‘Tenet’ y la flecha del tiempo

Fotograma de Tenet

Hay una categoría de películas que yo llamo «Doce monos». Una película «Doce monos» es aquella que, cuando la ves, está bien, pero que, cuando la entiendes, todavía está mejor. No me hará creer que, cuando vio Doce monos por primera vez, la entendió. Yo tuve que recurrir al cortometraje original en el que está inspirada (La Jetée) para averiguar su argumento. Y después de esto puedo decir que es una gran película; algo críptica, eso sí.

Hay una película reciente que entra perfectamente en esta descripción: Tenet. No conozco a ninguna persona que la haya visto y la haya entendido a la primera. En una de sus primeras historias, Memento, el director Christopher Nolan ya jugaba con invertir el tiempo, aunque no se adhería a las leyes físicas, sino que estas eran un recurso narrativo para contar una historia. Aquí lleva esta premisa hasta las últimas consecuencias y elucubra sobre la posibilidad de que en un mismo universo el tiempo pueda ir en dos direcciones distintas. El título de la película, Tenet, juega con esta idea. Tenet en inglés significa ‘dogma’ o ‘principio’, pero, al mismo tiempo, es la palabra ten (‘diez’) escrita de forma simétrica, a la que se le otorgaba connotaciones mágicas en la Edad Media. Durante la película se hace referencia a pinzas de tiempo donde los personajes van diez minutos hacia adelante o diez minutos hacia atrás, y esto es el Tenet.

La mayoría de las leyes físicas son simétricas. Es decir, funcionan por igual en un sentido y otro. Pero existen excepciones, por ejemplo, la entropía. La segunda ley de la termodinámica dice que la entropía de un sistema, que es una medida del nivel del desorden, siempre crece, por lo cual existen fenómenos que son irreversibles. El calor siempre fluirá espontáneamente de un cuerpo caliente a un cuerpo frío y el tiempo siempre fluirá hacia delante. La película juega con la posibilidad de poder invertir la entropía y que el tiempo en determinadas circunstancias pueda fluir a la inversa, mientras que para el resto de la gente fluye en la dirección habitual. Para tratar de orientar al espectador, el guion utiliza el recurso de decir que, cuando el tiempo fluye al revés, la respiración se imposibilita y por eso es necesario utilizar respiradores. Esta afirmación, más que cuestionable, sirve para guiar al espectador y saber qué personajes están yendo hacia atrás en el tiempo.

Obviamente es ficción. Una manipulación del tiempo como se explica en la película sería imposible. ¿Podría existir un universo donde las leyes de la física fueran distintas y no hubiera segundo principio de la termodinámica? Por supuesto. El problema es poner en un mismo escenario dos leyes físicas contrarias entre sí. Las leyes físicas no tienen excepciones y, de hecho, existe un aspecto que no se ha considerado. ¿Qué ocurre cuando trabajamos con objetos que tienen mucha energía? Por ejemplo, nada puede ir más rápido que la luz en el vacío, pero dentro de un material sí que existen partículas que pueden ir más rápido. Cuando esto sucede, se produce la llamada «radiación de Cherenkov». Es un fenómeno similar a lo que ocurre cuando un avión va más rápido que la velocidad del sonido y se produce una onda de choque, que desde el suelo percibimos como una explosión. Si fuera posible invertir el sentido del tiempo, necesitaríamos mucha energía y seguro que se produciría una onda de choque, que haría que, cada vez que tratan de hacer una pinza de tiempo, simplemente todo el mundo moriría en la explosión. Los que van hacia delante y los que van hacia atrás.

En la poco reconocida película El sonido del trueno, basada en un cuento homónimo de Ray Bradbury, se juega con viajes en el tiempo y sí se considera la existencia de las ondas de choque asociadas a los viajes en el tiempo, de ahí el título. Por tanto, por mucho que se empeñe Christopher Nolan, vivimos en un universo donde el tiempo solo va en una dirección y es irrecuperable. Trate de aprovecharlo, que la vida es corta.

© Mètode 2023 - 116. Instantes de ciencia - Volumen 1 (2023)
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Catedrático de Biotecnología de la Universidad Politécnica de Valencia e investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (CSIC-UPV).