A lo largo del siglo xvii empezaron a tener un gran impacto social las exhibiciones públicas de los fenómenos naturales provocados o descubiertos por los científicos. Grabados y pinturas de la época muestran la dimensión pública de las experiencias de disección de cadáveres humanos en los anfiteatros anatómicos, mientras las academias científicas contribuían a difundir la exhibición que hacía la nueva ciencia de los fenómenos de la naturaleza. El nuevo poder de la ciencia para desvelar los secretos de la naturaleza sorprendía a los gobernantes y a los poderosos. En la londinense Royal Society, Robert Hooke hizo de demostrador experimental de nuevas observaciones, nuevos instrumentos y nuevas prácticas experimentales. Es en este contexto que Issac Newton entró en la Royal Society en 1672, donde presentó un telescopio reflector que era capaz de descomponer el espectro de la luz. En las universidades británicas, así como en Holanda, Francia y Alemania, y el resto de países europeos, la física experimental, y también la historia natural y la medicina, alcanzaron una gran dimensión pública desde finales del siglo xvii dentro y fuera de las instituciones académicas.
«La verdadera revolución tecnológica asociada a la electricidad se desarrolló como consecuencia del descubrimiento de la electricidad dinámica y del impacto de la obra de Alessandro Volta, inventor de la pila»
La representación pública de la naturaleza a través de los descubrimientos científicos alcanzó el punto álgido durante la Ilustración. En el dominio de la física tuvieron gran repercusión los experimentos sobre el calor y la combustión, el magnetismo y la electricidad, y no solo provocaron polémicas entre científicos, sino también controversias públicas y políticas. Los fenómenos eléctricos descubiertos en la naturaleza, sorprendentes y difíciles de explicar, fueron con seguridad los más populares y espectaculares. Las innovaciones introducidas a lo largo del siglo xviii en la construcción de la máquina electrostática –que había sido ideada por Otto von Guericke en 1660– fueron utilizadas en los espectáculos públicos por feriantes y charlatanes, en los gabinetes de física y en los salones de la aristocracia europea. Los usos públicos y experimentales de los fenómenos eléctricos aportaban evidencias experimentales antes de que hubiese una explicación científica, y eso, junto a los fenómenos magnéticos, el calor o la luz, dio gran relevancia e interés al estudio de una explicación del papel de los llamados fluidos imponderables: el lumínico, el calórico o el eléctrico, exhibidos como parte esencial de los fenómenos de la naturaleza. La ley de Newton que revelaba la fuerza de la gravedad era un ejemplo paradigmático de ello.
En la Royal Society los experimentos públicos con la máquina hidrostática sustituyeron la tradicional bola de azufre por un tubo de vidrio que incrementaba la potencia y Stephen Gray descubrió la conducción eléctrica, es decir, la capacidad de transportar la fuerza eléctrica a través de determinados materiales (1729), lo que le permitió establecer una distinción entre materiales conductores y no conductores. Pero el descubrimiento de Gray no fue una contribución aislada, porque Charles F. de Cisternay du Fay presentaba paralelamente ante la Académie des Sciences de París unos experimentos semejantes sobre la conductividad eléctrica, que dividía en dos categorías, de manera que la ciencia ilustrada aceptó dos tipos de fluidos eléctricos, unas nuevas teorías que Jean Antoine Nollet sintetizó en dos obras: Essai sur l’electricité des corps (1744) y Lettres sur l’electricité (1753-1767).
Después de la máquina electrostática, el descubrimiento más impactante fue la botella de Leiden, ideada por un estudiante alemán de aquella universidad holandesa, Ewald Jürgen von Kleist. La botella buscaba una solución a la conservación de la electricidad una vez producida. Como ya se conocía la posibilidad de electrizar el agua, el invento de Kleist pretendía conservar el agua electrizada en una botella cerrada. Kleist y Musschenbroeck construyeron así el primer condensador eléctrico que permitía acumular electricidad y amplificar los efectos conectando varias botellas. Desde mediados del siglo xviii algunos esfuerzos se concentraron en medir la intensidad de la fuerza eléctrica y las propuestas e inventos provocaron debates entre Benjamin Franklin, Henry Cavendish, Charles A. Coulomb y otros. Al fin y al cabo, con la ley de atracción y repulsión entre las cargas propuesta por Coulomb a la Académie des Sciences de París, la electricidad alcanzaba una condición semejante a la fuerza de la gravedad tras la newtoniana ley de atracción universal.
El impacto de la electricidad fue inmenso en lo referido a su uso social. En biología y medicina provocó la famosa disputa entre Volta y Galvani acerca de la existencia de una electricidad animal responsable de la transmisión de los impulsos nerviosos. También originó aplicaciones muy tempranas de electroterapia, experimentos de electrofisiología y usos industriales aplicados a las telecomunicaciones, como el telégrafo. Pero la verdadera revolución tecnológica asociada a la electricidad se desarrolló como consecuencia del descubrimiento de la electricidad dinámica y del impacto de la obra de Alessandro Volta, inventor de la pila. La electrificación de las ciudades, la aplicación a los medios de transporte y otros usos como fuente de energía, es decir, el uso industrial de la electricidad y sus variadas aplicaciones domésticas fue transformando la fisonomía de las ciudades y las condiciones de vida de las familias desde finales del siglo xix. Desde entonces puede afirmarse que la tecnología asociada a la electricidad ha cambiado nuestras vidas y los ciudadanos modernos hemos pasado de ser espectadores admirados ante la naturaleza a mostrarnos incapaces de prescindir de esta tecnología en nuestro quehacer diario.