El único recurso

Provoca y molesta la idea de autorregulación de la especie humana expresada por el divulgador David Quammen alrededor de la pandemia de la COVID-19. El autor del ensayo Spillover (2012), traducido al castellano como Contagio: La evolución de las pandemias (Debate, 2020), recopila las zoonosis emergentes pasadas. Nos recuerda que la zoonosis, el salto de los agentes infecciosos entre animales y humanos, es un fenómeno natural relativamente frecuente. Desde el punto de vista del divulgador, con las epidemias que afectan a los humanos ocurre lo mismo que con las plagas que infestan una gran cosecha: la pandemia sería una consecuencia del monocultivo extenso de nuestra especie. A menudo, depredadores, parásitos o patógenos emergentes pueden proliferar sin más límite que la abundancia de la especie huésped parasitada o infectada. La pandemia de la COVID-19, causada por el SARS-CoV-2 (coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo grave), posiblemente ha surgido porque somos muy abundantes, susceptibles a la infección, y estamos extremadamente conectados entre nosotros.

Pensad que alrededor del 60% de los patógenos humanos presentan un origen animal demostrable. La rabia, la peste bubónica, la tuberculosis vacuna, la gripe española del 1918, la gripe A (H1N1) de 2009-2010, el VIH, el ebola, el virus de Marburg, por citar unos pocos, son ejemplos muy conocidos de infecciones zoonóticas. Obviando nuestra naturaleza animal, decimos zoonosis cuando el salto del patógeno se da entre animales y humanos, mientras que se llama antropozoonosis cuando ocurre en sentido contrario. Y tan grande es el potencial explorador del SARS-CoV-2, que este fenómeno de infección inversa desde los humanos hacia otros animales también se ha descrito para gatos, perros, tigres y visones en la presente pandemia.

«El SARS-CoV-2 plantea un reto de dimensiones extraordinarias y obliga a un esfuerzo inédito en medidas de contención, prevención, diagnóstico y tratamiento»

A medida que aumenta la abundancia de nuestra especie en el planeta, aumenta la superficie de contacto con las especies animales salvajes y con sus patógenos. Quizás el eventual inicio de la pandemia en China no ha sido casual. La combinación de invasión de espacios naturales ricos en mamíferos, ciudades densamente pobladas y la costumbre ancestral de adquisición de animales vivos, de granja y ocasionalmente salvajes, en los mercados de consumo son factores que podrían haber facilitado esta zoonosis. Y destaco los mamíferos porque, en principio, cuanto más próximas, filogenéticamente hablando, estén las especies implicadas en la zoonosis, más posibilidades se prevén de éxito en la adaptación del patógeno a una especie huésped nueva.

No podemos decir que los coronavirus no nos hayan avisado previamente. La COVID-19 es la tercera enfermedad emergente derivada por zoonosis por coronavirus en este mismo siglo y estuvo precedida por el SARS (por las siglas en inglés de síndrome respiratorio agudo grave) en 2003 y el MERS (también por las siglas en inglés de síndrome respiratorio del Oriente Medio) en el 2012. En ambos casos son dolencias provocadas por diferentes coronavirus circulantes en murciélagos, pero con dos especies huésped intermediarias diferentes entre los murciélagos y los humanos: civetas en el SARS y camellos en el MERS.

El SARS-CoV-2, virus que oscila entre la dispersión silenciosa y la muerte, con nombre de contraseña impronunciable, plantea un reto de dimensiones extraordinarias y obliga a un esfuerzo inédito en medidas de contención, prevención, diagnóstico y tratamiento de la infección. El biólogo molecular Joshua Lederberg (1925-2008), premio Nobel de Medicina o Fisiología en 1958 por sus contribuciones al campo de la genética microbiana, apuntaba hacia la solución ante las dolencias infecciosas emergentes: «Es nuestra inteligencia contra sus genes». Quizás este es nuestro único recurso.

© Mètode 2020 - 107. Océanos - Volumen 4 (2020)
Profesora del Departamento de Genética de la Universitat de València.