Entrevista a Consuelo Guerri

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El Centro de Investigación Príncipe Felipe se alza acristalado e imponente al lado de la famosa Ciudad de las Artes y las Ciencias formando así parte de un enclave espectacular. En días soleados como el de hoy, la inmensidad que nos circunda incluso aturde. Pero, paradojas de la vida, toda esa grandeza contrasta con la sentencia de muerte dictada contra el centro y la investigación que lleva a cabo, consecuencia de la crítica situación económica en la que se encuentra sumida la Generalitat Valenciana. Llamado a convertirse desde que se puso en marcha en un buque insignia de la investigación biomédica, la historia del CIPF es la de aquello que pudo haber sido y ya nunca será.

Tensión, frustración y decepción se palpan en el ambiente. Las frías paredes de cemento gris de la rampa por la que se accede al centro se nos presentan empapeladas, con crespones negros y lápidas en las que se puede leer: «R.I.P Investigación». Cualquier transeúnte que por allí paseara, incluso el menos informado sobre la actualidad valenciana, obligadamente percibiría que algo grave ocurre, que algo no marcha bien. En recepción la joven que atiende detrás del mostrador susurra al teléfono: «Pero, ¿se puede hacer un ERE sin director general?», interrogando a la voz que la escucha al otro lado. «Y lo de los dos millones que va a poner la Universidad Católica… ¿te has enterado?», añade a la vez que nos echa una ojeada por encima del mostrador. Esperamos ahí, con el pase de «visitante» enganchado en la solapa, a que alguien nos recoja y acompañe al despacho de la Dra. Guerri, máxima responsable del Departamento de Patología Celular. Además de lo que objetivamente es y ha conseguido, Consuelo Guerri representa en sí misma el espíritu de lucha y dedicación por su trabajo. A principios de septiembre la investigadora recibía el premio Mafred Lautenschlager, dotado con 25.000 euros, en reconocimiento a los más de treinta años de carrera profesional investigando el alcohol y sus efectos. Un mes más tarde, Guerri, muy a su pesar, saltaba a los medios de comunicación por su decisión de donar la cuantía del premio al Centro y colaborar así a pagar el salario de sus becarios. El chivatazo se había dado desde la Fundación de Estudios Avanzados, su maestro Santiago Grisolía se lo comunicó a tiro hecho: «El mundo está ahora colapsado por las cosas negativas, esto tenía que salir.»

Conocemos a nuestra protagonista ataviada con la bata de rigor y el crespón negro en la solapa. Es una mujer delgada, lleva el pelo a lo garçon, por debajo de las orejas, y habla rápido y de forma un tanto atropellada. A los pocos minutos de tenerla delante uno se percata de que se trata de alguien muy activo, da la impresión de no parar nunca. Nerviosa, un tanto inquieta, siempre sonriente, muy expresiva. Debe tener alrededor de sesenta años pero parece más joven, cuando se lo comentamos nos dice que eso de la edad es «un estado mental». Ha dedicado media vida a la investigación en el campo del alcohol obteniendo resultados de relevancia internacional. Ella misma nos conduce hacia su despacho por pasillos de suelo y paredes blancas. Parece el decorado de una película de ciencia ficción, todo impoluto, blanco, inmaculado.

