Breve historia de la física recreativa
Una disciplina con un pasado esplendoroso y un futuro prometedor
Una forma de fomentar el interés de las personas por la física es ponerlas en contacto con experiencias gratificantes que estimulen su curiosidad y, al mismo tiempo, las induzcan a buscar la explicación de los fenómenos observados. Estas experiencias deben estar relacionadas con el entorno cotidiano, para mostrar que se puede acceder a conocimientos físicos básicos, pero de gran alcance, sin necesidad de equipamientos sofisticados. Para tal propósito, la física recreativa combina la ciencia con el entretenimiento y la divulgación mediante experimentos y juegos accesibles para personas de todas las edades y niveles de formación. En este artículo repasamos los documentos, autores y actividades de física recreativa más destacables, para mostrar cómo ha evolucionado esta disciplina a lo largo de los siglos y cuál es su situación actual.
Palabras clave: física recreativa, historia de la física, divulgación de la física, entretenimientos científicos.
Génesis de una afición que se convierte en pasión
Mis primeros contactos con la física recreativa provienen de la adolescencia, inconsciente de su relación con mi devenir profesional. Cuando finalizaban las largas cenas de Navidad, entretenía a los primos pequeños haciendo juegos (o trucos) con los materiales que había en la mesa. La estructura equilibrista hecha con un par de tenedores, un tapón de corcho y un palillo fue un divertimento clásico durante algunos años, hasta que me pidieron que renovara el «repertorio». Esto me llevó a incorporar como nueva distracción de sobremesa una bolita de papel de aluminio que sube y baja dentro de una botella llena de agua, a voluntad de quien está ejecutando la actividad, y que no es otra cosa que una versión simplificada de un diablo cartesiano o ludión. Posteriormente, se amplió el inventario con el reto de sostener en el aire cinco palillos (planos) cogiendo solo uno con la mano, lo cual se resolvía formando una estructura de palillos entrecruzados; el juego finalizaba prendiéndole fuego a una esquina del conjunto de palillos, que saltaban por el aire. Estos pasatiempos de adolescente aparecen en la Figura 1, acompañados de ilustraciones del siglo XIX de cada uno de ellos.
Como profesor, me di cuenta del enorme potencial que tienen estos entretenimientos científicos para estimular el interés por la física de todo tipo de personas. Desde entonces, he profundizado en el conocimiento del funcionamiento y de las aplicaciones que tienen las actividades derivadas de la física recreativa, para conocer y transmitir mejor los fundamentos de mi disciplina científica y, también, por puro placer intelectual, como paso previo a la indagación y comprensión (Wagensberg, 2007).
A continuación, nos adentraremos en el mundo de la física recreativa, para comprender de qué trata, para conocer su evolución histórica a través de los documentos y actividades que la han popularizado (especialmente, en España) y para revisar el origen histórico de algunas experiencias, más antiguas de lo que parece.
¿Qué se entiende por física recreativa?
Esta cuestión no tiene una respuesta única y canónica, puesto que la física recreativa no constituye un campo específico de trabajo. Por eso no están claramente concretados ni su contenido ni su modus operandi. Los textos que utilizan en su título la denominación física (o ciencia, aunque el contenido sea principalmente de física) recreativa coinciden en que las actividades que presentan son de fácil ejecución, sin aparatos costosos ni instrumentos complicados, con utensilios y materiales cotidianos, al alcance de todos…; simples distracciones y entretenimientos divertidos y agradables, aptos para todos los públicos, sin limitaciones de edad ni formación; excelentes herramientas educativas, que sirven para estimular el interés por una disciplina que, a simple vista, parece poco atrayente para el gran público (García-Molina, 2011).
Una respuesta más breve a la pregunta de esta sección sería una frase tomada de Martin Gardner (1998), cuando habla de las matemáticas recreativas: «(…) un problema matemático es de naturaleza recreativa si contiene un aspecto lúdico que puede ser entendido y apreciado por los no matemáticos», donde solo habría que cambiar matemática por física.
Como síntesis de lo comentado anteriormente, podríamos decir que la física recreativa se dirige a un público no especialista y sin edad prefijada, para que pueda recrearse (esto es, disfrutar) con estas actividades y realizar (re-crear) experimentos científicos por sí mismo.
