Tocar techo

Las opciones de mejora mutacional del coronavirus pandémico parecen comenzar a agotarse

Una epidemióloga experimentada comentaba que al principio de la pandemia no era infrecuente que en el seno de una misma familia unos miembros se contagiaran y otros no. No obstante, últimamente eso ya no suele pasar. «Todos los miembros caen. También sus contactos». Añadía que, hasta el momento, los brotes se han podido clasificar en sociales, laborales o familiares. Ahora, en nuestro segundo verano pandémico, son mucho más fluidos y muchos brotes son «una mezcla más compleja». Efectivamente, la vigilancia epidemiológica a escala mundial sugiere una transmisibilidad más alta de algunas variantes virales. La profesional sobre el terreno no se sorprende de este hecho: «Ya lo habíamos notado, antes de hacer cálculos».

Interrogar los genomas virales es útil y fascinante porque no mienten. Complementar los datos epidemiológicos con los genómicos o con otros experimentales ayuda a describir mejor la pandemia. ¿Qué nos están contando los genomas de estas últimas variantes? Examinando la espícula viral, una proteína exterior del coronavirus que interacciona con el receptor celular –la puerta de entrada a la célula–, se han observado ciertos cambios de aminoácido en algunas zonas de interacción entre el virus y el receptor. Estos cambios en la espícula del SARS-CoV-2, responsables de un mejor encaje entre el exterior del virus y el receptor celular, proporcionan una transmisibilidad viral optimizada.

Con las vacunas se ha empezado a vislumbrar una luz al final del túnel pandémico. Pero cada ola nos recuerda que aún estamos dentro de él. Una transmisibilidad mayor no es una buena noticia, pero una transmisibilidad que empieza a tocar techo sí que lo sería. Y es lo que empiezan a mostrar los genomas virales últimamente.

El proceso de evolución biológica presenta algunos límites a la mejora. Muchos de los cambios mutacionales ensayados en la espícula del coronavirus serán de naturaleza neutra y no comportarán una ventaja reproductiva y otros, lejos de mejorar la eficacia biológica del virus, la podrían arruinar. El abanico de mutaciones viables y favorables al virus, que son las que favorecen la selección natural y su éxito reproductivo, son finitas y escasas.

«Una transmisibilidad mayor no es una buena noticia, pero una transmisibilidad que empieza a tocar techo sí que lo sería»

Los anglófonos, a menudo tan ocurrentes, han intentado «popularizar» el nombre de algunas de estas mutaciones favorables. Siguiendo un poco la manera de denominar a los huracanes, han puesto nombres de persona a algunas de ellas que, por recurrentes, empiezan a sonarnos familiares. Por ejemplo, tres de los cambios de aminoácido de la espícula asociados a una mayor transmisión, D614G, N501Y y E484K, se han convertido en DouG, NellY y EricK, respectivamente. Algunas de estas mutaciones se han observado en diferentes variantes del coronavirus. Por ejemplo, la variante alfa (anteriormente llamada británica) no contaba inicialmente con la mutación EricK (E484K) en su espícula y, posteriormente, se han encontrado genomas de la variante alfa que sí que la presentan. Es decir, el azar la ha generado y la selección natural la ha incorporado porque presenta una ventaja.

La interpretación desde el punto de vista de la evolución viral es que las posibles mutaciones relacionadas con una mayor eficacia biológica son limitadas y concretas. Diferentes variantes virales las incorporan, si ocurren. Es un proceso evolutivo denominado convergencia evolutiva. Las opciones de mejora mutacional parecen comenzar a agotarse. Por eso se están empezando a encontrar las mismas soluciones mutacionales ventajosas en linajes independientes.

Aunque no sería nada prudente considerar el SARS-CoV-2 por agotado evolutivamente, estas son razones para el optimismo, porque esta es una primera señal de que al coronavirus pandémico le empieza a costar encontrar mejoras evolutivas nuevas que aumenten significativamente su eficacia biológica. Que, por otro lado, podemos afirmar que le ha funcionado bien, y que todavía lo hace.

© Mètode 2021
Profesora del Departamento de Genética de la Universitat de València.