¿A lo largo de su carrera ha percibido usted cambios en la situación de la mujer investigadora?
La verdad es que yo nunca he sufrido discriminación alguna, pero durante algún tiempo vi cosas que me chocaron. Allá por el año 78, cuando empecé en EEUU de la mano de Santiago Grisolía, mi maestro, se me asignó un tema de investigación y de trabajo diferente al de mi marido, que también nos acompañaba en calidad de investigador. Aquí en España por aquel entonces las mujeres trabajaban siempre con sus maridos. Ellas eran la mano de obra, ellos, los que presentaban los proyectos. En mi caso y desde un principio yo dejé claro que quería ser independiente y sacar adelante mis propias investigaciones, para lo bueno y para lo malo. De hecho, mi marido ha tenido siempre un tema completamente diferente al mío, nunca hemos trabajado juntos pese a que nos dedicamos a lo mismo y hemos ido avanzando de forma paralela.
Recuerdo también los grandes congresos que se celebraban a nivel europeo e internacional, en aquella época participaban muy poquitas mujeres. Puedo decir que en ciertos momentos me he encontrado sola como mujer en mi campo de investigación, el alcohol. Recuerdo que me ponía de los nervios cuando en los congresos me decían: «¡Eres una mujer y llevas tu propio tema!» A continuación preguntaban: «¿Tú marido te deja venir?» Yo todo era explicarles que en España éramos más libres que muchos extranjeros, que nosotros, sin ir más lejos, conservamos nuestros apellidos, aspecto que, para la independencia de un científico, es crucial.

 
¿Y qué me dice del porcentaje de mujeres que trabajan en el CIPF? Tengo entendido que en su equipo son todo becarias…
Grande, grande, grande… el porcentaje es alto. En este momento, en este centro hay muchas investigadoras jefas de grupo. El porcentaje de mujeres cabeza de grupo debe estar en torno al 50%. ¡Es una muy buena cifra!
Es cierto que el grupo siempre ha sido de mujeres. Desde hace ya tiempo, cuando hago la convocatoria pública de una beca, los mejores expedientes académicos son siempre chicas. Muchas veces se presentan hasta 50 candidatos para una misma beca. Creo que en carreras como biomedicina, farmacia o biología las chicas son las fuertes. En cualquier caso, también hay chicos con buenos expedientes, y aunque hemos avanzado mucho, a algunos hombres continúa sin gustarles la idea de tener a una mujer como jefa…

 

© Jordi Vicent / El País
La Dra. Consuelo Guerri en su laboratorio del Centro de Investigación Príncipe Felipe.

«Cuando me preguntan por qué trabajo tanto, siempre respondo lo mismo. O uno compite para poder estar ahí arriba o no vale la pena investigar»

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© A. Montes
Detalle de la mesa del despacho de Consuelo Guerri donde podemos ver, a la izquierda, una fotografía del momento de entrega del premio y, a la derecha, el galardón que recibió por su investigación.
 

«Valoro este premio de una forma muy especial, me va a permitir continuar con mi equipo»

¿Qué ha significado para usted recibir el premio Mafred Lautenschlager?
Para mí ha sido toda una alegría, por el reconocimiento científico que supone a mi carrera y a mis investigaciones. Valoro este premio de una forma muy especial porque, dado el terrible momento que atraviesa España, me va a permitir continuar con mi equipo. A lo largo de mi carrera he ganado otros premios, pero sin duda este ha sido el más importante. La investigación es muy sufrida, se trabaja mucho y que se te reconozca a nivel internacional es una motivación, sobre todo en momentos como este, en el que las cosas se ponen difíciles. El dinero que concede el premio, lo habría donado en cualquier caso, aunque hubiéramos estado en una época de bonanza, ya lo había hecho previamente con cantidades más modestas recibidas por conferencias, informes, estudios… La verdad es que este premio ha llegado en el momento oportuno. Ahora mismo no sabemos ni los proyectos que vamos a poder solicitar. Cuando se pide un proyecto este pasa por unos filtros durísimos. Se quedan solo con los excelentes. Te financian para tres años pero te recortan la mitad. Por eso disponer de un colchón económico es muy importante, por lo menos para no morir en el intento. Hay que intentar al menos mantenerse, aunque no sea al máximo ritmo. La investigación avanza lentamente, el tiempo perdido vale mucho. Yo busco eso, mantenerme, y que se mantenga mi equipo.