Cuatro obras de referencia
Llegados a este punto, cabe preguntarse por los libros que han contribuido a la difusión de la física recreativa, y de los que nos hemos empapado quienes nos hemos adentrado en ella. Destacaré los cuatro textos más significativos en este ámbito desde finales del siglo XIX, por las numerosas ediciones y traducciones que se han hecho y, sobre todo, porque han creado escuela en todo lo que se hace hoy relacionado con esta materia (exceptuando, claro, aquello que requiere de dispositivos o de productos derivados de los avances tecnológicos en el último siglo). Una breve reseña biográfica de sus autores, según el orden cronológico en el que publicaron los libros, ayudará a contextualizar su estilo y contenido.
Cabe empezar por Gaston Tissandier (París, 1843-1899), autor de Les récréations scientifiques, ou l’enseignement par les jeux (Tissandier, 1880; Figura 2). Este texto, cuyo título ya deja bien claro cuál es su contenido y propósito, presenta experimentos científicos sencillos para que cualquier persona pueda hacerlos en casa. Por el número de ediciones y lenguas a las que se tradujo (Sablonnière, 2015), puede considerarse el primer libro de gran éxito dentro del género de ciencia recreativa. Muchos de sus capítulos están basados en la columna «Física sin aparatos» de la revista La Nature, fundada en 1873 por Tissandier. Este autor, que estudió química, fue un apasionado de la divulgación científica, en particular de la meteorología y de los vuelos aeronáuticos (de hecho, huyó del asedio de París en 1870 en un globo aerostático).
Además de numerosas obras dedicadas a la meteorología, la navegación aérea, la fotografía, la ciencia práctica…, G. Tissandier también publicó un delicioso librito de divulgación científica para niños, titulado Jeux et jouets du jeune âge (1884). Este cuaderno destaca por las primorosas ilustraciones hechas por su hermano, Albert, en el que aparecen, en ambientes domésticos y familiares, bastantes de los experimentos de Les récréations scientifiques (Figura 2).
El siguiente autor, cronológicamente hablando, que dedicó su vida a la divulgación científica es Arthur Good (Montivilliers, 1853-1928), ingeniero de artes y oficios. Más conocido por el seudónimo Tom Tit, con el que firmaba sus libros, escribió en el semanario L’Illustration una serie de artículos bajo el título «La science amusante», en la que presentaba experiencias científicas (sobre todo, de física) que se podían llevar a cabo con materiales cotidianos (botellas, vasos, cucharas, tenedores…). Recogió estos pequeños experimentos en tres volúmenes titulados La science amusante (Tom Tit, 1890, 1892, 1894), que tuvieron una excelente acogida entre los lectores, en los que reunía desde «juegos sencillos destinados a divertir a la familia» hasta experimentos «de carácter verdaderamente científico». La Figura 3 muestra al propio Arthur Good, en la portada del segundo volumen de La science amusante, llevando a cabo una de las actividades que se proponen. Las imágenes de estos libros han sido ampliamente reproducidas con posterioridad en textos de divulgación y docentes (sobre todo de la primera mitad del siglo XX). Entre otros libros de Arthur Good, en los que combinaba los trabajos manuales con la popularización científica, cabe destacar La récréation en famille (1903).
Del enorme éxito que tuvo la obra de Tom Tit, además de las numerosas reediciones y traducciones, dejan constancia las diversas colecciones de estampas y etiquetas publicitarias que se hicieron, basadas en los experimentos de La science amusante (Figura 3).
El siguiente autor es Yákov Isidorovich Perelmán (Białystok, 1882 – Leningrado, 1942), que cursó estudios de silvicultura en San Petersburgo, pero nunca ejerció esta profesión, ya que durante su época de estudiante se inició en el periodismo de divulgación científica. En 1913 publicó Física recreativa (Figura 4), que, no solo por los temas tratados, sino también por su estilo divulgativo informal (en el que combinaba los asuntos propiamente científicos con referencias literarias, históricas, anécdotas…), tuvo una enorme aceptación entre sus conciudadanos, incluso en el mundo académico. A raíz de la Revolución rusa, Perelmán se dedicó íntegramente a la divulgación científica y la enseñanza, renovando los programas educativos de física, matemáticas y astronomía. En la década de 1920 apareció un nuevo volumen de Física recreativa, con el que aumentó notablemente la recopilación de experiencias publicadas previamente.
Problemas y experimentos recreativos apareció en 1975 en España, con un buen número de experiencias de física. Sin embargo, no he encontrado el antecedente publicado en vida de Perelman, lo que me hace sospechar que se trata de una recopilación, basada en trabajos dispersos de este autor y preparada por los responsables de la Editorial Mir. En esta obra aparecen experimentos claramente inspirados en los que hizo Tom Tit años antes, como los que figuran en las etiquetas publicitarias de la Figura 3. Además de este libro y de los dos volúmenes de física recreativa, Perelmán escribió numerosos textos de divulgación científica y manuales escolares, entre los que destacan Matemática recreativa, Álgebra recreativa y Astronomía recreativa.
