Jocelyn Bell: De las señales de las estrellas a la discriminación de género

Conferencia de Jocelyn Bell

El pasado 11 de febrero de 2016 será un día difícil de olvidar para las personas que formamos parte de la Facultad de Física de la Universitat de València. Tres acontecimientos importantes coincidieron para hacer ese día perdurable para siempre. En primer lugar, uno de los descubrimientos más relevantes para la física se iba a anunciar en una rueda de prensa a nivel mundial por representantes del LIGO (Laser Interfererometer Gravitational-Wave Observatory) desde la sede de la Fundación Nacional para la Ciencia, en Washington. Se había logrado detectar la primera onda gravitacional. 

Ese mismo día se celebraba por primera vez el Día Internacional de las Mujeres y las Niñas en la Ciencia, un hito también clave para promover la participación plena y en condiciones de igualdad de las mujeres y de las niñas en la educación, la capacitación, el empleo y los procesos de toma de decisiones en la ciencia, eliminando toda forma de discriminación contra la mujer.

«Jocelyn Bell es una descubridora innata de señales, de esas que están ahí esperando a que alguien las encuentre y se fije en ellas»

Por último, y no menos importante, la astrofísica Jocelyn Bell se encontraba de visita en nuestra facultad, y nos deleitó con su genial oratoria didáctica y entusiasta en una conferencia multitudinaria en la que nos contó que formamos parte de las estrellas, esas cuyas señales lleva observando desde hace más de cuarenta años.

Sin duda, la conjunción de estos acontecimientos en la vida de Jocelyn Bell hará que recuerde su visita a Valencia de forma especial, como así nos transmitió recientemente. Poder ver su rostro emocionado ante el anuncio del descubrimiento de las ondas gravitacionales será algo difícil de olvidar también para los que pudimos descubrir ese momento con ella, porque Jocelyn Bell es una persona difícil de olvidar. Su cercanía, su entusiasmo contagioso por la ciencia y esa sabiduría arrebatadoramente certera en todo lo que emprende son virtudes que la caracterizan.

No debió ser fácil para ella vivir una de las mayores injusticias en la ciencia, como fue el hecho de haber sido apartada de un premio Nobel cuando fue ella misma la que pacientemente descubrió las primeras señales de un púlsar, estrellas muy masivas de neutrones que rotan a gran velocidad. En 2004 escribió un editorial en la revista Science, «So few pulsars so few females», en el que confesaba que quizás su juventud y el hecho de ser mujer pudieron influir en que no se la incluyera en el Premio Nobel en Física, que sí que disfrutaron su director de tesis y el director del departamento en 1974. En aquel momento, los flashes de la prensa británica estaban injustamente más interesados en su vida privada y en su aspecto físico que en su genialidad y discurso científico. Años más tarde confesó que en esa época se sintió como «un trozo de carne».

Pero ella siguió buscando las señales y encontrándose de frente con la realidad de una ciencia masculinizada por completo. Cuando empezó la educación secundaria fue testigo de cómo el alumnado era segregado entre chicas, que asistirían a clases de trabajo doméstico, y, chicos, que asistían al laboratorio de ciencias. Se quejó y habló con sus padres, y logró así que el centro accediera a que tres chicas interesadas en el laboratorio de ciencias pudiesen asistir a él. Ella obtuvo la mejor nota de toda la clase. Por ello, y como alumna brillante en ciencias, decidió estudiar física en la Universidad de Glasgow, donde era la única mujer entre 49 hombres.

Después de estudiar el doctorado y descubrir los púlsares, acompañó a su marido en su carrera diplomática, lo que la apartó de la primera línea de investigación, aunque siguió desarrollando la pasión por la astronomía en las universidades de las distintas ciudades en las que vivió. Más tarde, cuando se divorció y su hijo se independizó, pudo crear su propio grupo de investigación y dedicarse a jornada completa a investigar las señales de estrellas binarias.

La ciencia es «de ellos», está interpretada «por ellos», está dominada «por ellos», como siempre comenta, pero en «la diversidad está el éxito de la ciencia». Se necesita todo el talento para hacer la ciencia más fuerte, creativa, flexible, robusta y exitosa. Pero esa diversidad viene acompañada de cierto malestar e incomodidad, y es difícil y tediosa de manejar. Pero no es imposible, aunque haya que esforzarse en ello, y al respecto Jocelyn Bell nos dice que «el límite es cultural y no está en el cerebro de las mujeres».

Jocelyn Bell es una descubridora innata de señales, pero de todo tipo de señales, de esas que están ahí esperando a que alguien las encuentre y se fije en ellas. Señales procedentes del universo y señales humanas, brillantes o tenues, de mujeres ilusionadas por la ciencia. Ella siempre está ahí para apoyarlas y animarlas a seguir adelante. Y así, como me comentó durante su visita, está orgullosa de que en sus cursos de astronomía en Oxford el 50 % del alumnado sean chicas. ¡Gracias, Jocelyn Bell!

© Mètode 2016 - 89. Los secretos del cerebro - Primavera 2016

Profesora de la Faculdad de Física de la Uni­versitat de València.