Toda su vida investigando sobre el mismo tema. ¿Por qué el alcohol?
Pues es curioso pero fue una casualidad en mi vida. Cuando me fui a EE UU a trabajar con Grisolía, que era enzimólogo, me pidió hacer un trabajo muy básico, ver cómo éste interfería en el metabolismo del alcohol. Fue entonces cuando empecé a hacer aportaciones importantes a nivel enzimológico que podían tener repercusiones funcionales a nivel de hepatotoxicidad. A raíz de aquello me llamaron para que asistiera a un congreso bastante importante y poco a poco me fui metiendo más y más. Sin buscarlo y sin darme cuenta, me introduje en un campo que tenía interés a nivel práctico y a nivel clínico. Aunque pueda parecer que toda mi vida me he dedicado a lo mismo, dentro del tema del alcohol he tocado ramas muy diferentes.

Así, a grandes rasgos, ¿qué podría decirme de los efectos del alcohol en los diferentes grupos de edad?
El consumo del alcohol en la etapa de desarrollo fetal es muy peligroso porque se producen fallos en un momento clave que pueden provocar desde la muerte del feto pasando por malformaciones, retrasos o déficits conductuales de por vida. El alcohol es un teratógeno altamente tóxico y da igual que el consumo por parte de la madre se lleve a cabo durante el primer, el segundo o el tercer trimestre. Incluso en la época de lactancia es tremendamente peligroso porque es cuando se completa la formación del sistema nervioso. Los fallos que las estructuras del niño adquieran permanecerán de por vida.
En el caso de adolescentes y adultos el alcohol actúa con otros mecanismos, aunque es neurotóxico también. Se ha demostrado que la adolescencia es una fase en la que el cerebro no está del todo maduro. Hasta los 25 años no podemos decir que sus estructuras están completamente establecidas. Sabemos que durante la adolescencia aprendemos cosas nuevas, establecemos conexiones sinápticas que nunca olvidaremos. Se trata de un momento en el que el aprendizaje es crucial. No se debe beber a esa edad, pero lo verdaderamente peligroso es el patrón de consumo: el atracón –el conocido como binge drinking–, mucha cantidad en poco tiempo y muchas veces en ayunas. En ratas de edades equivalentes al período adolescente humano, que abarca de los 14 a los 18 años, observamos cómo merman sus reflejos, pierden la capacidad de memorización y por ello también la de aprendizaje.

En su trabajo sobre Neurotoxicidad y alteraciones cognitivas y conductuales en animales de experimentación adolescentes, se relacionan por primera vez sistema inmune y cerebro. Tengo entendido que esta ha sido una aportación muy importante…
Sí, es algo que no se sabía antes. Siempre hemos pensado que el sistema inmune actuaba únicamente a nivel periférico. Hasta hace cinco años el cerebro era un órgano privilegiado para el sistema inmune. Hemos demostrado por primera vez cómo el sistema inmune es importante también en el cerebro y cómo el alcohol actúa sobre dicho sistema produciendo inflamación cerebral. Resulta que el alcohol se une a unos receptores del sistema inmune y actúa como ligante, de manera que desencadena la liberación de una serie de citoquinas y otros compuestos inflamatorios que provocan la muerte de neuronas.

   
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© A. Montes
Vista del laboratorio donde la Dra. Guerra y su equipo llevan a cabo sus investigaciones.
 

«La investigación es muy sufrida, se trabaja mucho y que se te reconozca a nivel internacional es una motivación»

¿Hasta qué punto los resultados obtenidos en animales de experimentación (rata) se pueden trasladar o aplicar a los humanos?
Es muy importante saber dónde uno está en cada momento. Como ya he dicho antes, cuando trabajas con alcohol, los mismos niveles de alcohol en sangre los tienes en el cerebro, es fácil, por tanto, identificar la cantidad de alcohol a la que está sometido el cerebro de la rata. La alcoholemia que alcanza el animal es equivalente a la de un chico de 14 años que se haya tomado un cuarto de litro de calimocho y un cubalitro. En EE UU se demostró que personas que habían practicado binge drinking durante su adolescencia mostraban un hipocampo más reducido en la resonancia magnética.