Finalizamos esta sección con la figura de José Estalella Graells (Vilafranca del Penedès, 1879–Barcelona, 1938). Estudió ciencias físicas y químicas en la Universidad de Barcelona, donde trabajó de profesor y se doctoró en 1902. Se incorporó al Instituto de Girona en 1905, al obtener la Cátedra de Física y Química. En 1919 se trasladó en calidad de profesor de física y química al Instituto-Escuela de Madrid (que dependía de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas), cuya dirección asumió en 1921. Pero pocos meses después tuvo que renunciar, debido al estado de salud de su padre, y se incorporó al Instituto de Tarragona. Desde 1932 hasta su muerte fue director del Institut-Escola de la Generalitat de Cataluña, con sede en el parque de la Ciutadella de Barcelona.
Estalella destacó por sus aportaciones a la enseñanza de la física y la química, influidas por los movimientos pedagógicos de la época. Sus clases eran prácticas; fomentaba la participación del alumnado, mientras él actuaba como motivador y orientador del trabajo a realizar, utilizando materiales cotidianos, accesibles a los alumnos o fabricados por ellos mismos, sin requerir de equipos costosos.
A finales de su estancia en el Instituto de Girona, Estalella publicó el libro Ciencia recreativa (Estalella, 1918), cuya portada se muestra en la Figura 4. Más de la mitad del casi millar de experiencias que contiene se refieren a la física. La mayoría de las actividades propuestas se presentan directamente (sin preámbulo que contextualice la actividad) y acompañadas de ilustraciones. Aunque parte notable del contenido de Ciencia recreativa coincide con el de los libros de referencia comentados anteriormente, el autor aportó algunas cuestiones originales, indicadas con la letra E (inicial de su apellido). Estalella escribió también artículos en las revistas científicas españolas de la época y fue autor, traductor y coautor de libros técnicos.
En 2007 el Ayuntamiento de Barcelona y la Fundación Séneca de la Región de Murcia, independientemente, publicaron una edición comentada de Ciencia recreativa, donde varios autores revisábamos y explicábamos el contenido de la obra de Estalella desde la perspectiva actual.
Todos los libros de física recreativa mencionados en este apartado comparten, además de un buen número de experimentos e ilustraciones (con pequeñas variantes), el uso de materiales tóxicos, corrosivos o afilados. También tienen en común el sesgo entre hombres y mujeres en la distribución de experimentos: mientras que los primeros son los protagonistas de retos y ejercicios de fuerza, habilidad…, las chicas participan en juegos demasiado infantiles o de paciencia, o son simples observadoras de lo que hacen los chicos. Por último, hay que decir que existen conceptos erróneos en la explicación de bastantes fenómenos, como las referencias a la fuerza centrífuga (que no existe como tal), la transferencia del calor (como si fuera una sustancia contenida en los cuerpos), la relación entre la disminución de la velocidad del aire y el aumento de la presión atmosférica (en situaciones en las que no se puede aplicar la ecuación de Bernoulli) y algunas otras, cuya exposición detallada requeriría de un estudio minucioso.
Estas críticas (similitud de contenidos e ilustraciones, tratamiento desigual de mujeres y hombres, errores conceptuales) deben entenderse contextualizadas en la época en que se publicaron los libros. Lo que sí resulta más grave es que algunos de estos «defectos» se reproducen en documentos publicados actualmente.
Antes y después del período dorado
Los libros de los que hemos hablado se encuadran dentro de la segunda época que propone Jordi Pablo (1981) para la evolución de los tratados de recreaciones científicas. Esta etapa –que, aproximadamente, abarca desde mediados del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX– se caracteriza por la aparición de revistas científicas de gran tirada, con ilustraciones abundantes y de calidad, a partir de las cuales se originaron algunos libros sobre divulgación y recreación científica, como los comentados previamente.
Aparte de este período (que, en mi opinión, podría calificarse de dorado), también hay una contribución destacable a la ciencia recreativa durante la primera época –que corresponde desde el Renacimiento hasta mediados del siglo XVIII– y la tercera época –a partir de la guerra civil española, aproximadamente. De las aportaciones más interesantes de estas dos épocas a la física recreativa, hablaremos a continuación.
