Mito o realidad: ¿por qué los lobos aúllan a la luna llena?

VICENTE PALACIOS responde:

Uno de los comportamientos más llamativos que exhiben los lobos es la emisión de aullidos. Mediante aullidos, los lobos pueden llegar a comunicarse a varios kilómetros de distancia. Los aullidos pueden contener información sobre la identidad individual del emisor, su estado emocional, y pueden desempeñar un papel importante en el mantenimiento del territorio, el estrechamiento de los vínculos sociales, la reunión de los individuos de la manada y la búsqueda de pareja.

Como todo lo que rodea a los lobos, el aullido siempre ha sido fuente de toda serie de mitos y leyendas. Probablemente la idea de que los lobos aúllan a la luna se debe a la postura en la que se puede observar a los lobos aullando: estirando la cabeza y mirando hacia el cielo. Sin embargo, esta postura no tiene nada que ver con una relación especial entre los lobos y la luna. Más bien es la causante de que los aullidos tengan una determinada estructura acústica y se transmitan eficientemente en el medio. El aullido se produce por la vibración de las cuerdas vocales, debida a una corriente de aire que emana de los pulmones. El aire una vez pasa por la laringe es filtrado en las cavidades del tracto vocal. Dependiendo de variables como la longitud de las cuerdas vocales y la forma que adopten las cavidades del tracto vocal se favorecen unas determinadas frecuencias y se determina la calidad fonética del sonido.

También se suele decir que los lobos aúllan especialmente en luna llena. Hay estudios que evidencian que esto no es cierto. Si un lobo necesita contactar con otros individuos o conocer su localización no va a dejar de aullar porque no sea luna llena. Lo que sí que afecta a la emisión de aullidos es la fuerza del viento. Los lobos aúllan más cuando el viento está en calma, favoreciendo la transmisión del sonido. Sí que es cierto que hay épocas del año y momentos del día en los que la actividad vocal de los lobos es mayor: durante la época de celo, en otoño, y en los momentos del día en los que inician o acaban la actividad y las condiciones favorecen la transmisión del sonido, que se corresponden con el anochecer y el amanecer.

Vicente Palacios. Biólogo y estudiante de doctorado en el Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva, Universidad de Valencia.

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