Al servicio de la ciencia, la Universidad y nuestro país

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Cuando el presente número de Mètode vea la luz, habrá finalizado el Año Internacional de la Astronomía, que, aprovechando el cuarto centenario de la publicación del Sidereus nuncius de Galileo, ha servido para poner de manifiesto el extraordinario progreso experimentado por el conocimiento de todas las ciencias que tienen como objeto el estudio del universo en todas sus facetas. Una celebración que también se ha dirigido a las generaciones jóvenes con el fin de despertarles el interés por participar en el progreso de las ciencias, y, más concretamente, invitarles a integrarse en el futuro en las cada vez más numerosas cohortes de investigadores que se asoman cada día por las cada día más variadas ventanas abiertas en el universo en que vivimos.

Desde las que podríamos considerar primeras investigaciones fundamentadas en el método científico de Galileo Galilei, la ciencia de los astros ha progresado mucho hasta llegar al espléndido «fractal» de problemas, fenómenos y sistemas de tan variadas dimensiones. Hoy, lo que hace menos de un siglo se contenía bajo el simple nombre de astronomía ha pasado a ser el fértil campo de la astrofísica, que poco a poco se ve presionada por la cosmología, que estudia no solamente cuál ha podido ser el origen del universo sino también cuál será su destino.

Astronomía, astrofísica, cosmología, son ciencias en las que la experimentación, mejor dicho, la observación experimental, ha dado origen a todo un conjunto de modelos y teorías que pretenden explicar estas observaciones y, como consecuencia, formular un modelo comprensible del universo. En cierta medida fue Galileo quien inició esta manera de proceder en la que la observación conducía a la formulación de una teoría que debía ser revisada en función de observaciones más precisas que evidenciaban nuevos fenómenos. En cierta medida, nos encontramos en un campo donde los paradigmas están sometidos a una revisión constante. Incluso fenómenos de difícil explicación «exigen» la presencia de entidades de naturaleza desconocida que los científicos no han podido hacer más que calificar de «oscuras» (materia, energía…). Por otra parte, la observación también nos ha mostrado lo que sabíamos que debía ser, la existencia de planetas que orbitan un número cada vez más importante de estrellas de muy diversos tipos. Pronto se podrán observar planetas similares al nuestro, y quién sabe si está próxima la observación de indicadores vinculados a la existencia de vida en otros mundos.

Nos encontramos ante un campo apasionante de la ciencia, que demanda medios y personas para responder a tantos problemas, y que exige actualización en la docencia. En todo eso tiene un gran interés la Universitat de València, heredera de una amplia tradición astronómica que podríamos singularizar en la figura de Jerónimo Muñoz, que impartió su magisterio astronómico y realizó sus observaciones en el marco de la Cátedra de Matemáticas y Griego a mediados del siglo xvi. En el transcurso del tiempo hay que hacer mención especial a la creación del Observatori Astronòmic de la Universitat, cuyo telescopio principal, el Grubb, cumplió el pasado año cien años de existencia plenamente operativa. El impulso dado al Observatori por su director, Ignacio Tarazona Blanch, en el primer tercio del siglo xx ha conducido a la espléndida realidad de la Universitat en el momento actual, en el que el Departamento de Astronomía y Astrofísica produce importantes aportaciones en materias muy diversas, desde la observación de cuerpos próximos a la Tierra hasta los problemas actuales de cosmología, en una perfecta armonía entre teoría y observación. En el campo de la observación, la Universitat celebró el Año Internacional de la Astronomía con la puesta en marcha de las nuevas instalaciones del Observatori Astronòmic en Aras de los Olmos (Valencia), entre las que hay que destacar el telescopio robotizado TROBAR.

La Biblia, en el primer capítulo del Génesis, nos presenta una visión muy utilitaria del cosmos: Dios creó «estrellas para separar el día de la noche, y señalar las estaciones, los días y los años…». En cierta medida aquí radica la visión antropocéntrica que hasta no hace mucho teníamos del universo. Pero los hombres hemos atendido esta faceta, porque pronto hemos aprendido que el transcurso del tiempo podía relacionarse con la posición de los astros en el cielo y que eso nos permitía medirlo. Descubrimos así períodos de tiempo de igual duración y posiciones en el cielo que se repetían con regularidad; inventamos el mes, el año, en referencia a la Luna y al Sol. Definimos los ciclos y aprendimos que la evolución del universo y del mundo progresa en una dirección y pide cambios.

Esta digresión viene motivada porque en la Universitat de València se cumple un ciclo que afecta a quien escribe. Finaliza el período de ocho años (¿diríamos dos ciclos?) durante el que he tenido el honor y la responsabilidad de dirigir la Universitat como rector. Como científico considero un buen augurio que mi mandato finalice simultáneamente con el Año Dar­win y con el Año Internacional de la Astronomía, año que ha cosechado muy amplios frutos en la investigación, recogidos por una cada vez más amplia y mejor comunidad científica.

Han sido además ocho años de compañía constante de Mètode, con quien me comprometí en mi etapa anterior de vicerrector de Investigación. Con satisfacción y orgullo he podido seguir su crecimiento, el gran progreso en calidad y en difusión, hasta hacer de ésta la revista de referencia en la divulgación de la ciencia de nuestro país. Vaya para su director, Martí Domínguez, y su equipo, mi admiración y mi agradecimiento más sincero. Agradecimiento que quiero extender a los lectores de Mètode, a quienes nos debemos.

Esta será mi última tribuna como rector de la Universitat de València, confío poder continuar presente en Mètode, a la que deseo una muy larga vida al servicio de la ciencia, la universidad y nuestro país.

Francisco Tomás. Rector de la Universidad de Valencia.
© Mètode, Anuario 2010.

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© Miguel Lorenzo

«Con satisfacción
y orgullo he podido seguir su crecimiento,
el gran progreso
en calidad y difusión, hasta hacer de ‘Mètode’
la revista de referencia en la divulgación de la ciencia de nuestro país»

© Mètode 2011 - 64. La mirada de Galileo - Número 64. Invierno 2009/10

Catedrático de Química Física. Fue vicerrector de Investigación de la Universitat de València entre 1998 y 2002, y rector de esta institución entre 2002 y 2010.