Fraude

Recorta, engancha y colorea

Text corregit

Hace meses que evito afrontar el tema, pero algún día lo tenía que hacer. Admitámoslo: una parte no insignificante de la literatura científica pertenece al género de la ficción. No a la ficción lablit, novelas de argumento científico, sino a la ficción con intención de engañar al lector. Lo que, hablando en plata, llamamos un fraude.

A pesar de lo que pueda parecer a veces, la ciencia la hacen personas. Falibles, débiles, venales y parciales… Que una tropa como esta pueda sacar adelante un trabajo tan duro y exigente es un misterio no resuelto. Seguramente una parte de la explicación se encuentra a partes iguales en la perseverancia de los científicos y los efectos euforizantes de los productos de las máquinas expendedoras.Por ello, de vez en cuando, el sistema falla. Personas que deberían estar aplicando su talento en investigación se engañan –o engañan a su entorno– inventando unos resultados inexistentes. ¿Por qué?

A menudo, simplemente por sobrevivir. Es el fraude de poca monta, el maquillaje de resultados para presentarlos en la reunión de departamento que, inesperadamente, acaba incorporado a un informe anual de proyecto. Siempre es posible una retirada a posiciones más seguras, a menos que el maquillaje sea cirugía mayor.

Otras veces el impulso para hacer trampa es la ambición de hacer cosas grandes, no solo de consolidar un puesto de trabajo. Entre los que han estudiado este tema las opiniones están divididas. Los hay que piensan que la diferencia es de grado: para hacer un fraude que se pueda publicar en Nature hay que tener una mentalidad especial, no basta con ser un becario estresado. Otros piensan que este proceso es un continuo: empiezas borrando una banda en una figura para destacar el resultado y acabas recortando, pegando y coloreando bandas en experimentos de clonación de humanos.

En lo referente al género literario, ¿hay alguna diferencia entre un texto auténtico y un texto que presente resultados falsos? Desgraciadamente, no. La única diferencia se ha dado antes de preparar el documento, pero una vez que las figuras tienen leyenda, el resto es automático. La máquina de razonar raramente se replantea la veracidad de los datos.

La mejor reflexión que he encontrado sobre el tema es un libro en el que Walter Gratzer recoge varios ejemplos que abarcan todo el abanico, desde el autoengaño y el fraude menor hasta el fraude a gran escala. Los extremos son fáciles de reconocer, pero entre el maquillaje cosmético y la cirugía plástica creativa hay una enorme zona. A la vista de la presión que todos tenemos por dar resultados, lo que me sorprende es que no salgan más casos a la luz, pero eso ya es harina de otro costal.

Referencias
GRATZER, W., 2000. The undergrowth of science. Oxford University Press. Oxford.

© Mètode 2011 - 69. Afinidades electivas - Número 69. Primavera 2011
Biólogo y escritor (Barcelona).