Los libros del primer período se caracterizaban por tener una proporción elevada de recetas mágicas para hacer hechizos, así como juegos de ingenio y trucos de salón, basados principalmente en el uso de dados y barajas (matemáticas), y también sobre mecánica, óptica, electricidad y magnetismo (física) o pirotecnia y transmutación de elementos (química). De esta época, cabe destacar Récréation mathématiqves (Leurechon, 1624), publicado en 1624 por el jesuita Jean Leurechon (Bar-le-Duc, 1591 – Pont-à-Mousson, 1670), ya que fue el primer libro en mencionar el carácter recreativo en el título (Heeffer, 2006), que, aunque solo hace referencia a las matemáticas, también contiene una parte importante dedicada a la física.
En 1694 apareció Récréations mathématiques et physiques (Ozanam, 1694), de Jacques Ozanam (Bouligneux, 1640 – París, 1718). Como era habitual en la época, se basó en autores precedentes (entre ellos, Leurechon), pero por su estilo directo y amplio contenido, este texto puede considerarse el precursor de los libros de ciencia recreativa que se han escrito posteriormente, ya que es una especie de enciclopedia científica, en la que se exponen, en forma de problemas, temas de matemáticas, mecánica, óptica, acústica, astronomía, arquitectura, pirotecnia, magnetismo, electricidad, química… Originalmente, se publicó en dos volúmenes, pero la edición de 1778, corregida y aumentada por Jean-Étienne Montucla (Lyon, 1725 – Versalles, 1799), es la que más popularidad adquirió, ya que influyó en una buena multitud de divulgadores de la ciencia (Càndito, 2016).
En la segunda época de los tratados de ciencia recreativa, aparte de los de referencia antes mencionados, en España se publicaron otros libros, como los que utilizan recursos propios de física recreativa en los espectáculos de magia, en las actividades diarias y en la docencia. Entre los del primer tipo cabe mencionar Magia y física recreativa (Robert-Houdin, 1887), de Jean Eugène Robert-Houdin (Blois, 1805 – Saint-Gervais-la-Forêt, 1871), que es considerado el padre de la magia moderna. Este volumen, que contiene numerosos trucos de ilusionismo basados en los conocimientos de óptica, mecánica, electricidad, acústica… que tenía su autor, es un ejemplo de otros muchos que incluían las palabras física recreativa en su título (Fundación Juan March, s. a.).
La física recreativa aplicada a la vida cotidiana tiene un claro exponente en Ciencias y paciencias del calaix d’un sabi (sic), en la que se mezclan experimentos –con las ilustraciones copiadas del segundo volumen de La science amusante, pero borrando la firma del grabador–, y curiosidades sobre juegos, entretenimientos, fórmulas y remedios caseros, recopilado por Fra Noi (s. a.), seudónimo del escritor Josep Burgas Burgas (Barcelona, 1876-1950). En la misma línea de proporcionar recursos domésticos, pero esta vez explicados con mayor rigor científico, está el libro Les ciències en la vida de la llar (Sensat de Ferrer, 1923), escrito por la pedagoga Rosa Sensat Vilà (El Masnou, 1873 – Barcelona, 1961), dedicado a dotar de conocimientos técnicos a las mujeres para mantener el hogar bien ordenado.
Libros de esa época, titulados sencillamente Física recreativa (Estrada, 1935; Yesares Blanco, s. a.) parecen pensados para incluir experimentos de física recreativa en el ámbito docente. Sin embargo, estas actividades aparecen de forma casi anecdótica, relegadas a complementar explicaciones al más puro estilo académico, largas y eruditas (algunas de ellas erróneas). Estos dos libros son una muestra de la languidez en la publicación de nuevos títulos sobre física recreativa en los albores de la guerra civil española. El público interesado en estos temas no pudo disfrutar de contenidos nuevos hasta finales del siglo XX y, principalmente, principios del siglo XXI, como comentaremos a continuación.
La revitalización de la física recreativa
Tras la guerra civil, hay un largo período en el que no aparecen nuevas publicaciones de física recreativa, aunque entre la población pervive el interés por esta materia, como da testimonio la escena final de la película Bienvenido, Mister Marshall (1953), cuando el médico del pueblo lleva un aparato de «física recreativa» para colaborar, como el resto de los habitantes del pueblo, con los gastos de la frustrada visita estadounidense. Las novedades editoriales al respecto no llegan hasta después de un par de décadas del final de la guerra, y son traducciones de autores extranjeros que siguen recogiendo experimentos clásicos.
