Existe un consenso entre los investigadores en didáctica de las ciencias sobre el hecho de que presentar los conocimientos en el estado final de elaboración no facilita el aprendizaje: los estudiantes deben notar, vivir, el proceso de construcción de los conocimientos como requisito para un aprendizaje exitoso. Eso supone dilucidar los problemas que han originado la construcción de los conocimientos científicos; tener nociones sobre cómo abordan los problemas los científicos; tener algún conocimiento de los logros recientes y de sus perspectivas; conocer algunas de las implicaciones tecnológicas y sociales de los avances científicos, y cómo determinados avances tecnológicos y necesidades sociales han marcado el camino de la ciencia… Si aceptamos todo eso, debemos coincidir en que el libro Las radiaciones de Martine Jaminon y Jesús Navarro es una herramienta especialmente útil en la enseñanza, y eso a pesar de que la problemática que trata, las radiaciones, puede ser considerada poco atractiva.
Vivimos inmersos en un espacio lleno de radiaciones, que condicionan en gran medida nuestra vida, y que no podemos ignorar. Lejos de esconder la cabeza bajo tierra, conviene tomar conciencia de los problemas a los que nos encaramos: en un país que dispone de muy pocas fuentes de energía primaria y donde aproximadamente la mitad de la electricidad producida tiene origen fósil, el debate sobre la energía nuclear está totalmente ausente de los medios de comunicación, más todavía cuando no existe ninguna conciencia social sobre la necesidad de reducir el gasto energético; nadie quiere antenas de telefonía móvil cerca de casa, pero tampoco estamos dispuestos a prescindir de los móbiles; se ha tenido que quitar la palabra nuclear a las familiares resonancias magnéticas porque se trata de una palabra que asusta a la gente. Sin embargo son pocas la precauciones que adoptamos contra las radiaciones solares (responsables del aumento del número de casos de cáncer por melanoma); pensamos que todo lo que consideramos natural es per se beneficioso para los humanos, cuando la mayor parte de las radiaciones nucleares que recibimos son de origen natural, y la condición de natural, aquí, no significa que sean inocuas…
«Vivimos inmersos en un espacio lleno de radiaciones, que condicionan en gran medida nuestra vida, y que no podemos ignorar»
En un libro anterior, Los caminos cuánticos, Jesús Navarro afirmaba que Feynman aprendía a partir de las respuestas que obtenía de las preguntas que continuamente él mismo se hacía. En su último libro parece que Jaminon y Navarro han seguido la misma estrategia: son abundantísimos los interrogantes que los autores plantean sobre cada uno de los aspectos tratados (aunque no todos son contestados: se espera que sean los lectores los que busquen las respuestas), y eso, que representa una especie de reto para el lector, también sirve para orientar las informaciones y explicaciones de los divulgadores. Así, la lectura pasa a ser amena y hace muy patentes el sentido y el interés de las ideas presentadas.
El propósito de los autores de escribir un libro útil para lectores sin formación científica está plenamente conseguido. Este perfil bajo de lector final hace, en efecto, que sea ésta una lectura muy recomendable para todos los interesados en participar en el debate sobre el papel que deben representar la ciencia y la tecnología en una sociedad democrática, los problemas que intentan resolver, las soluciones que se proponen, etc. Mirándolo bien, parece particularmente dirigido a los estudiantes de secundaria; un espacio editorial, el de la divulgación científica con criterios didácticos profesionales, que, por cierto, va muy escaso de publicaciones.
Los autores afirman en el epílogo: «¿Las radiaciones son beneficiosas o perjudiciales? […] Esperemos haber proporcionado al lector bastantes elementos para que encuentre sus propias respuestas.» Pero esta publicación no se circunscribe a los contenidos estrictamente relacionados con las radiaciones, sino que aprovecha esta problemática para tratar, además y aunque sea de paso, muchos otros aspectos, como el papel de la comunicación entre los investigadores, el papel de las mujeres en la ciencia, la manera de trabajar de los científicos, el proceso de construcción de los conocimientos, las aplicaciones de los avances conseguidos, etc.
Los autores afirman que Roentgen, Becquerel, Rutherford, etc., no mostraron una gran imaginación cuando llamaron rayos X, rayos α, rayos β o rayos γ a las nuevas radiaciones, pero tampoco el editor ha estado demasiado ingenioso con el título escogido para el libro: Las radiaciones parece un nombre poco sugerente.