Un viaje sin retorno: presente y futuro de la sexualidad humana

 El punto de no retorno: presente y futuro de la sexualidad humana. Actualmente, la selección natural continúa influyendo en las poblaciones humanas, condicionando nuestra forma de ser y nuestro comportamiento. A pesar de que no sabemos nada sobre las presiones a las que nos enfrentaremos en el futuro, podemos estar seguros de que los hijos y las hijas de las próximas generaciones serán, como siempre, de los progenitores que se reproducen con éxito. Por este motivo, aquellas características fenotípicamente hereditarias que puedan aumentar la capacidad de una persona de sobrevivir y reproducirse, estarán mejor representadas en las futuras poblaciones.

Cuando observamos el comportamiento de un chimpancé, de una mariposa o de un salmón en su hábitat natural podemos tener la seguridad de que están tratando de maximizar su éxito reproductivo individual. ¿Se podría afirmar lo mismo en el caso de los seres humanos modernos? ¿Continúan siendo funcionales las viejas adaptaciones de nuestra sexualidad frente a las nuevas presiones de selección impuestas por los modernos hábitos de vida dentro de las aglomeraciones urbanas? En la actualidad la gente se sigue esforzando por conseguir cosas a lo largo de su vida. Pero éstas suelen corresponderse con valores tan aparentemente alejados de la noción de “éxito reproductivo” como el dinero, la felicidad, el poder o la seguridad. Paradójicamente, las estadísticas realizadas en las sociedades occidentales modernas indican que las familias adineradas no son las que más hijos tienen. Por el contrario, son las familias con menores recursos económicos las que mayor número de descendientes suelen generar. En apariencia, este hecho representaría un desafío a la predicción de que un mayor estatus social y económico debería contribuir no sólo a incrementar el número de descendientes engendrados sino también las probabilidades de que dichos descendientes alcancen la edad adulta. Esto es lo que todavía hoy puede encontrarse en algunas de las sociedades tribales actuales, en las que los mejores cazadores y los ganaderos más poderosos son también los que mayor éxito reproductivo alcanzan.

Anticonceptivos, estatus económico y éxito reproductivo

Algunos autores han creído encontrar en la utilización de las técnicas anticonceptivas la explicación para esta aparente ausencia de correlación positiva entre la riqueza de los individuos y su éxito reproductivo en las sociedades occidentales modernas. En su opinión, es el efecto de los anticonceptivos el que produce la reducción en el número de hijos que ciertos individuos hubieran engendrado de haber vivido en una sociedad en la que estas técnicas estuvieran ausentes. Con el fin de comprobar la veracidad de esta explicación, el antropólogo Daniel Pérusse publicó en 1993 los resultados de una interesante encuesta realizada entre un amplio número de hombres canadienses a los que se les solicitó información acerca de sus ingresos económicos, pautas de actividad sexual, número de hijos, etc. A partir de los datos de la actividad sexual de los encuestados, el autor realizó una estimación del número de concepciones potenciales (NCP) de las que cada hombre habría sido responsable en el año anterior si tanto él como su compañera (o compañeras) se hubieran abstenido de utilizar métodos anticonceptivos. A diferencia del resultado que se obtiene cuando sólo se considera el número real de hijos de los encuestados, en este caso se pudo encontrar una correlación altamente significativa entre el éxito reproductivo de los individuos (medido a través del NCP) y sus ingresos económicos. Esta correlación fue especialmente pronunciada en el caso de los hombres solteros. A partir de estos resultados, Pérusse concluyó que los hombres solteros suelen tratar de realizar tantas cópulas como les resulta posible. Sin embargo, debido a una preferencia selectiva de las mujeres, su habilidad para hacerlo se ve fuertemente influida tanto por su riqueza como por su posición social. Por tanto, los esfuerzos por conseguir un mayor estatus económico y social entre los hombres de las sociedades modernas podrían ser considerados, en opinión de Pérusse, como el producto de una pasada selección ocurrida en ambientes en los que las concepciones “potenciales” tenían una probabilidad mucho más elevada de generar descendientes que en la actualidad.