No es hasta el último tercio del siglo XX que la Editorial Mir, de Moscú, publica en castellano los dos volúmenes de Física recreativa de Perelmán (1968-1969), de los que ya se ha hablado anteriormente. Esta publicación, reeditada posteriormente por la editorial barcelonesa Martínez Roca, sirvió para quien escribe estas líneas (y para muchas personas más) para acceder a un extenso repertorio de experimentos, fenómenos, divertimientos… inspirados en las recreaciones científicas, de utilidad tanto en reuniones familiares como en el aula (Averbuj, 1986).
De especial relevancia fue la aparición en 1976 de la revista de divulgación Investigación y Ciencia, que era la versión en castellano de Scientific American (con ligeras variantes respecto al original). Esta revista, de periodicidad mensual, contenía la sección «Taller y laboratorio» (heredera de «The amateur scientist» publicada desde 1928), donde se hablaba de temas y dispositivos más sofisticados que los tratados tradicionalmente hasta aquella época en los libros de ciencia recreativa, pero manteniendo su espíritu: temas curiosos y entretenidos, que pueden discutirse utilizando conceptos científicos elementales y reproducibles con materiales relativamente fáciles de conseguir y manipular. La disponibilidad mensual de esta sección, junto con la publicación de Física recreativa. La feria ambulante de la física de Jearl Walker (1979), que se encargó de «Taller y laboratorio» al año de empezar su edición en castellano, supuso el inicio de una renovación en el enfoque y los contenidos de actividades científicas recreativas. Este libro contenía problemas y experimentos relacionados con la vida cotidiana actual y en entornos conocidos por los lectores.
En 2000 se convocó en España el concurso Física en Acción, que reunió en San Sebastián una selección de profesores y divulgadores de física, que poco después participamos en el proyecto europeo Physics on Stage, que tuvo lugar en las instalaciones del CERN en noviembre de 2000 (Figura 5). Estos dos certámenes continúan celebrándose desde su comienzo (ahora con las denominaciones Ciencia en Acción y Science on Stage). La primera edición de estos concursos, en especial la europea, dio lugar a la eclosión de actividades de física recreativa, que habían estado incubándose de forma latente y discreta durante los últimos años del siglo XX. Fruto de estos certámenes son las ferias de la ciencia que se celebran actualmente en varios lugares de España (Madrid es Ciencia, Semana de la Ciencia y la Tecnología en Murcia, Experimenta en Valencia, Ciència al Carrer en Lleida, Fiesta de la Ciencia en Barcelona, Semana de la Ciencia en Cataluña…), donde alumnado y profesorado participan, en perfecta simbiosis, con la exhibición de ingeniosos experimentos de física recreativa (y de otras disciplinas científicas). La preparación, la puesta en escena y el entusiasmo con que estas personas comunican a la sociedad sus recreaciones científicas, auguran un feliz futuro a la física (y a la ciencia, en general) recreativa.
Por el rastro se da con la liebre
Algunas de las actividades más populares de física recreativa tienen una historia que se remonta a mucho tiempo atrás. Me limitaré a trazar el rastro de dos experimentos que se ejecutan con frecuencia y de otro que se puso de moda a través de las redes sociales.
El primero es el demonio o buceador cartesiano, mencionado al principio de este artículo. Se trata de un muñequito de cristal vacío con un pequeño agujero por donde puede entrar y salir agua, que se encuentra dentro de una botella llena de agua; al presionar la botella, el agua entra por el agujero del muñequito, que se hunde como si fuera un buceador. Si bien su funcionamiento ya aparece descrito en el libro de Ozanam, es un estudiante de Galileo, Raffaelo Magiotti (1648), quien lo presenta como un scherzo de su invención, en el que el ascenso y descenso no se debe al calor o al frío, sino a la compresión (del aire). Magiotti hace esta última precisión para distinguir su invento del llamado termómetro de Galileo (inventado por A. Kircher en 1654), donde bolitas de vidrio con líquido suben y bajan dentro de un tubo lleno de etanol, según varía la temperatura (Carrasquer et al., 2013). Este pequeño juguete se ha atribuido erróneamente a Descartes (de ahí su denominación), que se refería a él como ludión.
