Hunc igitur terrorem animi tenebrasque necessest […]
sed naturae especies ratioque.1
Titus Lucretius Carus.
De rerum natura, Liber tertius: 91-93
Estos versos de Lucrecio, que siguen al elogio de Epicuro, «honor de la gente griega», siempre me han parecido una de las más bellas metáforas de la ciencia como virtud para conseguir la ataraxia, ese estado de ánimo propio de la sabiduría. Ese deseo, sin duda, ha estado en el propio corazón del «somni de Lucreci» y ha sido un hilo conductor del pensamiento científico que llega hasta nosotros como ha señalado el magnífico reciente ensayo de este mismo título del director de Mètode, Martí Domínguez.
La apuesta por la ciencia ha caracterizado siempre el espíritu de la Universitat de València. Desde sus inicios, hace más de cinco siglos, estudios como los de medicina introdujeron los nuevos conceptos de la anatomía humana de Vesalio así como un conocimiento práctico del mundo natural, sobre todo de las hierbas terapéuticas. De hecho, la necesidad de disponer de tierras donde cultivar plantas medicinales promovió la creación de unos primeros huertos vinculados a la universidad que, con el tiempo y tras diversas ubicaciones, constituyeron el origen del actual Jardín Botánico.
El Estudi General fue también centro de humanismo y tolerancia. En aquellas aulas estudiaron o transmitieron sus conocimientos personalidades como el cirujano Lluís Alcanyís, perseguido y finalmente quemado por la Inquisición, el paracelsista Llorenç Coçar y Luis Vives, verdadero precursor de las ciencias sociales. También botánicos como Joan Plaça o Antonio José Cavanilles, el erudito Gregorio Mayans, el matemático y astrónomo Jerónimo Muñoz y Juan Bautista Muñoz, cosmógrafo de Indias, entre otros, o, ya en una época más reciente, Santiago Ramón y Cajal, contribuyeron a transmitir el conocimiento científico desde la Universitat de València.
«La ciencia es cultura y difundirla es uno de nuestros compromisos»
En 1909 la Academia Medicoescolar, asociación de estudiantes de medicina de la universidad, organizó un homenaje a Charles Darwin con motivo del centenario de su nacimiento, el único reconocimiento académico celebrado en todo el estado con ocasión de esta importante efemérides. El acto, al que acudió Miguel de Unamuno, entonces rector de la Universidad de Salamanca, recibió ataques de la presa conservadora más radical. Así, La Semana Católica tildó el acto de «homenaje al diablo».
También en 1909 se creó el observatorio astronómico, que posteriormente se ubicaría en el actual edificio del Rectorado y finalmente en las modernas instalaciones que actualmente ocupa y desde las que combina la investigación con la divulgación.
La puesta en marcha de la OTRI y del Parque Científico ha satisfecho el objetivo de hacer más efectivo todo el potencial de la Universitat y conectarlo con las necesidades tecnológicas y de innovación que demanda la sociedad en las llamadas universidades de tercera generación. Los diversos centros propios y del CSIC que se encuentran instalados en nuestros espacios son una buena muestra del compromiso con el desarrollo científico y con la transferencia del conocimiento, así como también las numerosas empresas innovadoras que se han constituido en los últimos años prueban la necesidad de seguir generando sinergias entre la academia y las iniciativas orientadas a mejorar la productividad empresarial.
Y es que la ciencia actual I + D + i no se puede entender si no es de manera colaborativa. VLC/Campus es la propuesta conjunta de la UV, la UPV y el CSIC para compartir con el tejido productivo, fundaciones sanitarias y diversas entidades de la sociedad el espacio de conocimiento mediante un Campus de Excelencia Internacional. La ciencia es cultura y difundirla es uno de nuestros compromisos; pero también representa la belleza de la verdad y la poesía. Y todas las personas e instituciones que defendemos que tan solo con un conocimiento –palabra tan ligada al propio concepto de universidad– profundo del universo se podrá avanzar hacia un futuro iluminado formamos parte de ella. Y estamos orgullosos de ello.
1. Este terror, pues, y estas tinieblas del espíritu necesario es que las disipen […] la contemplación de la naturaleza y la ciencia. (Volver al texto)