«Hasta hace muy pocos años, en nuestro país las familias con cuatro hijos o más eran muy comunes»

Anticonceptivos y monogamia

No sería ésta la única consecuencia que los métodos anticonceptivos tienen sobre la moderna sexualidad humana. También se han apuntado otros efectos capaces de influir negativamente sobre la estabilidad de los emparejamientos monógamos establecidos entre los hombres y las mujeres en las sociedades actuales. Tal como Robert Wright señaló en 1994, durante la evolución humana no hubo preservativos ni pastillas anticonceptivas. Si una pareja mantenía relaciones sexuales durante uno o dos años y no engendraban descendientes, lo más probable es que uno de ellos no fuera fértil. Desde el punto de vista adaptativo, no tenían nada que perder y sí mucho que ganar separándose y buscando una nueva pareja. Algunos autores han especulado que, en el pasado, la selección natural pudo haber favorecido el surgimiento de estrategias de comportamiento capaces de inducir la búsqueda de una nueva pareja cuando la anterior se mostraba “poco” fértil. Esta idea ha comenzado a recibir apoyo empírico a partir de los recientes estudios realizados con diversas especies de gibones, los cuales han sido considerados tradicionalmente como ejemplos paradigmáticos de primates monógamos. Si ello fuera cierto también para la especie humana, el uso continuado de métodos anticonceptivos podría estar representando una seria amenaza para la estabilidad de las parejas monógamas. Curiosamente, las estadísticas nos dicen que los matrimonios sin hijos son los que tienen una mayor probabilidad de ruptura.

Por supuesto, el lector puede argumentar que la gente abandona a sus parejas por motivos sentimentales y no como consecuencia de cálculos conscientes acerca de su éxito reproductivo. Y es cierto, pero no hay que olvidar que las emociones no son más que los brazos ejecutores de la evolución. Por debajo de los pensamientos y los sentimientos se encuentran frías y complejas ecuaciones en las que se combinan variables tales como el estatus social, la edad de la pareja, el número de hijos, los ingresos económicos, etc. El problema está en que nuestros sentimientos fueron moldeados en ambientes muy diferentes de los que nos ofrecen las aglomeraciones urbanas actuales. En este sentido, todavía nos quedan por evaluar muchas de las consecuencias que los modernos hábitos de vida están teniendo sobre la expresión de nuestro comportamiento sexual. Una de ellas sería, por ejemplo, el aumento en el índice de infidelidad conyugal que viene asociado con la mayor complejidad de las redes sociales urbanas. Al parecer, la infidelidad es más fácil en una ciudad anónima que en un pequeño poblado de cazadores y recolectores. De hecho, los estudios de paternidad demuestran que sólo el 2% de los niños nacidos en un poblado Kung son fruto de una infidelidad. Sin embargo, en algunos barrios urbanos modernos esta cifra llega a alcanzar al 20% de los nacimientos.

Foto: A. Ponce.

Foto: A. Ponce.

«En los últimos treinta años la disponibilidad de métodos anticonceptivos baratos y seguros ha llevado a una drástica disminución en el número de hijos por pareja. Esto puede tener consecuencias imprevisibles en la relación de pareja»

 

Nada sabemos acerca de las presiones de selección con las que se enfrentarán las poblaciones humanas en el futuro. Cualquier especulación en este sentido, aunque atractiva y estimulante, no sería más que ciencia ficción. No obstante, podemos tener la seguridad de que los hijos y las hijas de las futuras generaciones procederán, como lo han hecho siempre, de progenitores que tengan éxito en su reproducción. Atendiendo a lo dicho en los capítulos precedentes, aquellos rasgos fenotípicos heredables capaces de incrementar la habilidad de los individuos para sobrevivir y reproducirse serán los que mayor representación alcanzarán en las poblaciones humanas del mañana.

Sin embargo, cabe preguntarse si en el futuro no desearemos ejercer algún tipo de control sobre nuestra propia evolución, de la misma forma que lo hacemos en la actualidad con nuestros animales domésticos y plantas cultivadas. Sin duda, nuestro deseo de intervención se irá incrementando a medida que vayamos acumulando nuevos conocimientos biológicos y avances técnicos. Por el momento, todavía estamos perfeccionando algunas de las herramientas que nos permitirán realizar tales manipulaciones. Así, por ejemplo, cada vez es mayor el número de parejas que ven solucionados sus problemas de infertilidad gracias a las modernas técnicas de reproducción asistida. De igual forma, los avances en la cirugía plástica están ayudando a transformar la apariencia física de muchas personas haciendo que rasgos externos como la asimetría fluctuante dejen de ser indicadores honestos de la “calidad genética” de los individuos. Desconocemos el efecto que éstas y otras manipulaciones similares tendrán sobre la evolución futura del ser humano. En cualquier caso, deberíamos tomar conciencia de ello y elegir con libertad.

Bibliografía
Pérusse
, D., 1993.  “Cultural and reproductive success in industrial societies: testing the relationship drec the proximate and ultima’t levels”. Behavioral and Brain Sciences, 16: 267-322

Wright. R., 1994. “Our cheating hearts”. Time, 144:36-44

© Mètode 2013 - 30. Sexo para todos - Disponible solo en versión digital. Verano 2001

Facultad de Psicología. Universitat de València.