Algoritmos en violeta: Unas notas feministas sobre la relación entre arte y ciencia

A mediados de los años ochenta Vivian Gornick publicó Women and Science. El libro era el fruto de una serie de entrevistas realizadas con las pocas mujeres, de distintas edades, que trabajaban entonces en laboratorios de biología molecular y celular o que llevaban a cabo experiencias en el campo de la física, de la química y de la fisiología. El resultado de esas entrevistas permitió bosquejar un panorama de la ciencia en femenino en Estados Unidos, lo que rompía con algunos de los estereotipos sexistas más férreamente asentados en el imaginario colectivo. En el curso de su investigación, y a pesar de insertarse en un mundo hegemónicamente masculino que ejercía la discriminación hacia las mujeres, las entrevistadas demostraron una capacidad de recursos admirable, y ello pese a las numerosas adversidades. Muchas de estas científicas se habían beneficiado de los avances del feminismo que arrancó en la década de los sesenta (incluso algunas de ellas se declaraban feministas).

Veinticinco años después, en 2009, Women and Science mereció una reimpresión. En el prefacio Gornick señaló algunos cambios (escasos) y la permanencia de muchas discriminaciones. El creciente número de licenciadas en carreras de ciencias no había modificado el dominio de los hombres en la pirámide de poder y el reconocimiento social lo seguían acaparando los varones. Dar a luz seguía generando innumerables obstáculos en las mujeres, pues las apartaba durante un tiempo de la labor analítica y ello repercutía en el descenso en la valoración y aprecio del trabajo de una mujer científica. Huelga decir que el desigual reparto de tareas en el hogar perjudica enormemente a las mujeres. Pero también lo hacen algunos lugares comunes que se resisten a desaparecer: las mujeres dependen demasiado de lo emocional; no tienen el aplomo y la cabeza fría que requiere la disciplina científica; la capacidad de abstracción es menor. Se trata de un conjunto de dañinos estereotipos machistas presentes en cualquier forma de socialización, desde la cuna misma, en el tipo de juegos que practican niños y niñas, en la escuela, en la familia, en los medios de comunicación, en la publicidad, en internet… Y ello influye incluso en el género de la materia científica hasta el punto de que se ha llegado a afirmar, siguiendo planteamientos sexistas, que hay ciencias más femeninas que otras.

El surgimiento de la llamada segunda ola del feminismo en los años sesenta y setenta ha permitido desmontar la ecuación por la cual la cultura era patrimonio del hombre y la naturaleza de la mujer. Sin embargo, los prejuicios no han desaparecido y el sexismo contumaz prolifera.

El papel de las mujeres en el conocimiento científico ha interesado sobre todo a investigadoras de las distintas ramas de la ciencia pero ha estado presente también en el campo del arte. Judy Chicago, en su obra La cena (1974-1979), incluyó los nombres de algunas mujeres de distintos campos de la ciencia. En esa obra, de confección colectiva, Chicago creó un espacio formado por una mesa triangular realizada con porcelana, cerámica y telas. En ese espacio representó a 1038 mujeres que habían desempeñado un papel destacado a lo largo de la historia. 39 de ellas están simbolizadas mediante asientos y vajilla sobre la mesa, y las restantes 999 lucían sus nombres inscritos en el denominado El suelo del legado sobre el que descansaba la mesa. Entre las científicas que Chicago rescató se cuentan la matemática italiana Laura Bassi, la anatomista francesa Geneviève d’Arconville y la astrónoma escocesa Mary Somerville.

Asimismo en el ámbito anglosajón destacan algunas artistas que, si bien no se proponen indagar sobre las causas de la misoginia en los círculos científicos o la exclusión de las mujeres del acceso al saber experimental, científico y tecnológico, sí reflexionan sobre las lecturas interesadas que se han hecho desde la medicina y la biología para reforzar las diferencias de género. Mary Kelly, en su Documento posparto, 1973-79, introduce la relevancia del ángulo psicoanalítico (lacaniano) para preguntar acerca de la formación del sujeto (femenino y masculino). El propósito de la obra estriba en analizar las relaciones entre madre e hijo utilizando para ello un lenguaje científico (gráficos, diagramas, cómputos, tablas, números), que evita idealizaciones y romanticismos.

Imbuida también del influjo psicoanalítico, Susan Hiller concibió Del museo Freud entre 1991 y 1997. La obra consiste en un conjunto de materiales diversos recolectados por la artista para evocar una suerte de museo antropológico ordenado mediante taxonomías; para ello los expone en vitrinas que ocupan dos estantes longitudinales. En la pieza se incluyen unas cajas que contienen reliquias privadas, talismanes, listas de términos, fotos que crean una narrativa en la que Hiller inserta ambivalencias, errores. Esto le permite criticar la idea de orden procedente del pensamiento antropológico y psicoanalítico occidental.

En el Estado español, en el contexto del franquismo final, el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense de Madrid (creado en 1966 por un acuerdo entre la universidad e IBM) vio el desarrollo de las investigaciones numéricas de Elena Asins. En dicho centro formó parte del seminario de «Generación automática de formas plásticas», en donde pudo volcarse en el estudio de la computación. Y de esos cimientos salió el germen de gran parte de sus obras: esculturas abstractas, pinturas, vídeos.

En sus inicios empezó a hacer números, a trazar puntos en el espacio, uniéndolos. Y esa base, a modo de algoritmo, la incorporó a su obra. Su trabajo se sustenta en el desarrollo temporal de las cosas. El vídeo desempeña un papel idóneo porque se apoya en el cambio, en la transición que posibilita pasar de un estado a otro.

Susan Hiller. Del museu Freud, 1991-1996.

Susan Hiller. Del museo Freud, 1991-1996. Instalación, dimensiones variables.

Susan Hiller. Del museu Freud, 1991-1996.

Susan Hiller. Del museo Freud, 1991-1996. Instalación, dimensiones variables.

Mary Kelly. Document pospart, 1973-1979.

Mary Kelly. Documento posparto, 1973-1979. Instalación en seis partes, dimensiones variables.

Mary Kelly. Document pospart, 1973-1979.

Mary Kelly. Documento posparto, 1973-1979. Instalación en seis partes, dimensiones variables.

Mary Kelly. Document pospart, 1973-1979.

Mary Kelly. Documento posparto, 1973-1979. Instalación en seis partes, dimensiones variables.

Mary Kelly. Document pospart, 1973-1979.

Mary Kelly. Documento posparto, 1973-1979. Instalación en seis partes, dimensiones variables.

Mary Kelly. Document pospart, 1973-1979.

Mary Kelly. Documento posparto, 1973-1979. Instalación en seis partes, dimensiones variables.

Mary Kelly. Document pospart, 1973-1979.

Mary Kelly. Documento posparto, 1973-1979. Instalación en seis partes, dimensiones variables.

Mary Kelly. Document pospart, 1973-1979.

Mary Kelly. Documento posparto, 1973-1979. Instalación en seis partes, dimensiones variables.

Elena Asins Rodríguez. Estructures A3, 1975.

Elena Asins Rodríguez. Estructuras A3, 1975. Tinta sobre papel, 25,5 x 28,5 cm.

© Mètode 2017 - 76. Mujeres y ciencia - Invierno 2012/13
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Profesor titular de Teoría del arte, Facultad de Bellas Artes, Universitat Politècnica de València.