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Coastal fluctuations. The Valencian coasts have undergone important environmental changes over the last millennium. Rivers have left their old riverbeds and estuaries dry, the lagoons have silted up and become cut off from the sea, some dunar chains have advanced hundreds of metres while others have disappeared. The archaeological records, historical documentation and cartography have allowed us to glean the extent of these changes, which have not been studied in depth until now. Hace unos meses la televisión y los periódicos difundieron el descubrimiento de una ciudad romana sumergida en la costa de Egipto, a la orilla del delta del Nilo. Seguramente, muchos lectores y espectadores relacionaron las ruinas helenísticas cubiertas de arena y algas con el lento hundimiento de la ciudad de Venecia, con la preocupación por la cuestión del cambio climático o, por qué no, con el poético mito de la Atlántida. Las costas son ambientes con un equilibrio inestable, paisajes siempre fronterizos que experimentan cambios importantes con el paso del tiempo; tierra y mar juguetean con la construcción y destrucción de los deltas, playas, albuferas y barras submarinas, en la paradoja de un paroxismo lento y permanente. El hombre, omnisciente, establece la medida de las cosas, también de las costas. Valora los cambios costeros en función de los beneficios o pérdidas materiales y percibe la evolución del litoral en referencia a los hitos constructivos –sean antiguas torres de vigía o chalés en primera línea de playa. Con todo, la memoria colectiva es selectiva. Muchas alteraciones de los ecosistemas litorales se olvidan con los años y a menudo se asume una invariabilidad indemostrada del medio natural, como si pesara todavía una especie de herejía o inercia del creacionismo. Por todo ello, los medios de comunicación encuentran sorprendente y noticiable el descubrimiento de una ciudad sumergida o un cambio en una desembocadura fluvial: también hace unos días la prensa ha divulgado la avulsión del río Guadalaviar, que en el siglo XIII cambió su cauce desde la playa de Pinedo hacia el Grao de Valencia. El estudio de estos cambios del paisaje costero en el mar Mediterráneo ha profundizado en las grandes variaciones paleoambientales desde la antigüedad; sin embargo, los procesos más recientes han pasado un tanto desapercibidos: ahora mismo no se conocen bien las tendencias de la costa valenciana durante el último milenio. Son episodios que han quedado lejos del alcance de la memoria colectiva y demasiado cerca del interés de muchos cuaternaristas. Permanecen justamente en el vacío que separa la escala humana y la escala geológica. En este momento disponemos de algunos casos estudiados: formas y procesos del litoral valenciano que han evolucionado desde la edad media, con o sin interferencia humana. Son piezas que poco a poco van encajando. En los próximos años, la reconstrucción del pasado reciente nos habría de permitir enlazar los resultados de las investigaciones sobre el litoral de época romana con las proyecciones climáticas sobre el futuro de las costas en el siglo XXI. El registro de la documentación histórica, de antiguos textos y mapas, nos debe proporcionar información sobre estas transformaciones, encaminando de esa manera la geomorfología litoral por una vía poco transitada en nuestras costas. La lectura de una crónica de Gaspar de Escolano, escrita al inicio del siglo XVII, es un buen punto de partida. Este cronista –catedrático de nuestra Universidad– apunta detalles sobre las costas valencianas del seiscientos y deja referencias de otro comportamiento del nivel marino: “Descúbrese hoy día en aquel puerto [Santa Pola] muchos rastros del muelle del puerto en seco, más de quinientos metros tierra adentro: por haberse retirado el mar, como cadía experimentamos en la costa; y mayormente en la playa de la ciudad de Valencia, donde en tiempo de nuestros padres casi las olas bañaban la muralla el pueblo que llamamos Grao, y agora dista de la mar más de una larga carrera de cavallo». |
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© J. Domingo El cuartel de carabineros de El Prat de Cabanes se ha visto arrastrado por el mar, aunque hace unas décadas se encontraba a cierta distancia. |
