Otoño en el Mediterráneo

Uno de los pocos fenómenos predecibles de nuestro clima es sin duda el de los temporales de levante que casi todos los otoños visten las comunidades del Mediterráneo. Pueden ser más o menos intensos, y a veces catastróficos, pero es raro el año en el que durante el trimestre septiembre-noviembre no se produce ningún episodio de lluvias intensas en algún punto de Cataluña, la Comunidad Valenciana, Baleares, Murcia o Andalucía oriental.

Las efemérides meteorológicas nos hablan de les casos más notables, que ha habido muchos y llenan las crónicas seculares de nuestra historia reciente, pero actualmente no parece necesario ningún fenómeno singular para que cada otoño veamos en la prensa y en la televisión las imágenes de zonas urbanas inundadas por algún torrente o, simplemente, anegadas por precipitaciones más o menos intensas. Y en los medios de comunicación es habitual, también, que los habitantes de las zonas afectadas adviertan que todos los años –excepto los que no llueve- ocurre lo mismo.

No hace falta mencionar lugares concretos, porque la lista es larga y en muchos de ellos se trata, casi siempre, de áreas de nueva construcción o urbanizaciones de segunda residencia levantadas durante los años del desarrollo o fruto de la fiebre de expansión urbanística que sufrimos desde hace algún tiempo en el litoral mediterráneo. Da igual que caigan 40 que 400 litros por metro cuadrado, porque cuando llueve fuerte el agua busca su camino por donde lo ha hecho siempre y le da lo mismo que los antiguos cursos naturales se hayan disfrazado de modernidad. El peor error que se puede cometer en esta era de concienciación frente al calentamiento global es confundir los riesgos del cambio climático con las consecuencias de la invasión del territorio. Aunque no es descartable que el nuevo escenario de variabilidad climática que vivimos haya influido en algunos episodios de lluvias torrenciales, es mucho más evidente que un alto porcentaje de los daños y las pérdidas no tienen su origen en la violencia de los fenómenos atmosféricos, sino en la improcedente presencia de asentamientos humanos en los puntos de peligro.

Situación metereológica a unos 5.500 metros de altitud (500 milibares) a las cero horas del día 20 de octubre de 1982, fecha del hundimiento de la presa de Tous. El gradiente en tonos amarillos en la zona de Gibraltar corresponde a la gota fría que favoreció el temporal. © Wetterzentrale

Quizás es cierto que en la actualidad hay una mayor frecuencia de temporales, pero si analizamos la historia no podemos comparar la mayoría de ellos con los que sacudieron nuestra sociedad en tiempos relativamente próximos. De todos los otoños catastróficos del último medio siglo es probable que el más recordado sea el de 1982. El azar meteorológico hizo coincidir aquel otoño dos de los peores episodios del siglo XX. El primero de ellos alcanzó el clímax el día 20 de octubre con la destrucción de la presa de Tous, cuyas aguas inundaron numerosas poblaciones de la ribera del Júcar, como Alzira, Carcaixent, Gavarda y Beneixida. Solo un par de semanas después, del 6 al 8 de noviembre de 1982, una profunda borrasca fue el origen del terrorífico temporal que sufrieron las cuencas pirenaicas de los ríos Cinca y Segre, con inundaciones muy graves en las provincias de Huesca y Lérida, y también en el Principado de Andorra.

El cúmulo de daños de ambos episodios y el impacto conjunto que tuvieron en la sociedad española forzó a las administraciones de la época a introducir nuevos planes meteorológicos en los que al tradicional concepto de predicción se sumó el de la vigilancia atmosférica. Gracias a aquel cambio, desde mitad de la década de los ochenta los centros meteorológicos territoriales disponen de grupos de predicción y vigilancia que continúan trabajando en la actualidad, y que todos los años desarrollan una intensa actividad en Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana durante los meses otoñales.

Los episodios de 1982 fueron especialmente catastróficos, pero en este último medio siglo hay otros tan destacables como aquellos. He aquí algunas fechas y lugares: 13 y 14 de octubre de 1957 en Valencia, que vivió la histórica riada del Turia que movió la ciudad a desviar su cauce fuera del centro urbano; 25 de septiembre de 1962, marcado por el desbordamiento de los ríos Llobregat y Besòs y las catastróficas inundaciones de Sabadell, Terrassa y Robí, que causaron más de 700 muertos; 19 de septiembre de 1973, con más de 200 muertos en Murcia y Andalucía oriental a causa del desbordamiento de diversos ríos y la destrucción de centenares de viviendas y infraestructuras en Puerto Lumbreras y muchas poblaciones granadinas…

Son ejemplos notables de la magnitud que alcanzaron algunos de los temporales de los últimos cincuenta años, en los que septiembre y octubre son, en este orden y para la mayor parte de la España mediterránea, los meses de mayor riesgo, sin perder de vista a noviembre, protagonista también de muchos de los desbordamientos de grandes ríos. Pero dentro de este trimestre, y tal como se puede apreciar en el análisis de decenas de casos de siglos anteriores, hay fechas específicas en las que se tienden a concentrar a lo largo de la historia muchos de los episodios conocidos.

Imagen del satélite Meteosat del 7 de noviembre de 1982, que muestra en el Atlántico la profunda borrasca responsable de las catastróficas inundaciones en Cataluña y Aragón. © Eumetsat

Entre las más prolíficas en fenómenos adversos se encuentra el 14 de octubre. A lo largo de los siglos y en tal día ha sucedido todo esto: el desbordamiento de la Riera de Mallorca el 1403; una tormenta marina, con 150 muertos y numerosas embarcaciones hundidas en Valencia el 1406; la riada que se llevó por delante el puente del Mar de Valencia el 1589; las lluvias torrenciales que arrasaron Murcia el 1611; la destrucción de 600 edificios por inundaciones en Murcia y Oriola (Vega Baja del Segura) el 1614; la riada del día de san Calixto, en Murcia, con más de mil muertos y una de las peores de todos los tiempos, el 1651; las inundaciones que afectaron la capital murciana el 1879 y 1880; las intensas lluvias caídas en la Comunidad Valenciana el 1957, con el desbordamiento del Turia en Valencia que se inició el día 13 y los 361 litros por metro cuadrado recogidos en 24 horas en la localidad castellonense de Begís, así como el temporal de lluvias torrenciales que afectaron a Valencia, Almería y Baleares el 1966.

© Mètode 2011 - 51. Gordos y flacos - Disponible solo en versión digital. Otoño 2006