Un «mundo de lucha»

Nacionalismo, raza y biología evolutiva darwiniana

En las secciones primera y segunda de este artículo se pone en contexto historiográfico y conceptual la tesis según la cual hay un vínculo orgánico entre la doctrina nacionalsocialista de la raza y el campo semántico de la biología evolutiva darwiniana. A continuación, se abordan cuatro falacias implícitas en dicha tesis relacionadas respectivamente con el reduccionismo ontológico interteórico, la ilegítima filiación biológica, la equivocada comprensión del evolucionismo darwiniano y el tránsito imposible del ser biológico al deber moral.

Palabras clave: nacionalsocialismo, biología evolutiva, raza, Adolf Hitler, Charles R. Darwin.

Todas las grandes culturas del pasado decayeron por la sola razón de que la raza inicialmente creadora se extinguió por envenenamiento de la sangre. La causa última de tal decadencia fue siempre el haber olvidado que toda cultura depende del ser humano y no al contrario, y de que para salvar una determinada cultura es necesario que el ser humano que la ha creado sea conservado. Aun así, esta conservación va ligada a la ley férrea de la necesidad y del derecho a la victoria del mejor y más fuerte en este mundo. Así pues, quien quiera vivir, que luche, y quien no quiera luchar en este mundo del combate continuo, no merece la vida. (Hitler, 1925/2018, p. 305/753).

Este pasaje está extraído de Mein Kampf (‘Mi lucha’), obra escrita por Adolf Hitler en la prisión después del intento de golpe de estado en Múnich. Publicada entre 1925 y 1926, tuvo muchas reediciones. Cálculos recientes han demostrado su difusión capilar: prácticamente todas las personas germanohablantes con capacidad lectora tuvieron acceso al texto (véase Kellerhoff, 2015). Entre sus tesis está la idea de que la historia resulta de una lucha que favorece las razas mejor preparadas y que esta lucha debe ser apoyada política y culturalmente. Esto convergía con argumentos recogidos en obras de gran tirada, como por ejemplo el escrito de Hans F. K. Günther Rassenkunde des deutschen Volkes (‘Ciencia racial del pueblo alemán’) (1922), y con presupuestos implícitos en textos literarios para el gran público, como la novela de Artur Dinter Die Sünde wider das Blut (‘El pecado contra la sangre’) (1918), cultivando en conjunto un humus favorable a estas ideas (Pauer-Studer, 2020, pp. 118–121).

Este orden de razonamientos pone en el centro de atención una disciplina, la biología, que desde mediados del siglo XIX había conocido una eclosión inédita. El nazismo la utilizó como plataforma teórica prioritaria.

Algo que resultó llamativo en Alemania y, en particular, en Austria a raíz de la anexión.Así se hace patente en las declaraciones de quien se convirtió en el nuevo rector de la Universidad de Viena, Fritz Knoll:

«Nosotros, los austríacos, acabamos de llegar y nos dirigimos hacia los objetivos del nacionalsocialista Reich alemán. En los últimos tiempos, en Austria la biología solo era tolerada. En el Tercer Reich, debe ser la guía: y es que solo si sabemos mucho de la vida podremos configurar con éxito la vida y el futuro del pueblo alemán» (Knoll, 1938, p. 235).

El 12 de marzo había tenido lugar el Anschluss. Nombrado nuevo rector de la Universidad de Viena, el biólogo Fritz Knoll se encontró con Hitler el día 15 en el Hotel Imperial, ubicado en la céntrica arteria anular que el joven Adolf debió recorrer a menudo durante los años de su fracasado intento de acceso a la Academia de las Bellas Artes. Este mismo 15 de marzo, en la plaza de los Héroes (Heldenplatz), Hitler fue aclamado por una multitud exultante. Entre su fracaso y el retorno triunfante hubo de por medio una historia de ascenso fulgurante y un libro que pronto se convertiría en un éxito.

Retrato racial de una mujer aria, donde puede leerse: «¡Buena sangre, la fuente eterna!». En la noción de raza del nacionalsocialismo confluyen las descripciones vinculadas al fenotipo poblacional y atribuciones ideales, como rasgos psicológicos y disposiciones morales. / Fuente: United States Holocaust Memorial Museum, courtesy of G. Howard Tellier.

