The Mappa Mundi of Hereford La ciudad de Hereford es una sede episcopal del oeste de Inglaterra, no muy lejos de la frontera con Gales. En 1988 el deán y el cabildo de la catedral anunciaron que querían vender su gran tesoro, un mapamundi elaborado para la catedral hacia el año 1300 y que se había conservado desde entonces. Inmediatamente estalló la indignación de la sociedad local: el mapa era más conocido y más sobradamente apreciado de lo que el deán y el cabildo se habían creído. Renunciaron a venderlo y, tras muchas negociaciones, se aseguró el futuro del mapa. El millonario norteamericano J. Paul Getty (1932-2004) proporcionó los fondos necesarios para construir un edificio especialmente dedicado a albergarlo junto a otros grandes tesoros de la catedral, como su biblioteca. Otra de las consecuencias felices de la polémica es que promovió las investigaciones académicas sobre el mapa. Una conferencia internacional organizada en 1999 en Hereford reveló importantes descubrimientos, aunque ya había habido trabajos importantes anteriormente y ha habido otros posteriores. Ahora sabemos mucho más de este documento que hace veinte años. Un mapa medieval, único superviviente Para el visitante ocasional de Hereford, el mapa no resulta una pieza demasiado impresionante (figura 1). Es bastante grande, cerca de 1,6 m de alto y 1,1 de ancho, pero los años han apagado los colores brillantes con los que lo dibujaron y pintaron y para percibir el enorme interés y la importancia histórica que presenta hay que explicarlo detalladamente. De hecho es el único mapa que ha sobrevivido del conjunto de los que se trazaron en Inglaterra y el norte de Francia a partir de la segunda década del siglo XIV (figura 2). Pero eso no quiere decir que fuera el más grande. Uno procedente de Ebstorf, en la Baja Sajonia, destruido en un raid aéreo en 1943, medía unos tres metros en cada sentido; y otro, pintado en el muro de la iglesia de Chalivoy-Milon, cerca de Bourges (centro de Francia), medía seis metros de largo, pero se perdió cuando la iglesia fue restaurada en 1885. Tenemos vestigios de unos pocos más: un pequeño fragmento de un mapa un poco más antiguo y más grande que el de Hereford se conserva en los archivos del ducado de Cornwall, en Londres; un pormenorizado esbozo que quizá se usó para dibujar otro se encuentra en la biblioteca de la catedral de Vercelli, en el Piamonte; una miniatura de otro más aparece en un salterio hecho en Londres hacia 1260 (figura 3). Sabemos de otros mapas gracias a las referencias en documentos contemporáneos, como dos que fueron pintados en 1230 en los muros de los palacios reales de Westminster y Winchester. Por supuesto, hubo bastantes mapas de estos algún día, aunque más que de centenares se debió tratar de unas docenas, dado que el trabajo y el coste de hacerlos debía ser considerable. |
«El de Hereford es el único mapa que ha sobrevivido del conjunto de los que se trazaron en Inglaterra y el norte de Francia a partir de la segunda década del siglo XIV»
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© The Dean and Chapter of Hereford and the Hereford Mappa Mundi Trust Figura 4. El Bonnacon, animal mitológico con cabeza de bisonte y cuerpo de caballo, es uno de los animales exóticos del mapamundi de Hereford. Como indica la inscripción, cuando los atacan cubren a sus enemigos con excrementos hirvientes. |
«Es un mito moderno pensar que ésta era la manera como en la Edad Media veían el mundo. La gente instruida de la época sabía muy bien que la tierra era esférica» |
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La razón es que se trataba de verdaderas enciclopedias en forma de mapa. Dentro del contorno del mapa del mundo, una enorme cantidad de información diversa se situaba en la posición geográfica correspondiente. Esta información no solamente abarcaba ríos, montañas y ciudades, sino también escenarios de hechos históricos y bíblicos, animales y pájaros exóticos (figura 4), pueblos de costumbres extrañas (figura 5) y monstruosas razas semihumanas que el mapa de Hereford, ornado con vivas ilustraciones y textos descriptivos, sitúa a lo largo de la costa de África del sur. Recientemente el profesor Scott Western ha publicado un libro muy importante sobre el mapa de Hereford. Se trata de una edición completa y del análisis de todos los textos, cerca de 1.100 inscripciones diferentes. Muchas se tomaron de los escritos de autores antiguos, como la Historia natural de Plinio, los Siete Libros de Paulo Orosi, las enciclopédicas Etimologías de Isidoro de Sevilla y otros. Ciertamente, el mapa transmite una cantidad fabulosa de información. En Creta podemos ver el laberinto, cerca, en medio del Mediterráneo, una sirena sujeta un espejo y un pez espada (Miles maris) muestra la espada limpiamente envainada, y en Chipre una nota dice que la isla mide 180 millas de largo por 120 de ancho. En la India hay cabezas de perro gigantes, una región gobernada por mujeres y una única pareja de aguiluchos (después de criar los dos polluelos los padres se ahogan en el mar). En el Extremo Oriente del mapa se encuentra el jardín del Edén, que muestra el ángel en el momento de expulsar a Adán y Eva. |
