La literatura y la medicina tienen un vínculo muy estrecho, ya que muchas obras se han servido de historias sobre la enfermedad y también se han ambientado en instalaciones sanitarias, entre las que destacan los sanatorios. El sanatorio antituberculoso, como espacio de aislamiento y antesala de la muerte, ha inspirado a muchos autores. La novelística del siglo XX dedicó una atención significativa a estas instituciones que, alejadas del resto de la sociedad, condicionaban la vida de los enfermos pero también su identidad.