Julio Sanjuan

Profesor titular de Psiquiatría, Facultat de Medicina, Universitat de València.

1. Es interesante señalar que algunas áreas cerebrales encargadas de la respuesta emocional (como la amígdala o el septo) han sufrido un aumento relativo espectacular en la especie humana en relación con el chimpancé. (Volver al texto) 2. En contra de lo que pueda parecer, los animales depredadores carnívoros no tienen la exclusividad de las conductas agresivas intraespecíficas. Baste recordar que los toros o los gallos son símbolos claros de combatividad y agresividad. (Volver al texto) 3. El origen de la civilización y de lo que llamamos historia se produce hace 10.000 años, lo que en términos evolutivos es un tiempo comparativamente insignificante. (Volver al texto) 4. Muchas investigaciones neurofisiológicas han demostrado que el cerebro humano dispone de áreas de la corteza cerebral dedicadas exclusivamente a la decodificación de señales intraespecíficas de nuestra especie, como las caras o las voces humanas. (Volver al texto) Bibliografía Adams, D.B., 2002. «Brain mechanism of agressive behaviour: an updated review». Neuroscience and Biovehavioral Reviews, núm. 30, pp 304-318. Caspi, A. et al., 2002. «Role of genotype in the cycle of violence in maltreated children». Science, núm. 297, pp. 851-854. Gergen, J. K., 1999. El yo saturado. Dilemas de identidad en el mundo contemporáneo. Paidós. Barcelona. Sanjuan, J. y C. J. Cela, 2005. La profecía de Darwin. Ars Medica. Barcelona. Tremblay, R. E., Hartup, W. W. y J. Archer, 2005. Development Origins of Agression. Guilford Press. Nova York. Whiten, A., 1999. «The evolution of Deep Social Mind in Humans». In Corballis, M. C. y S. E. G. Lea, 1999. The Descent of Mind. Psychological Perspectives on Hominid Evolution. University Press. Oxford. Agradecimientos. Quiero agradecer a la profesora Rosa de Frutos los comentarios críticos en la lectura del primer borrador de este artículo.

El primer mandamiento de cualquier ser vivo es sobrevivir. Para sobrevivir tiene que evitar los peligros internos (enfermedades) o externos (irritantes físicos, depredadores). Para poder evitar estos peligros el organismo utiliza dos tipos de sistemas: un sistema de reconocimiento de las señales de alarma y un sistema de capacidad de respuesta una vez identificada la alarma.
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