El mundo, decididamente, es inteligible

Foto: J. Wagensberg

Un árbol tiene un único tronco enraizado en el suelo del que emerge un cierto número de ramas primarias, de las que emerge un cierto número de ramas secundarias de las que emerge un cierto número de ramas terciarias… de las que parte un cierto número de ramas finales de donde brotan cierto número de vértices terminales, digamos hojas. Todas las hojas de un árbol comparten el mismo tronco. Muchas hojas, aunque quizá no tantas, comparten una misma rama primaria, otras muchas, aunque quizás aún menos, comparten una misma rama secundaria… y así hasta cierto número de finas ramas finales de orden n – 1 que ya sólo tienen, si tienen, vértices terminales u hojas. Una buena metáfora es que para cualquier pedazo de realidad constituido por un conjunto de objetos y fenómenos (representable por n hojas) existe un conocimiento inteligible (representable por la fronda de un árbol compatible con tales hojas). La teoría matemática de los grafos arbóreos responde a esta pregunta crucial ¿Cuántas frondas o ramajes conectan n hojas? Y la respuesta (Cayley) es: n elevado a n –  2. Casi nada. La ciencia, sencillamente, elige una de ellas: la más objetiva, la más inteligible, la más dialéctica, la más universal.

Una clasificación, como por ejemplo la clasificación de Linné para los seres vivos, es una forma de comprensión, un árbol en el que sólo las hojas representan objetos reales, los individuos vivos. Tú mismo, lector, eres una hoja de árbol con un DNI irrepetible, que compartes con todos los lectores y con todos los seres humanos que han existido en la realidad de este mundo una misma rama de la especie del Homo sapiens sapiens, la rama de grado once, que procede de la rama, de grado diez, llamada género (Homo, como el Homo neardentalensis o como el Homo erectus), que procede de la rama de grado nueve llamada familia (Hominidae, como los Australopitecus afarensis), que procede de la rama de grado ocho llamada superfamilia (Hominoidea, como los gorilas o los chimpancés), que procede de la rama de grado siete llamada suborden (Anthropoidea), que procede de la rama de grado seis llamada orden (primates, como el mono araña o el mono barrigudo), que procede de la rama de grado cinco llamada clase (mamíferos, como un lobo o un oso), que procede de la rama de grado cuatro llamada subtipo (vertebrados, como un pez o una pájaro), que procede de la rama de grado tres llamada tipo (cordados, como un gusano o una hormiga), que procede de la rama de segundo grado llamado reino (animal, como una medusa o una estrella de mar), que procede de la rama primaria llamada superreino (eucariotas, como cualquier animal o planta) que procede del tronco llamado mundo vivo (como cualquier ente vivo con el que compartimos el mismo código genético). Está claro que con el mismo pedazo de realidad, el conjunto de todos los individuos vivos que existen o han existido, se pueden hacer muchas otras clasificaciones, es decir, se pueden proponer (inventar) muchas otras frondas. Jorge Luis Borges, en un texto hilarante (El idioma analítico de John Wilkins. Emecé editores, 1960) escribe que en cierta enciclopedia china:

los animales se dividen en a) pertenecientes al emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e)sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas.

A lo que responde Michel Foucault en Les mots et les choses, une archélogie de les sciences humaines (Gallimard, 1966):

este texto de Borges me ha hecho reír durante mucho tiempo, no sin un cierto malestar difícil de vencer

Por todo ello podríamos desautorizar (y sin embargo disculpar) el célebre aforismo de Einstein:

lo más incomprensible del mundo es que el mundo sea comprensible

Un mundo totalmente ininteligible es aquel en el que nada tiene que ver con nada, un mundo representado por un bosque de árboles con una única rama y una única hoja. Y todo ello sin tener en cuenta que la realidad material del mundo (las hojas) consta de unas 10 elevado a 80 partículas que tienen una historia común.

© Mètode 2011 - 59. Comprobado científicamente - Número 59. Otoño 2008

Profesor titular del Departamento de Física Fundamental. Universitat de Barcelona.