Lucha, Struggle, Kampf

Hay paralelismos llamativos entre el registro lingüístico utilizado en Mein Kampf y diversas nociones de la pieza central de la revolución biológica del siglo XIX, la obra de Charles R. Darwin Sobre el origen de las especies mediante la selección natural (1859). En unos y otros, la naturaleza se contempla como un escenario de lucha (en inglés struggle, en alemán Kampf). Desde la perspectiva darwiniana, triunfan los individuos favorecidos por ventajas hereditarias o por el azar, cosa que les permite acceder a los recursos tróficos y reproducirse. La sucesión de las especies será mejorada: tan solo aquellos ejemplares que parten de estas ventajas, aunque sean pequeñas, dejarán descendencia o la dejarán en mayor medida. Dicha selección –selection, Auslese– es natural; da pie a una teleología sin guía externa, vehiculada por la herencia genética. El papel vertebrador lo juega la filogénesis: de φυλον (‘linaje’, ‘raza’) i γενεσις (‘origen’), a su vez emparentado con γενος (‘pueblo’, ‘familia’). La filogénesis depende de la historia reproductiva: una historia exitosa traerá consigo descendientes con buenas disposiciones para la lucha; una fallida o pobre producirá descendientes con disposiciones inferiores (Darwin, 1859, pp. 62–63, 80–81).

A aquellos que carecen de disposiciones para la lucha, en la doctrina nacionalsocialista se los caracterizará con un adjetivo de tintes biológicos: degenerados (entartet), donde el genos (en alemán Art) se ve menguado por el prefijo de- (ent). La raza fundadora de cultura, encarnación del prototipo de ser humano, sería la aria (Hitler, 1925/2018, p. 306/755); su antítesis sería la judía, que actúa como un parásito (ibid., pp. 317/777, 346/853). La degeneración se agudizaría con el cruce de razas (ibid., pp. 302–303/743–747). A los degenerados les esperaría la extinción (ibid., pp. 305/753, 346/853).

Llegados a este punto, la relación entre darwinismo y nazismo parece establecida. En palabras de Richard Weikart, «no importa en absoluto cómo de torcido fuese el camino de Darwin a Hitler: está claro que el darwinismo y la eugenesia facilitaron el paso a la ideología nazi, particularmente a la obsesión nazi por la expansión, la guerra, la lucha racial y la exterminación de razas» (Weikart, 2004, p. 6). Las palabras Kampf (‘lucha’), Auslese (‘selección’) y Entartung (‘degeneración’) impregnan los discursos relativos a la historia en general y a la historia de los pueblos e individuos en particular. David Berlinski ve en ello una razón para remachar el vínculo entre la forma mentis evolucionista y la nacionalsocialista: «Si abres Mein Kampf y lo lees –sobre todo si puedes hacerlo en alemán–, la correspondencia entre las ideas darwinistas y las ideas nazis salta a la vista desde la página» (cit. en Frankowski, 2008).

Se produce así una transición de las formas de vida en general a la existencia humana: lo que sucede allí debería suceder aquí. En cambio, hasta el presente –así lo pensaban quienes enarbolaban las tesis eugenésicas–, la cultura había promovido lo débil, defectuoso y degenerado. Esta idea era difundida incluso en los libros para la enseñanza secundaria de la era nacionalsocialista. Así figura en el manual de biología escrito por Erich Meyer y Karl Zimmermann (1942, p. 171): «En resumidas cuentas, en cuanto a la selección, la cultura ha trabajado cada vez más en sentido contrario a la naturaleza. Ha promovido con más fuerza la conservación y la reproducción de los raquíticos y enfermos que la conservación de los especialmente valiosos desde el punto de vista de la raza».

Cuatro falacias implícitas

La aplicación de la selección natural a la existencia humana en sociedad alberga al menos cuatro falacias. A la primera, conectada con la esfera teórica, la caracterizaremos de reduccionismo ontológico interteórico; a la segunda, estrechamente vinculada con la primera, de ilegítima filiación biológica; a la tercera; de inconsistencia biológico-evolutiva; a la cuarta, concerniente a la esfera práctica, de falacia naturalista.

La primera falacia consiste en partir del presupuesto de que la estructura esencial del ser humano se agota en su vertiente física y biológica: por tanto, debería ser entendido exclusivamente como animal en pie de igualdad con otros animales. En consecuencia, las leyes que regulan las interacciones entre animales serán las mismas que regularán las interacciones entre humanos. Se trata de una forma de reduccionismo ontológico interteórico: implica la disolución de complejos ámbitos de aquello real –en este caso, la cultura humana con su vinculación a la autoconciencia reflexiva y la posibilidad de acción libre– en otros ámbitos parciales –en este caso, el despliegue de la vida en condiciones materiales de concurrencia trófica– con la intención de lograr una reducción exhaustiva, en la que ningún elemento estructural quedaría sin explicar. En otros textos he expuesto el sentido de la noción de reduccionismo interteórico, así como sus implicaciones éticas en el plano científico-natural (Teruel, 2013, pp. 202–209; 2012, pp. 208–213).