El segundo experimento, en el que una llama desciende a lo largo del vapor (de cera o parafina) que emana de una vela recién apagada, al acercarle otra llama, ha sido atribuido tradicionalmente a Michael Faraday (1861). Sin embargo, este experimento ya se conocía desde seis siglos antes, como mínimo, tal y como da fe el siguiente texto del libro tercero («Sobre el cielo») de Félix (Llull, c. 1290/2017):
Amigo —dijo Félix— las estrellas fugaces que se ven correr por el aire, ¿qué son?
Dijo el pastor:
En el tiempo que yo estudiaba teología y filosofía, acaeció una vez que el resplandor de una vela encendida bajó por el humo de una vela apagada, la luz de la encendida quemando la humedad, el frío y la sequedad del humo que a su lado se movía y descendiendo por él encendió la vela apagada.
El erudito luliano Anthony Bonner me confesó que nunca había entendido el mecanismo al que Llull se refería en este párrafo, hasta que se lo expliqué (A. Bonner, comunicación privada, 2013).
En tercer lugar, hablamos de un juego que se convirtió en reto viral a partir de una escena de la película The Craft: Legacy (2020): unas pocas personas pueden levantar a otra (tumbada o sentada), empleando cada una solo uno o dos dedos colocados bajo las axilas o las rodillas de quien quieren levantar. Para ello, no es necesaria mucha fuerza, sino buena sincronización entre los participantes, con el fin de aplicar sus esfuerzos simultáneamente, lo que puede conseguirse de diversas formas. La primera referencia escrita que se conserva de esta actividad es de una anotación de 1665 en el diario de Samuel Pepys (1825), en el que cuenta la historia de la siguiente canción: «Voici un corps mort, / Raide comme un bâton, / Froid comme marbre, / Léger comme un esprit, / Levons te au nom de Jesucrist.»
Al respecto, un tal señor Brisband explicó a Pepys que, en Burdeos, «vio a cuatro muchachas, muy jóvenes, cada una de ellas arrodilladas sobre una rodilla; una comenzaba la primera línea, susurrando en la oreja de la siguiente, y la segunda en la tercera, y la tercera en la cuarta, y la cuarta en la primera. Entonces la primera comenzó la segunda línea, y así se repitió para todas las líneas, y, poniendo solo cada dedo a un niño que estaba tumbado de espaldas en el suelo, como si estuviera muerto; al final de las palabras, levantaron con sus cuatro dedos a este niño tan alto como pudieron». En este caso, la repetición sistemática de una serie de palabras servía para que las cuatro muchachas aplicaran de forma sincronizada sus dedos para levantar al voluntario que estaba tumbado en el suelo.
Seguramente habrá más experiencias de física recreativa con una larga historia detrás. Documentar su origen es una tarea interesante para los historiadores de la ciencia.
Conclusión: ¡larga vida a la física recreativa!
La evolución de las actividades de física recreativa, desde los primeros documentos que la mencionan, ha pasado por diversas etapas. La simple descripción de retos, juegos de salón o trucos (a veces relacionados con la magia), propios de los escritos del siglo XVII, evolucionó hacia la reivindicación y divulgación de conceptos de física mediante la realización de pequeños experimentos, pensados como entretenimientos familiares y con cierto propósito didáctico, que es el estilo adoptado en las publicaciones del siglo XIX. En paralelo, el uso de conocimientos de física por parte de los magos de la época contribuyó también a ampliar el catálogo de demostraciones de física recreativa. Son las de esa época las que más se difundieron a lo largo del siglo XX y han perdurado hasta nuestros días. Sin embargo, la accesibilidad a nuevos materiales, así como un replanteamiento crítico de algunos experimentos clásicos (enriqueciendo su uso o corrigiendo explicaciones erróneas), a partir de la mitad del siglo XX y especialmente en nuestros días, han conducido a una revitalización de la física recreativa, incorporando entre sus adeptos no solo a los aficionados a los experimentos caseros, sino también al profesorado, que integra en su práctica docente las actividades de la física recreativa desde la educación primaria hasta la educación universitaria, y los investigadores, que analizan experimentos de física recreativa antiguos, corrigiendo explicaciones erróneas que se han propagado desde tiempo atrás y, también, aportando nuevas propuestas.
Llegados a este punto, si algún lector todavía no se ha convencido de la valía (en cualquier ámbito) de la física recreativa, solo me queda invitarle a abrir cualquiera de los libros antes mencionados y elegir (aleatoriamente, si quiere) un experimento para hacer delante de familiares, amistades, alumnado… Si lo ejecuta correctamente, para lo que hay que ensayar un poco, comprobará el poder de seducción que tiene un experimento sencillo acompañado de una buena puesta en escena.
Referencias
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