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En efecto, antes que los grandes puertos del siglo XX alteraran la dinámica costera, durante los siglos medievales y modernos, muchas de nuestras playas avanzaron centenares de metros. Pero otras retrocedieron o se estabilizaron. Las torres de vigía edificadas por orden de Felipe II a lo largo del litoral poco poblado y miedoso resultan testimonios excelentes para medir el comportamiento secular de las restingas. Al norte del golfo de Valencia, las antiguas atalayas defensivas se alzan a la orilla del mar y en algún caso incluso han sido tragadas por las olas en el siglo XX. No dejan argumentos para reconocer ampliaciones de la parte superior de la restinga. Por el contrario, en el sector medieval del óvalo, algunas torres –la de La Vall d’Alfàndec, la de Xeraco, etc.– distan 400 metros de la playa actual y en la amplia restinga se reconocen dos cordones dunares separados por un canal medianero donde abundan marismas, pozas, valles, balsas y hoyos. Ha habido, entonces, a lo largo de los últimos siglos, una dinámica costera diferenciada al norte y al sur del golfo valenciano. La morfología de la desembocadura del río Molinell es otra manifestación del crecimiento de las restingas meridionales. En el siglo XVI–según un mapa elaborado a raíz de una disputa de tierras entre el marqués de Denia y los señores de Oliva–, su desembocadura era corta y perpendicular al mar, pero hoy el río serpentea en paralelo a la línea de la costa y acaba saliendo al mar más al norte. La evolución de esta desembocadura pudo estar motivada por un cambio en la deriva litoral, una alteración que parece constatarse en otros lugares de la costa. De hecho, en el Grao de Valencia, también los mapas antiguos demuestran que entonces la arena quedaba atrapada al sur del puerto, mientras que hoy se acumula en la playa norte, por efecto de la actual corriente litoral, de sentido norte sur. |
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© Mètode A la izquierda, la desembocadura del Molinell, que en el siglo XVI era corta y perpendicular al mar, serpentea en paralelo a la costa. A la derecha, el río Millars ha dejado varios cauces abandonados en su desembocadura. En tiempos pasados circuló por ellos y ahora también lo hace en las avenidas. |
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Las albuferas también han experimentado cambios importantes. Los textos de Escolano y la documentación de archivo refieren los últimos momentos de unos espacios más abiertos al mar, de embocaduras –goles– que permitían la entrada frecuente de agua salada. Entre los siglos XVI y XVII, y muy particularmente en la Albufera de Valencia, se observa un proceso de endulzamiento definitivo, una continentalización paralela al colapso o al declive de determinadas explotaciones tradicionales de los recursos de la costa, como la actividad salinera o la pesca en las albuferas. A lo largo de la época moderna algunas golas perfectamente documentadas desde el siglo XIII–como la de la Albufera de Valencia o la de Morvedre– fueron cerrándose, hecho que tuvo repercusiones medioambientales inmediatas en los estanques, además de forzar, del siglo XVIII en adelante, la construcción de numerosas golas nuevas –duplicando el número al litoral valenciano– para asegurar el drenaje de los arrozales en expansión. El cierre de las golas –así como el ya comentado recrecimiento de las restingas– es una modalidad más de adaptación a la retirada del mar en una costa de acumulación, quizá también manifiesta en la inestabilidad histórica de las desembocaduras de los ríos del golfo de Valencia: en buena parte de ellas hay un cauce viejo y uno o más nuevos. Hay documentados procesos de avulsión, de mayor o menor alcance, además del citado caso del Turia, en el Júcar, en el Millars y en el Palancia, en la rambla de Gallinera, en el río de Les Coves y en el de Xeraco. El estudio de los cambios ambientales seculares en la costa del golfo de Valencia es, en definitiva, una cuestión abierta, fundamentada todavía en datos escasos y observaciones discontinuas. Para conocer el alcance de estas transformaciones será necesario movilizar información procedente de viejos planos, textos y de la posición de las construcciones costeras, un montón de referencias relativas para establecer la medida de las costas en el pasado reciente. Joan F. Mateu Bellés. Departament de Geografia. Universitat de València.
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© Mètode 2013 - 26. Redescubrir el litoral - Disponible solo en versión digital. Verano 2000