La segunda falacia prolonga el reduccionismo antes mencionado en línea intrateórica, y lo hace tratando e interpretando ad libitum una relevante pieza argumental: la noción de raza. De este asunto nos ocupamos más adelante.

Póster de mediados de los años treinta del siglo pasado con el título «El rostro alemán». Pueden observarse las tres supuestas categorías de la raza aria: 1. Núcleo racial nórdico. 2. Núcleo racial faliano-nórdico. 3. Influencia occidental. / Fuente: United States Holocaust Memorial Museum, courtesy of Hans Pau.

La tercera falacia concierne a la comprensión del evolucionismo. La dinámica evolutiva ha desplegado sistemas muy específicos: redes neuronales en áreas neocorticales, correlativas a operaciones mentales de orden intelectual. Por esta vía ha dado lugar a lenguajes abstractos que posibilitan la transmisión intergeneracional de conocimiento. Se conciba su emergencia en clave adaptativa o exaptativa, la cultura constituye un sofisticado producto de selección natural. Pues bien: forma parte de las manifestaciones de la cultura humana, desde la prehistoria hasta las sociedades del bienestar, la protección del débil, del enfermo o de las personas con discapacidades. Decretar «la ley férrea de la necesidad y del derecho de victoria del mejor y más fuerte» implica rechazar –apelando a la biología evolutiva– esta misma cultura que en clave darwiniana constituye un destilado de la selección natural (Teruel, 2012, pp. 209–210).

La cuarta falacia concierne a la esfera práctica. Del hecho que –por lo que respecta a la lucha por la subsistencia y su efecto en la filogénesis– las dinámicas biológicas se expliquen a partir de la selección natural se sigue que se ha de promover la selección natural en el ámbito social, como afirma la tesis eugenésica. Se trata de una variante de la falacia naturalista descrita por Edward Moore (1903, pp. 37–38, 41, 125); más en concreto, de la presuposición, ya advertida por David Hume, de que el es debe convertirse en el debe ser, detrás de la cual se escondería la dimensión valorativa propia del marco moral. En este caso, esto se hace en llamativa autocontradicción: se parte del presupuesto de que la naturaleza es como es y que no emite valoraciones; aun así, se emiten valoraciones para promover un cierto tipo de interacciones: justamente aquellas que se encuentran, sin sentido valorativo, en la naturaleza. Por aquí se da margen a políticas deshumanizadoras y también antiecologistas (Teruel, 2012, pp. 212–213).

Estas falacias –de las que todavía nos queda por describir la segunda– minan la coherencia de la genealogía conceptual que vincula la eugenesia nazi a la evolución darwiniana. Cuando se remite a argumentos biológico-evolutivos, el defensor de la eugenesia hace patente errores hermenéuticos que esconden prejuicios. No solo eso.

Estas falacias van de la mano de la instrumentalización del pensamiento. «Meras ciencias de hechos producen meros seres humanos de hechos» (Husserl, 1936-1937/1954, p. 3). Se trata de ciencias desprovistas de su suelo, del marco humano de vivencias del que nacen y al que han de nutrir. Dicha desconexión con el mundo humano es la causa, afirma Husserl, de la crisis de las ciencias europeas: no una crisis de rendimientos, no una de producción en el ámbito técnico, sino una crisis de sentido, de significación para la vida. La apropiación de la biología evolutiva es interesada: aquello que el nazismo proclama sobre una pretendida base objetiva es, en realidad, un constructo ideológico en cuyo marco se emplean teorías pseudocientíficas como argumentos. Su objetivo es la generación de espacio vital dentro y fuera de las propias fronteras: un proyecto de dominación.

Contradicciones internas de la teoría de la raza

Entre las consecuencias del darwinismo para una cosmovisión general se encuentra el hermanamiento de todas las formas de vida. El llamativo abanico de especies vegetales y animales mana de procesos de selección natural a lo largo de periodos extremadamente largos, en condiciones muy sensibles a la interacción con el ecosistema. Llegados a los tramos de mayor complejidad evolutiva –en el último periodo, de duración ínfima si consideramos la edad del universo, del planeta y de la vida misma– se encuentran seres emparentados en un orden, el de los primates, al que pertenecen las especies del género Homo. Existe un patrimonio genético en común entre seres humanos y grandes simios más que considerable.