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© The Dean and Chapter of Hereford and the Hereford Mappa Mundi Trust Figura 5. Los esedones son uno de los pueblos extraños que muestra el mapa de Hereford. Se comen los cadáveres de sus padres, pensando que esto es mejor que enterrarlos y que se los coman los gusanos. A la derecha, el vellocino de oro de los argonautas griegos. |
«La Europa Medieval no tenía ni la necesidad administrativa ni la aptitud de hacer un mapa íntegro de los continentes, ni tampoco, evidentemente, el menor interés en hacer ninguno» |
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En muchos casos la pintura por sí misma explica una historia que debía resultar familiar a cualquiera que mirara el mapa. No podemos más que concluir que la cabeza barbuda pintada en Ur es la del patriarca Abraham, nacido en aquella ciudad. La historia del Éxodo se expone pictóricamente con una mínima expresión: el granero de José, que solía identificarse en la Edad Media con las pirámides, aquí se muestra como un granero inglés del siglo XIII; el corredor seco a través del Mar Rojo abierto para los israelitas; el serpenteante vagar por el desierto; la adoración del becerro de oro (rotulado como Mahoun, es decir, Mohammed); y la llegada de Moisés con las tablas de la ley. El profeta aparece pintado grotescamente con cuernos en la cabeza, una mala interpretación de la descripción que da la Vulgata de su cara, que califica de cornutam (Éxodo 34.35), que realmente significa «resplandeciente», «brillante». Las monstruosas razas de África, sin embargo, podemos identificarlas por las notas que explican sus características. Entre éstas se encuentran los sciápodos, cuyo único y gigantesco pie puede servir de sombrilla; un pueblo sin nombre con las bocas selladas y que debe alimentarse mediante pajitas; y los blemias, que, faltos de cabeza, tienen los ojos y la boca en el pecho. A nosotros, el contorno geográfico del mapa no nos parece menos fantástico que las razas monstruosas. El este se encuentra arriba y Jerusalén (figura 6) está exactamente en el centro del mapa –de hecho podemos ver el agujero hecho por el compás usado para dibujar la línea del margen circular. Podemos imaginar que exhibe la visión medieval del mundo como un disco plano con Jerusalén en el centro, pero solamente es un mito moderno pensar que ésta era la manera como en la Edad Media veían el mundo. La gente instruida de la época sabía muy bien que la tierra era esférica, si bien pensaban que era un poco más pequeña de como es realmente, y que en la línea del ecuador hacía tanto calor que ninguna persona la podía atravesar; el hemisferio sur estaba vedado para siempre a la humanidad, y tan sólo podían suponer qué se escondía allí. El mapa medieval del mundo, como cualquier mapa moderno, debe considerarse como una proyección de parte de esta esfera en una superficie llana. Lo que muestra es el mundo conocido y habitado del hemisferio norte, desde China hasta el Atlántico, un gran círculo del tierra rodeada por el océano con un puñado de islas separadas de la costa: Trapobana (Sri Lanka), Gran Bretaña, Irlanda y unas pocas más. Pero la línea litoral alrededor de este círculo y en su interior está lejos de lo que podríamos esperar. El único contorno reconocible es el triángulo que caracteriza a Sicilia. La Península Ibérica adapta su silueta al círculo del océano circundante y no penetra dentro del Atlántico. Las penínsulas de Italia y Grecia escasamente inciden en el largo y estrecho contorno del Mediterráneo, y el Mar Negro es más alargado que redondeado. Pese a ello, los lugares mantienen una relación más o menos correcta entre ellos, y en muchos otros mapamundis medievales encontramos aquí y allá algunos perfiles reconocibles más: una Jutlandia que sobresale, una Italia con forma de pierna, y otros. ¿De dónde habían sacado estas siluetas? Estamos seguros de que el origen no es el autor medieval del mapa. La Europa medieval no tenía ni la necesidad administrativa ni la aptitud de hacer un mapa íntegro de los continentes, ni tampoco, evidentemente, el menor interés en hacer ninguno. La visión medieval del mundo Esencialmente la silueta del mundo en los mapas medievales deriva, a través de muchas copias sucesivas, de los mapas pintados en el período romano y, si recopilamos todas las siluetas reconocibles que encontramos en los mapas medievales, nos percatamos de que los mapas romanos debían ser bastante buenos. Con la única excepción de un mapa de carreteras extraordinariamente alargado, conocido como Tabula Peutingeriana, no tenemos ningún mapa de la época romana. ¿Cómo es que las únicas reliquias, estos mapamundis medievales, han sobrevivido de esta manera tan distorsionada? Se ha dicho que simplemente es el resultado de generaciones y generaciones de copias hechas por dibujantes que no conocían en absoluto las líneas verdaderas; los había que podían tanto exagerar cualquier error del mapa que estuvieran copiando como enmendarlo y quien, pese a ello, tenía, aunque fuera muy ligera, una idea del verdadero concepto de la exactitud