Carlos Elías presenta su último libro con la siguiente dedicatoria: «A los hombres y mujeres de ciencias puras: porque tienen el deber moral de evitar que nuestra sociedad vuelva a las tinieblas del pensamiento mágico e irracional.» Esta frase resume el punto de vista personal que nos presenta el autor en su ensayo La razón estrangulada, donde hace una reflexión, y a la vez una llamada de alarma, sobre el problema actual que presenta la falta de vocaciones en el área de las ciencias, ante la proliferación de las matrículas de disciplinas como el periodismo o las artes cinematográficas. Y como consecuencia, un declive de la ciencia. Las datos en los que Carlos Elías se basa, como periodista y científico, son fruto de una investigación realizada en la propia London School of Economics (LSE), considerada como una de las universidades de economía y ciencias sociales más importantes del mundo, y por tanto, a tener en cuenta. Sus estudios a nivel europeo no solo nos muestran el descenso en el número de matrículas de ciencias en las universidades, incluso en los estudios de secundaria, sino que también se aprecia una caída de interés popular por la información sobre medio ambiente, los avances médicos, los nuevos inventos y los descubrimientos científicos.
Pero también la situación en EE UU, Japón o Corea del Sur es inquietante cuando ven vaciarse sus aulas en disciplinas con gran arraigo histórico como son la física, la química o las matemáticas. Al mismo tiempo, Elías hace una observación sobre el posible desplazamiento mundial del liderazgo en investigación primaria en favor de los países asiáticos, como China y la India, donde pasa al revés y se produce un incremento de jóvenes con estudios de ciencias puras.
Tras esta exposición de los hechos, el autor pasa a analizar las causas. Partiendo de su propia experiencia y formación, nos explica detalles sobre la dudosa influencia de la cultura mediática –sobre todo del cine y la televisión– a la hora de crear una imagen de los científicos y de la ciencia en general. Siempre presentan el arquetipo de «científico loco» –un modelo en absoluto atractivo–, como en la serie House, donde el protagonista trabaja mucho, pero no triunfa nunca ni gana dinero y lleva una vida social poco atractiva. Al mismo tiempo proliferan los programas que hablan de seudociencia, mezcla de ciencia y de esoterismo, como es el caso de Expediente X, donde predomina la segunda vertiente; o de magia, como en la serie cinematográfica Harry Potter, donde esta se presenta además como un enseñanza académica y llega a parodiar lugares emblemáticos para la ciencia como la Universidad de Oxford. Este capítulo resulta muy original por la cantidad de ejemplos de actualidad que hacen reflexionar gracias a los razonamientos que los acompañan y a la manera tan franca de exponerlos.
Sin embargo, ¿cómo se podría cambiar esta imagen? ¿Tienen algo que decir los científicos al respecto? Cuando un medio hace referencia a algún colectivo de manera desfavorable o discriminatoria, las personas implicadas inmediatamente hacen constar su protesta o disentimiento. No ocurre así en el mundo de los científicos. ¿Cómo se podría conseguir? Y por otra parte, ¿cuál es la situación española en esta materia? En España el debate por salvar la ciencia aún no se ha abierto, como sí que ha pasado en otros países, como por ejemplo Gran Bretaña, con una gran tradición científica y tierra de premios Nobel.
La razón estrangulada, a lo largo de sus doce capítulos, trata el problema de la falta de vocación científica de manera interdisciplinaria y haciendo gala de ese estilo tan propio y accesible de su autor para llegar al público.