¿Tenemos que resignarnos al «¡Que investiguen ellos!»?

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protestes-cienciaAna Rey

En 2003 los países de la Unión Europea (UE) dedicaban de media el 1,9% del porcentaje del PIB para la investigación y desarrollo (I + D), mientras EE UU y Japón andaban cercanos al 3%. Los mejores, Finlandia y Suecia, flirteaban con el 4%. ¿España? 0,9 %, lejos de la media de la UE; aún más del pelotón de cabeza. Pero eran tiempos de optimismo, porque la cifra iba en aumento. Y vinieron las vacas gordas. En 2009 (la crisis ya había comenzado, pero no lo sabíamos, al menos oficialmente…) alcanzamos nuestro techo: 1,4 %. Era el fruto de un enorme esfuerzo: ¡el 50 % más! Hubo plazas para jóvenes científicos brillantes, dinero para proyectos, se generó una enorme ilusión colectiva al demostrar que no había un maleficio histórico que impidiera a España estar entre los mejores por su ciencia y su tecnología. Surfeábamos en la cresta de la ola. Hasta que rompió.

Los organismos públicos de investigación (CSIC, INIA, CIEMAT, IEO, Carlos III…) han visto recortados sus presupuestos en torno al ¡40%! Las universidades, ahogadas sus comunidades autónomas por el déficit público, más de lo mismo. Adiós becas, Erasmus, Ramones y Cajales, plazas para jóvenes científicos… adiós a las infraestructuras científicas de calidad, a la participación en acuerdos e instituciones internacionales (¿Para qué sirven la ESA, el ESRF, el CERN…?) Segismundo nos recordaría que «Toda la vida es sueño, y los sueños sueños son». ¡Habíamos olvidado a los clásicos! Brusco y doloroso ha sido el despertar. El dinero para formar a nuestra mejor gente (un doctor le «cuesta» al país más de 100.000 €) es una maravillosa donación española a los países avanzados que los acogen, verificándose el efecto Mateo: «Cuanto más tienes, más te dan.» En castellano hemos dado al mundo el término quijotismo. En inglés, el resultado en este caso se escribe brain drain

Empieza la hora de la reflexión, del análisis de comportamientos individuales y colectivos. Habrá algún culpable, ¿no? ¿Cuáles son las causas objetivas del desastre? Contra las internas actúan los indignados, una magistratura que se activa y una ciudadanía convencida de que hay que cambiar las formas de hacer política. Sobre las externas, el culpable parece evidente: ¡La UE! Las instrucciones, asegura el Gobierno, emanan directamente de Bruselas. Pero la crisis no nos abandona y la gente pierde la paciencia. ¿Para qué sirve Europa? ¡Salgamos del euro!, empieza a oírse. Y, ya puestos, ¿por qué no de la UE? 

Primero, un importante cambio semántico. El mundo sigue adelante, y el desarrollo (D) ha sido reemplazado por la innovación (I). Volvamos a lo nuestro. La cifra dedicada a I + I es significativa porque se da una correlación clarísima entre su valor y los de otros estimadores fiables del nivel de vida. Las instituciones de esta UE –Comisión, Parlamento europeo y Consejo– con cuyo rumbo actual muchos no estamos de acuerdo, han dejado sin embargo bien claro que la mejor garantía de futuro de un país radica en su capital humano, en la calidad de su educación, investigación e innovación. La inversión –¡que no gasto!– en I + I tiene que incrementarse. La UE da ejemplo: el próximo Programa Marco de I + I para el periodo 2014-2020 estará dotado con 70.000 millones de euros: un aumento respecto a su predecesor (FP7, vigente en 2007-2013) cercano al ¡40 %! Vamos, lo mismito que en España. ¿Por qué, en este caso, no seguimos el camino trazado por Bruselas? 

Jorge Velasco. Físico. Delegado del CSIC en Bruselas.
© Mètode 78, Verano 2013.

 

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Mètode

«La UE ha aumentado un 40 % el presupuesto de su próximo Programa Marco de I + I. ¿Por qué, en este caso, no seguimos el camino trazado por Bruselas?»

© Mètode 2013 - 78. La luz de la evolución - Verano 2013

Físico. Delegado del CSIC en Bruselas.