientos de libros de magia, hermetismo, astrología y cabalística, lo cual «hizo necesario nombrar a un censor especial para purgar la biblioteca de El Escorial, con el fin de alejar a la Inquisición, en 1585».

Sin embargo, el interés de Felipe II por la ciencia no se debía solo a su talante, sino que, como ha señalado J. A. Maravall, hay que analizarlo considerando el papel del poder real en la organización de la ciencia durante el siglo xvi. Felipe II coleccionaba instrumentos científicos, aunque se perdiera el inventario en el incendio de 1671. Tenía una colección de ciento cincuenta astrolabios y le atraía la alquimia, los procedimientos para conseguir plata y oro. En la botica del monasterio de El Escorial se aplicaban técnicas de destilación para la obtención de esencias, aceites, magisterios, tinturas, soluciones, coagulaciones y sales para varios usos, entre otros el medicinal.

«El Monasterio de El Escorial muestra una de las primeras concepciones políticas de la ciencia como instrumento de dominio y poder»

También era aficionado a la historia natural. Desde la juventud le atrajeron los animales, la botánica y la cartografía. Por iniciativa de Felipe II se crearon los primeros jardines botánicos en Aranjuez, la Casa de Campo y El Escorial, siguiendo los consejos del médico humanista Andrés Laguna. Una de las aplicaciones era el cultivo de plantas medicinales. El catedrático de Hierbas de la Universitat de València Joan Plaza fue uno de los principales suministradores de especies botánicas a los jardines reales y también de aves de la Albufera. Su sucesor, Jaume H. Pomar, continuó la colaboración y en agradecimiento recibió un Atlas de Historia Natural conservado en la Biblioteca Histórica de la Universitat de València.

Felipe II organizó la primera expedición científica al Nuevo Mundo, dirigida por Francisco Hernández, erasmista, médico de los Hospitales de Guadalupe y director de su jardín botánico. El objetivo era estudiar la historia natural de Nueva España y el Virreinato del Perú. Desgraciadamente, muchos materiales de la expedición Hernández, las láminas y dibujos, desaparecieron tras el incendio de 1671 sin haberse impreso y solo disponemos de una versión reducida publicada años después en Italia.

117-77

El interés de Felipe II por la ciencia no se debía solo a su talante sino que hay que analizarlo considerando el papel del poder real en la organización de la ciencia durante el siglo. Vecellio di Gregorio Tiziano. Felipe II, 1551. Óleo sobre lienzo, 111 x 193 cm. / Museo Nacional del Prado

EL ESCORIAL, ARQUETIPO Y SEDIMENTO DE LA MEDICINA RENACENTISTA

La biblioteca quería ser una síntesis enciclopédica de conocimientos y el monasterio escenario de la práctica científica con hospitales, botica y jardín botánico. Ya en el Memorial de Páez de Castro se proponía enriquecer las salas de la biblioteca con cartas de marear, cartas geográficas e invenciones científicas. La idea de reunir en la biblioteca todos los saberes se fue configurando a partir del traslado de bibliotecas monacales, compra de libros a impresores europeos, donaciones de eruditos y humanistas o confiscación de bibliotecas a la nobleza. Benito Arias Montano, uno de los personajes clave en el proceso de creación de la biblioteca, hizo una primera ordenación de los libros. Arias Montano había vivido en Amberes entre 1568 y 1575 y se había integrado en los principales núcleos de la ciencia europea. Guardaba una estrecha relación con Frisius y Mercator, con el impresor Plantin y con el botánico Carolus Clusius. Desde los Países Bajos envió a España muchos instrumentos de medida, geográficos y astronómicos y regaló a Felipe II el Index Plantarum de Clusius y el Theatrum Orbis de Ortelius. Tras pasar por Roma, se instaló en España y por su influencia se imprimieron en Amberes el libro de cirugía de Francisco Arceo y el de medicamentos compuestos de Simón Tovar. Arias Montano fue el nexo intelectual entre el humanismo científico europeo y El Escorial. Entre los códices de la Biblioteca de El Escorial se encontraba una Citopeya o piedra filosofal, códice del siglo xvi que empezaba con un tratado de Esteban de Alejandría sobre el arte de hacer oro seguido de 33 tratados de alquimia. Había unos 130 manuscritos árabes, entre ellos obras de Averroes; cientos de códices médicos y obras de Ramon Llull y Arnau de Vilanova.

Asesoraban a Felipe II en las actividades científicas de El Escorial y en la organización de su biblioteca, Arias Montano, el médico Francisco Vallés y Ambrosio de Morales. Leonardo Fioravanti, médico boloñés del virrey de Nápoles, llevaba a cabo actividades químicas. Durante su estancia en España entre 1576 y 1577 se dice que fue el principal paracelsista vinculado a las actividades de la botica. También Diego de Santiago trabajaba en la botica del monasterio.

Felipe II quiso crear en El Escorial un gran centro del conocimiento. Su apoyo a la ciencia y la técnica constituye una de las primeras iniciativas políticas tomadas por el poder real, como también la de su primo Rodolfo II en Praga. El monasterio de El Escorial muestra una de las primeras concepciones políticas de la ciencia como instrumento de dominio y poder.

© Mètode 2013 - 77. La línea roja - Primavera 2013
Catedrático de Historia de la Ciencia de la Universitat de València.