El parentesco evolutivo de las formas de vida no cuadra con la afirmación de una distancia insalvable entre dos grupos poblacionales de una misma especie. Y, sin embargo, esta es la tesis subyacente en el antisemitismo: la raza aria y la judía serían adversarias incompatibles, hasta el punto de que la primera debería hacerse cargo de exterminar a la segunda. Aquí radica el fundamento de la justificación jurídica de la política racial nazi: desde la exclusión de los judíos de la nacionalidad, ya recogida en 1920 en el programa del partido, a las medidas de aniquilación de judíos, gitanos o personas con enfermedades mentales u opciones no heterosexuales, pasando por la prohibición de matrimonios mixtos (Pauer-Studer, 2020, pp. 116–119). Esto hace que la pretendida convivencia teórica entre los paradigmas biológico-evolutivo y nacionalsocialista rechine, y evidencia una falacia de ilegítima filiación del segundo respecto del primero.

Fue Hitler mismo quien mostró esta distancia. Al Führer le repugnaba la idea del parentesco evolutivo entre los primates y el ser humano. Conjeturaba, en cambio, que el ser humano –en particular, el hombre ario con sus superiores facultades psicofísicas– había existido desde siempre (Hitler, 1925/2028, p. 306/755). A principios de 1942 –ya embarcada Europa en un hundimiento a sangre y fuego–, Hitler lo expresaba en los siguientes términos:

¿De dónde tomamos el derecho a creer que el ser humano no haya sido, desde su origen primigenio, eso que es ahora…? Observar la naturaleza nos enseña que en el ámbito de las plantas y de los animales se producen cambios y nuevas configuraciones, ¡pero no se ve en ninguna parte dentro de una especie un desarrollo con la envergadura del salto que el ser humano debería haber dado si se hubiese formado, hasta llegar a aquello que es, a partir de un estado simiesco!

La política racial nazi se basaba en la idea de que la raza aria y la judía eran adversarias incompatibles, hasta el punto de que la primera debía exterminar a la segunda. En la imagen, certificado de ascendencia aria expedido por un juez de paz de Frankfurt, con fecha de 1936. / Fuente: United States Holocaust Memorial Museum Collection, Gift of Niels Bach.

Este fragmento pertenece a los diálogos de sobremesa recogidos por Heinrich Heim; en concreto, remite a la tarde del 25 al 26 de enero de 1942 (Hitler, 1980, cit. en Richards, 2013, p. 222). Obras influyentes como Der Mythus des zwanzigsten Jahrhunderts (‘El mito del siglo XX’), publicada por Alfred Rosenberg en 1930, mostraban la raza aria atravesada por un destino espiritual del todo único e intransferible. La idea del destino espiritual nos lleva de nuevo fuera del ámbito biológico-evolutivo: para fundamentarla sería necesario acceder a la esfera de las valoraciones morales. Aun así, es justamente este ámbito el que queda excluido en el marco de la selección natural.

La noción de raza se convierte así en un entramado conceptual ecléctico donde convergen descripciones vinculadas al fenotipo poblacional –interpretadas en modo fijista– y atribuciones ideales, como rasgos psicológicos y disposiciones morales. En su confección, y antes de llegar al poder en 1933, la cosmovisión nacionalsocialista encuentra tanto el apoyo de prejuicios socioculturales arraigados, fortalecidos por circunstancias económicas agudizadas por el tratado de Versalles, como el apoyo de doctrinas pseudocientíficas. Para terminar, citaremos tres ejemplos de esto –en los ámbitos de la frenología, la selección humana y la psicofísica racial– a modo de sendos botones de muestra.