geográfica. Eso explicaría bastante, pero no resolvería la incógnita de cómo es que el dibujo de nuestros mapas primitivos se había degradado tan rápidamente: desde el siglo viii no presentan trazos mucho mejores que los del mapa de Hereford. Investigaciones recientes ofrecen una explicación. La profesora Brigitte Englisch mostró en el 2002 que el mapamundi probablemente ajustaba los lugares a un patrón predeterminado: un triángulo equilátero que representa la Trinidad y círculos concéntricos que simbolizan la perfección divina. El mapa debía ser visto como una demostración del orden divino que imperaba en el mundo. Ésta, sin embargo, no es la teoría definitiva. Los trazos del mapa se pueden interpretar con un nuevo simbolismo: el doctor Massimo Rossi hace poco ha expuesto que la costa sinuosa del Mediterráneo que vemos en el mapa de Hereford imita la figura del cuerpo de Cristo en la cruz, como también lo representa en Jerusalén. El mapa, pues, se debe ver como expresión de la presencia de Cristo en el mundo. Eso, sin embargo, simplemente refuerza el carácter total del mensaje del mapa de Hereford. Arriba, fuera del mapa propiamente, Cristo aparece entronizado como juez supremo. A la derecha, los justos son conducidos al paraíso y a la izquierda la boca del infierno se abre para recibir a los pecadores. Enfrente, la Virgen María se desnuda el pecho y ruega por aquellos que han pedido su intercesión. Vemos el mundo dibujado debajo como una creación divina, sometido al juicio de Dios. Esto es lo que el mapa de Hereford y los otros mapamundis enciclopédicos que han conseguido sobrevivir nos explican. Nos ofrece un enorme cúmulo de información diversa, entretenida, interesante e instructiva. Pero sobre todo despliega ante nosotros la creación de Dios en toda su admirable diversidad. Debemos recordarlo cuando nos fijemos en la elaboración del mapa de Hereford. Gracias a las últimas investigaciones caligráficas del profesor Malcolm Parkes y a las del profesor Nigel Morgan sobre las ilustraciones de este documento, ahora podemos estar seguros de que se elaboró hacia 1300, probablemente en la década de 1290. Una nota del mismo mapa dice que Richard de Haldingham o de Sleaford es el autor. Se trataba de un canónigo de la catedral de Lincoln, al este de Inglaterra, y, como murió en 1278, el mapa que nos ha llegado debe ser una copia de su trabajo; en el mapa es mencionado de la misma manera que un copista menciona al autor de un libro cuando lo trascribe. El mapa revela que tiene su origen en Lincoln en la ilustración que muestra de esta ciudad, minúscula pero basada en la realidad, y también, detalle curioso, en la forma del laberinto de Creta, idéntico a otros documentados al este de Inglaterra. Pero esta mano, ahora lo sabemos, era la de un copista de Hereford, y el mapa se debió dibujar allí copiando otro, quizá sólo un esbozo o un esquema, llevado desde Lincoln. ¿Y por qué lo pintaron? ¿Qué función cumplía en Hereford? El interés que se destapó a raíz de la oferta de venta de 1988 permitió descubrir en Hereford un tríptico de madera que había alojado el mapa hasta que en el año 1948 lo volvieron a enmarcar, y que la datación por radiocarbono ahora ha mostrado que también es de la Edad Media. Lo debieron construir para el mapa cuando lo pintaron, y se ha sugerido que lo diseñaron para instalarlo sobre un altar: ¿qué podía ser más adecuado que este llamativo retrato de Dios y de su creación? Sin embargo, en 1998 la profesora V. I. J. Flint propuso una explicación menos sutil. Ella se fijó particularmente en dos enigmáticos dibujos en el margen del mapa en las dos esquinas inferiores de la hoja. En el izquierdo, el emperador Augusto, asombrosamente cubierto con la triple tiara del papa, ordena a tres agrimensores que salgan a medir el mundo, y en el derecho un ojeador explica a un jinete que vaya adelante («Passe avant»). La profesora Flint argumenta que hacen referencia a varios hechos notables protagonizados por Thomas Cantilupe, un obispo de Hereford, muerto en 1282. Su sucesor, en la última década del siglo XIII, trataba de que fuera canonizado y el mapa podría haber sido un anuncio muy gráfico de la reivindicación de Cantilupe. Esta interpretación la reforzó en el año 2004 el profesor Dan Terkla, que descubrió al lado de la tumba de Cantilupe, en la catedral de Hereford, una serie de agujeros en la pared justamente de la longitud y altura necesarias para los brazos que sujetaban el mapa en su tríptico. Esta no debe ser aún la respuesta final. Desde 1988 hemos aprendido muchas cosas sobre el mapa de Hereford que no sabíamos antes. También hemos aprendido que hay muchas informaciones que continúan sin ser descubiertas. BIBLIOGRAFÍA Paul D. A. Harvey. Professor Emeritus de Historia Medieval de la Universidad de Durham y presidente del Consejo Internacional de Archivos (ICA). Autor de Medieval Maps (Londres, 1991), un excelente manual ilustrado con magníficas reproducciones. |
«Lo que el mapa de Hereford y otros mapamundis enciclopédicos que han conseguido sobrevivir nos explican es el mundo dibujado como una creación divina, sometido al juicio de Dios» |