Poco a poco y casi sin darnos cuenta, la globalización ha entrado de lleno en el día a día de las universidades, de tal forma que cada vez más el carácter internacional de sus actividades va siendo uno de los factores por los que se juzga su calidad, tanto en investigación e intercambio de estudiantes como en el terreno de la cooperación. Desde hace ya varias décadas, nadie duda de que toda universidad que se precie tiene que aparecer en los listados internacionales, aunque sea en un lugar modesto. Para ello es necesario que sus investigadores realicen una labor de calidad, contrastada internacionalmente por su participación en las líneas de investigación punteras. En este sentido, son esenciales los vínculos con otros centros de investigación, así como la movilidad entre instituciones, por lo general en forma de visitas temporales recíprocas, ya que la rigidez del sistema público español difícilmente permite otra modalidad una vez superada la etapa postdoctoral. Por su parte, el programa Erasmus, de intercambio y movilidad entre universidades de la Unión Europea, está ya completamente arraigado entre los estudiantes desde hace tiempo. Los datos indican que en general hay un mayor desplazamiento de estudiantes hacia el sur, en especial hacia España e Italia. Desde el punto de vista económico, la situación ideal sería la de un equilibrio entre el número de estudiantes enviados y el de recibidos, pues hay que tener en cuenta que los estudiantes de intercambio pagan las tasas en su universidad de origen. Por supuesto, este desequilibrio tiene más repercusión económica en otros sistemas universitarios en los que el precio de la matrícula es más elevado. El beneficio para la formación en la diversidad de quienes acceden al programa compensa, sin duda, el esfuerzo de los estudiantes y de sus familias, así como de los organismos y empresas que ayudan a la financiación, de los docentes y de los servicios administrativos de las universidades europeas. El programa Erasmus ayuda a crear un ambiente internacional en las universidades que reciben un elevado número de estudiantes, lo que favorece también a quienes no tienen ocasión de hacer una estancia en otra universidad durante su período de formación. La capacidad de captar estudiantes extranjeros es uno de los parámetros que también sirven para determinar la calidad de una universidad, así como su capacidad de animar la movilidad de sus propios estudiantes, profesores y de personal de gestión, mediante la información y el fomento de la formación lingüística de sus miembros. La separación entre relaciones internacionales entre pares y la cooperación al desarrollo ha sido siempre difusa. En la actualidad, la mayoría de las zonas consideradas como áreas estratégicas en el terreno de las relaciones bilaterales por su vertiginoso desarrollo –económico, tecnológico, científico, cultural– coexisten en los mismos países con otras zonas que son consideradas como receptoras de fondos de cooperación. Los esfuerzos realizados por una universidad en el terreno de la cooperación, ya sea en forma de actuaciones directas o a través de las iniciativas encaminadas a facilitar la participación de sus miembros en proyectos de cooperación al desarrollo y la captación de recursos externos para ponerlos en práctica, son una medida también de su importancia y calidad, en cuanto que muestran el compromiso de esta institución con una de las facetas de la responsabilidad social. La internacionalización es un valor transversal, una forma de ser –o de querer ser– de una universidad y exige un decidido esfuerzo continuado. Olga Gil. Vicerrectora de Relaciones Internacionales y Cooperación de la Universitat de València. |
«Desde hace ya varias décadas, nadie duda de que toda universidad que se precie tiene que aparecer en los listados internacionales, aunque sea en un lugar modesto» |
© Mètode 2011 - 67. Naturaleza humana - Número 67. Otoño 2010