¿Qué hacemos con los recursos escasos?

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© Ana Ponce & Ivo Rovira
España se ha situado como referencia mundial en el campo de la energía eólica y solar, pasando de los 1.000 MW instalados en 1990 a una potencia de origen renovable superior a los 30.000 MW en 2009.

La energía, junto al agua, es un elemento decisivo para cualquier estrategia de crecimiento económico. Los despilfarros del pasado no pueden continuar si queremos asegurar un crecimiento sostenible económico, social y medioambientalmente. El papel de las energías será cada vez más importante.

No es posible empezar este artículo sin referirse al impacto de la crisis mundial iniciada en el 2008 y a sus efectos sobre la economía española. Con una ligera revisión al alza de las previsiones de crecimiento para el 2010, la Comisión Europea prevé cerrar este ejercicio con un crecimiento del producto interior bruto (PIB) de alrededor del 0,9% para el conjunto de la zona euro. Las previsiones para el estado español continúan previendo un crecimiento negativo del PIB en torno al 0,4%.

A pesar de estas previsiones, hay que tener presente que la demanda agregada energética, que siempre ha funcionado como un indicador fiable de la coyuntura económica, muestra a principios del 2010 claros signos de recuperación: la variación de la demanda eléctrica nacional a lo largo del primer semestre del 2010 fue un 4% superior a la del mismo período del 2009 y la del gas, un 1,5%, recuperándose en ambos casos de las cifras negativas registradas en el año 2009.

No cabe duda de que nos encontramos en un momento difícil a escala mundial, pero no se puede ignorar que, si bien las crisis provocan dificultades, también ofrecen oportunidades.

Unas oportunidades que piden una reflexión previa que permita definir un diseño de estrategias encaminadas a un cambio de modelo económico que impulse un crecimiento equilibrado y sostenible. Y este crecimiento ha de conciliar el desarrollo económico, social y ambiental en el marco de una economía productiva y competitiva que favorezca la creación de nuevos puestos de trabajo, la igualdad de oportunidades, la cohesión social y que garantice el respeto al medio ambiente.

Un impulso de la sostenibilidad en el caso del sector energético deberá basarse en los principios de mejora de la competitividad, medidas de ahorro y eficiencia energéticas y promoción de las energías limpias, sin olvidar la reducción de las emisiones a la atmósfera de gases contaminantes.

Es el momento de realizar las transformaciones necesarias para modernizar sectores básicos de nuestra economía pero también de buscar nuevas oportunidades de crecimiento en nuevos sectores emergentes en los que España tenga ventajas competitivas. Este puede ser el caso de las energías renovables.

La necesidad de reducir la dependencia energética exterior en unos momentos de una gran volatibilidad de precios ha favorecido la decidida apuesta del gobierno español en cuanto a las energías renovables. Eso se ha traducido en una política energética que debe dar cumplimiento a los objetivos comunitarios específicamente en el ámbito de la energía. Los objetivos son incrementar la eficiencia energética para poder ahorrar un 20% del consumo de la energía de la UE, llegar a un 20% de energías renovables en el consumo total de energía primaria en el 2020 en la UE y, en último término, establecer un objetivo vinculante mínimo del 10% para todos los estados miembros en relación al porcentaje de biocombustibles en el conjunto de combustibles (gasóleo y gasolina) de transporte consumidos en la UE en el 2020.

El apoyo a las energías renovables representa un coste para el consumidor próximo a los 6.000 millones de euros anuales en forma de primas, lo que abre un debate sobre la idoneidad de estos sistemas de promoción que no se puede entablar sin tener una visión global de la cuestión.

Sin ir más lejos, unas condiciones climáticas como las vividas a principios del 2010 en el estado español han sido favorables a la generación de energías de origen renovable –superior al 40% a lo largo de muchas horas al día–  que se ha combinado con una demanda energética inferior, lo que se ha traducido en precios en el mercado mayorista alrededor de los 30 euros/Mwh, los precios más bajos de energía eléctrica a nivel europeo.

Desde el punto de vista de seguridad del suministro hay que destacar que la aportación de las energías renovables al consumo final bruto de energía en el estado español se prevé para el año 2020 en un 22,7%, casi tres puntos superior al objetivo obligatorio fijado por la Unión Europea en sus estados miembros, mientras que la aportación de las renovables a la producción de energía eléctrica llegará al 42,3%, por lo que España superará sus previsiones en este ámbito en un 40%.

El empuje de las energías renovables en nuestro país es indudable. De 1.000 MW instalados en 1990, hemos pasado a tener una potencia de origen renovable superior a los 30.000 MW a finales de 2009, por lo que España se ha situado como referencia mundial especialmente en el campo de la energía eólica y solar.

De acuerdo con los datos publicados en diciembre del 2009 por la Asociación de Productores de Energías Renovables de España (APPA), la contribución en el 2008 del sector de las energías renovables al PIB fue de 7.315 millones de euros (4.805 millones de euros de contribución directa y 2.510 millones de euros de impacto inducido), lo que representa el 0,67% del PIB.

En el terreno tecnológico, las energías renovables con más contribución al PIB fueron la eólica (51,9%), la fotovoltaica (21,6%), la biomasa (15,07%) y la minihidráulica (7,2%).

El desarrollo de estas tecnologías de generación de origen renovable ha significado la creación de potentes sectores industriales de fabricación de equipos y componentes, asociados a estas tecnologías con un fuerte perfil exportador. Así mismo representa un fuerte impacto en creación de puestos de trabajo, sobre todo con personal de elevada capacitación.

Las energías renovables desarrollan un papel revitalizador en momentos de crisis como los actuales porque actúan como input básico sobre diferentes ramas del sistema productivo ya que difunden progreso tecnológico.

La innovación en las economías desarrolladas significa un factor de competitividad en un mundo globalizado como el nuestro. De aquí la importancia de disponer de un sistema de innovación bien ordenado, creativo y eficiente, que sea capaz de dar respuesta a los retos a los que hoy la sociedad se enfrenta. Todo ello sin olvidarse de la necesidad de un marco regulatorio fuerte y estable que sea capaz de aportar seguridad a los inversores. Esta es sin ninguna duda una de las principales contribuciones que cabe esperar del sector energético español para ayudar a salir de la crisis económica actual. 

Maria Teresa Costa. Catedrática de Economía Aplicada, Universitat de Barcelona, y presidenta de la Comisión Nacional de Energía de España.
© Mètode 68, Invierno 2010/11.

 

«La aportación de las energías renovables a la producción de energía eléctrica llegará al 42,3%, por lo que España superará sus previsiones en este ámbito en un 40%»

 

© Mètode 2011 - 68. Después de la crisis - Número 68. Invierno 2010/11

Catedrática de Economía Aplicada de la Univer­sidad de Barcelona.