A mi amigo y admirable historiador Àngel Beneito
Manuel Bastos Ansart (1887-1973) fue un cirujano ortopédico aragonés a quien, como a tantos otros, el golpe militar del 36 y la guerra truncaron una biografía profesional y personal prometedora. Hijo de militar, este joven cirujano se había formado en el Instituto Rubio (Madrid) y defendió en 1912 una tesis doctoral sobre Anatomía y mecánica de la curva plantar y sus deformaciones, donde mostraba, ya desde los inicios de su carrera profesional, una evidente inclinación hacia la cirugía ortopédica. Enrolado en la sanidad militar, participó en 1909 en la Guerra del Rif; al volver a Madrid, fue auxiliar de cirugía en la Facultad de Medicina (1913) y médico numerario de la Beneficencia General en el Hospital de la Princesa (1915-1928). Bastos adquirió reputación como traumatólogo y con el paso del tiempo fue presidente y director del Comité Ejecutivo del Instituto Nacional de Reeducación de Inválidos (1932-1936) durante la Segunda República.
Una trayectoria vocacional que desde el principio estuvo marcada por el interés hacia una emergente cirugía ortopédica, una especialidad fuertemente relacionada con las consecuencias de las guerras, el envejecimiento y las secuelas de ciertas enfermedades infecciosas como la poliomielitis. De hecho, fue actuando como cirujano en la Revolución de Asturias (1934) cuando introdujo la innovadora cura oclusiva con yeso de Tubruk para el tratamiento de las heridas abiertas, un procedimiento innovador sometido a discusión, que más tarde se atribuyó a Josep Trueta. Cuando finalmente se vieron los efectos positivos de la cura después de su aplicación con gran éxito durante la Guerra Civil española, la técnica se conoció como cura de Orr-Bastos-Trueta, un epónimo larguísimo que trata de rendir homenaje a tres grandes cirujanos de guerra: el escocés John Boyd Orr, Manuel Bastos y Josep Trueta.
Durante la guerra, Bastos se trasladó a Donostia, donde trabajó como cirujano en el hospital de sangre instalado en el Hotel Londres; después pasó a Francia y volvió al Hospital Militar de Carabanchel y al hospital de campaña instalado en el Hotel Palace de Madrid. Trasladado a Alcoi, Bastos dirigió los quirófanos del Hospital Sueco-Noruego, gestionado por la cooperación sanitaria de los escandinavos en favor de los heridos de la República, donde trabó amistad con Kristian Gleditsch y Nini Haslund, gestores del hospital. Por entonces, Bastos ya era una autoridad reconocida internacionalmente en el tratamiento de heridas de guerra. Al terminar la contienda, fue represaliado y condenado a doce años de prisión por «colaboración con la rebelión», un eufemismo usado por los tribunales de depuración franquistas para condenar a los que no se habían sumado al golpe militar. Al obtener el indulto, en 1943 se trasladó a Barcelona.
Su vida profesional estuvo totalmente dedicada a la traumatología y la ortopedia, y sus investigaciones se centraron en la patología osteoarticular, así como en la reumatología. Fue pionero en introducir el tratamiento rehabilitador de los inválidos y en las lesiones residuales de la poliomielitis. Prestigioso tratadista, escribió un Tratado de cirugía ortopédica y traumatología y un Tratado de operatoria ortopédica y traumatológica (1950), que fueron libros de textos en las facultades de medicina españolas.
Bastos creó el primero Instituto Ortopédico y de Rehabilitación para Inválidos, fue vicepresidente de la Academia Médico-Quirúrgica Española y fundó la Sociedad Española de Cirugía Ortopédica y Traumatología. Entre los galardones que recibió al final de su vida están el Premio Virgili de la Real Academia de Barcelona, el de socio de honor de la Sociedad de Cirugía de Lyon, de la Sociedad de Traumatología de París en Francia y de la Sociedad Alemana de Cirugía Ortopédica.