En paralelo a los avances en neuroanatomía se desarrollan las tesis frenológicas de Franz Joseph Gall, que vinculaban la configuración del cráneo y los psicotipos humanos; Cesare Lombroso aplica esta metodología al fenotipo del delincuente en un estudio bastante difundido a raíz de su traducción al alemán (Lombroso, 1876, trad. de M. O. Fraenkel, 1890-1896; véase Gadebusch, 1995). Muy influyentes fueron los escritos de Eugen Fischer sobre la procreación mixta, concebidos en una estancia en una colonia alemana del sur de África y editados a partir de 1913; en la misma órbita se halla el estudio publicado en 1921 por Fritz Lenz –junto con Fischer y Erwin Baur– alrededor de la selección humana, menschliche Auslese, que incluye propuestas de medidas eugenésicas (Pauer-Studer, 2020, pp. 119–120). Al mismo humus conceptual pertenece la obra de Hans F. K. Günther mencionada al inicio, seguida por sendos libros sobre los rasgos raciales de los europeos y los judíos. La descripción de la raza aria, repleta de prejuicios exentos de base historiográfica y científica, transita sin solución de continuidad hacia la prescripción ética de su promoción excluyente: como si de un imperativo categórico se tratara (Günther, 1922, pp. 365–366).

Conclusión

La doctrina nacionalsocialista sobre la raza y su proyección sociocultural presupone una comprensión errónea, pervertida e interesada de la ciencia natural. Errónea, porque encubre falacias que llevan a ignorar rasgos estructurales de aquello que se quiere entender; pervertida, porque esconde una postura moral propia tras la fachada de cientificidad (una postura, además, que atenta contra el sujeto humano mismo); interesada, porque se pone al servicio de un engranaje de poder y dominación. El nazismo no solo parte de bases científicas que acepta en la medida que sirven a sus propósitos; no solo es mala filosofía, trufada de falacias, sino que incluso se fundamenta en una comprensión sesgada del paradigma científico que pretende seguir.

Referencias

Darwin, Ch. R. (1859). On the origin of species by means of natural selection, or the preservation of favoured races in the struggle for life. John Murray.

Frankowski, N. (Dir.), Craft, L., Ruloff, W., & Sullivan, J. (Prod.). (2008). Expelled: No intelligence allowed [documental propagandístico]. Rocky Mountain Pictures.

Gadebusch, M. (1995). Die Rezeption der kriminalanthropologischen Theorien von Cesare Lombroso in Deutschland von 1880-1914. Husum.

Günther, H. F. K. (1922). Rassenkunde des deutschen Volkes. J. F. Lehmanns.

Hitler, A. (1980). Monologe im Führer-Hauptquartier, 1941-1944. Werner Jochmann (Ed.). Albrecht Kraus.

Hitler, A. (2018). Mein Kampf. Eine Abrechnung [edició crítica]. Institut für Zeitgeschichte. (Obra original publicada en 1925-1926, Franz Eher Verlag)

Husserl, E. (1936–1937). Die Krisis der europäischen Wissenschaften und die transzendentale Phänomenologie. En H. Van Breda (Ed.) (1954), Husserliana, vol. VI. Martinus Nijhoff.

Kellerhoff, S. F. (2015). «Mein Kampf». Die Karriere eines deutschen Buches. Klett-Cotta Verlag.

Knoll, F. (1938). Wir kehren heim. Der Biologe, 7, 7.

Lombroso, C. (1876). L’uomo delinquente studiato in rapporto alla antropologia, alla medicina legale e dalle discipline carcerarie. Bocca. (Trad. alemana de M. O. Fraenkel de la obra original publicada en 1890-1896. Der Verbrecher in anthropologischer, ärztlicher und juristischer Beziehung. A G.)

Meyer, E., & Zimmermann, K. (1942). Lebenskunde. Lehrbuch der Biologie für höhere Schulen. Vol. 3. Kurts Stenger.

Moore, E. (1903). Principia ethica. University Press.

Pauer-Studer, H. (2020). Justifying injustice. Legal theory in Nazi Germany. University Press.

Richards, R. J. (2013). Was Hitler a Darwinian? Disputed questions in the history of evolutionary theory. The University of Chicago Press.

Teruel, P. J. (2012). En torno a la posibilidad de naturalizar la ética. En L. Flamarique (Ed.), Las raíces de la ética y el diálogo interdisciplinar (pp. 207–222). Biblioteca Nueva.

Teruel, P. J. (2013). El doble sentido del reduccionismo científico. Naturaleza y Libertad, 2, 138–159.

Weikart, R. (2004). From Darwin to Hitler: Evolutionary ethics, eugenics, and racism in Germany. Palgrave Macmillan.

© Mètode 2024 - 123. Ciencia, raza y nazismo - Volumen 4
Profesor titular del Departamento de Filosofía de la Universitat de València. Su investigación sistemática aborda la confluencia entre teoría del conocimiento, antropología filosófica y neurociencia sobre el trasfondo historiográfico de la filosofía clásica alemana.