El astrofísico y profesor de la Universitat de València repasa las características de la materia y la energía oscura, dos misteriosos componentes del universo.
A través de sus obras llenas de color y de fuerza, Aurora Valero nos ofrece su interpretación del origen y creación del universo.
Aurora Valero se ha planteado su interpretación sobre el origen, desde la explosión primigenia del Big Bang, y la construcción incesante del universo, en una creación constante de nebulosas, astros, galaxias... para ilustrar el número 92 de la revista.
«Cuando miro el cielo estrellado me abismo en su infinitud» escribía Pascal. Ciertamente, la mirada al cielo estrellado es motivo de cuestiones eternas, sobre nuestra insignificancia en el cosmos, sobre la razón de todo esto, sobre la incapacidad humana para entender el origen de todo.
El universo en su totalidad está dominado por un lado por la gravedad y por otro por las partículas de interacción débil. La identidad de la materia oscura sigue siendo un misterio del universo sin resolver. Mientras, los neutrinos han madurado de su condición de partículas fantasma a ser mensajeros visibles de algunos de los fenómenos astrofísicos más intrigantes.
Los neutrinos son partículas neutras que tan solo interactúan débilmente, lo cual les convierte en poderosas fuentes de información sobre los procesos más energéticos del universo, pero se necesitan detectores de dimensiones gigantescas ubicados en el fondo del mar o bajo el hielo antártico para poder detectarlos.
La radiación gamma representa la “luz” más energética del espectro electromagnético y es producida por algunos de los procesos más potentes y violentos del universo.
Las emisiones de rayos X de fuentes cósmicas indican que estas se calientan hasta exceder el millón de grados centígrados. Estas observaciones han causado un gran impacto en la comprensión de los fenómenos que rigen la evolución del universo.
Comprender la naturaleza del universo es esencial para obtener una descripción precisa del proceso que le ha llevado hasta su estado actual.
Vemos el cielo admirando su regularidad y estabilidad, su aparente inmutabilidad. Siempre lo hemos hecho así; no en vano los seres humanos siempre se han sobresaltado cuando han observado algún cambio producido en el cielo, asociándolo a estados de ánimo de divinidades o a presagios.