¿Puede verse Venus al oeste poco antes de amanecer? Es una pregunta que a menudo hago a mis estudiantes de astronomía. La respuesta es que no. Los planetas inferiores, Mercurio y Venus, se ven siempre al este antes del amanecer, o al oeste poco después de ponerse el Sol, ya que sus órbitas en torno al Sol, vistas desde la Tierra, no permiten que el planeta se separe angularmente demasiado de su estrella. Por ejemplo, la separación máxima de Venus del Sol, técnicamente conocida como «máxima elongación», es de 47 grados. Venus es el Lucero del Alba cuando se avista por el este antes de que amanezca o la Estrella Vespertina cuando se deja ver, al ocaso, por el oeste. Para que sea visible, el disco solar debe situarse completamente por debajo del horizonte, de lo contrario la luz solar ilumina de tal manera el cielo circundante que no permite apreciar Venus con claridad.
En el cuadro del pintor valenciano Enrique Simonet (1866-1927) titulado Flevit super illam (“Lloró por ella”) se refleja el pasaje bíblico de la llegada de Jesús a Jerusalén, cuando llora por la ciudad al profetizar su futura destrucción (Lucas 19, 41). En el cuadro se representa la ciudad y su majestuoso templo, inventado por el pintor, vistos por la comitiva que acompañaba a Jesús desde el Monte de los Olivos, según relata el pasaje bíblico. Desde esa ubicación, Jerusalén queda al oeste. El momento de la escena es el amanecer del día de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. En la explicación que ofrece un vídeo en la web del Museo del Prado se dice que el astro que se ve entre nubes sobre el horizonte es el Sol, que estaría saliendo por el oeste, algo no aceptable astronómicamente, pero que se justifica como licencia del autor.
«El pintor conoce la situación de los astros en el momento y el lugar de la escena representada y hace uso de este conocimiento para dotar al cuadro de realismo astronómico»
Enrique Simonet viaja entre 1890 y 1891 a Palestina y a Egipto para documentarse sobre esta y otras de sus obras. Trata de que las personas y los paisajes que aparecen en su obra estén dotados de gran realismo, por eso parece poco adecuado suponer que se tomara esa licencia artística. Por otro lado, si el disco solar ha salido completamente, Venus, que aparece sobre la cabeza de Jesús, tampoco sería visible: otra licencia difícil de admitir para un pintor que se toma la molestia de visitar los escenarios donde, presumiblemente, transcurrió la escena del cuadro diecinueve siglos antes.
Desde nuestro punto de vista, en realidad el astro entre nubes es la Luna, astro fundamental en el calendario hebreo y particularmente relevante en la determinación de la fecha de la Pascua judía (el Pésaj). Si la Luna está llena y poniéndose por el oeste, se encuentra a 180 grados del Sol. Por tanto el Sol estaría a punto de salir por el horizonte este. Es decir, el Sol se encuentra a espaldas del pintor-espectador y la Luna se está ocultando por el oeste, iluminando con su luz difusa el templo de Jerusalén. Quizá teniendo en cuenta esta hipótesis se entienda mejor la iluminación del cuadro: luz solar crepuscular que proviene de un Sol a punto de salir, situado a espaldas del grupo. En ese caso, como decíamos al principio, la estrella que se posa sobre la cabeza de Jesús no puede ser Venus, pero podría ser cualquiera de los otros planetas brillantes: Júpiter, Saturno o Marte.
Simonet acababa de pintar Autopsia del corazón, en el que, según explica la catedrática de Historia del Arte Teresa Sauret, «hace de la ciencia y la medicina expresión del progreso de la época, el eje de la historia». Creemos que esta aproximación a la ciencia también es aplicable a Flevit super illam: el pintor es conocedor de la situación de los astros en el momento y el lugar de la escena representada y hace uso de este conocimiento para dotar al cuadro de realismo astronómico.