Ahora que se sabe que el alcohol afecta de manera tan contundente al cerebro adolescente, ¿piensa usted que se tomarán medidas más serias?
Se han hecho campañas publicitarias. Cuando Elena Salgado estuvo al frente del Ministerio de Sanidad me llamaron y se prepararon campañas de formación y publicidad. Es cierto que los productores de alcohol se sentían amenazados cuando dábamos las charlas. Nosotros no estamos en contra de que vendan vino o lo que sea, no se trata de prohibir. Hay que educar sobre el consumo de alcohol. Es necesario que la sociedad conozca que una copa, un vino en nuestro entorno, puede resultar beneficioso por su efecto cardioprotector; pero también se ha de saber que consumir alcohol durante la adolescencia, de forma episódica y en grandes cantidades produce trastornos y alteraciones muy importantes e irreparables.

¿La competitividad es un requisito indispensable para llegar lejos en investigación?
Hay que ser muy competitivo y tener mucha energía. Cuando me preguntan por qué trabajo tanto, siempre respondo lo mismo. O uno compite para poder estar ahí arriba o no vale la pena investigar. Si eres uno más repitiendo procesos que otros ya demostraron pierdes la ilusión. A mí me motiva hacer cosas nuevas, ver que poco a poco obtengo resultados, pero sobre todo saber que soy la primera en hacerlas. El reconocimiento de la gente ilusiona mucho, y ayuda a mantenerse en primera línea, a seguir entregándose.

¿Qué presupuesto maneja usted al año para llevar a cabo una de sus investigaciones?
En este momento toda mi investigación está financiada por proyectos concedidos para mi grupo. Obtengo entre 150.000 y 170.000 euros anuales de los que pago personal, productos, asistencia a congresos, aparatos… lo pago todo. Lo que no está incluido en esa suma es mi sueldo y el del técnico de laboratorio que trabaja conmigo. En España cuando uno pide un proyecto, el investigador principal tiene que tener un contrato pagado por la institución. Los proyectos que se piden son entre uno y tres años, con el dinero que recibes puedes pagar becarios y todos los gastos para el desarrollo del proyecto. De las ayudas que nosotros recibimos por proyectos, el Príncipe Felipe se queda entre un 21-23% para gastos como el agua, la luz… El problema es que un centro de investigación como este necesita de una inversión anual importante porque además de todo lo nombrado anteriormente cuenta con otros servicios, como por ejemplo el animalario, y los costes son muy elevados.

   
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© A. Montes
Vista general del Centro de Investigación Príncipe Felipe, situado al lado de la famosa Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia.
 

«Existe una correlación muy evidente entre el dinero invertido y la relevancia en investigación de un país»

¿Qué me puede decir sobre la financiación del Centro?
En las mejores épocas recibíamos 9 millones de euros anuales y una parte importantísima de esa cantidad se dedicaba a los salarios y al mantenimiento del centro. Eso no quitaba para que nosotros ya entonces aportáramos el porcentaje de las ayudas que recibíamos. Durante los últimos cinco años, como el CIPF ha estado desarrollando un programa de medicina regenerativa, recibíamos un millón setecientos mil euros del Instituto de Salud Carlos III de Madrid. El resto lo ponía la Generalitat Valenciana. Este año el Carlos III ha cerrado el grifo porque la Generalitat ha sobrepasado el límite de déficit acordado con las administraciones. Ese ha sido un poco nuestro desastre, del Ministerio no hemos recibido nada y la Generalitat nos ha hecho unos recortes tremendos, del orden del 60-70% del presupuesto desde el 2009.

En recepción estaban comentado la posibilidad de que la Universidad Católica de Valencia contribuya en la financiación…
Con los cuatro millones trescientos mil que pone ahora la Conselleria de Sanidad esto se viene abajo. Estamos en una situación muy triste, somos un centro de excelencia y va a ser muy difícil mantener la viabilidad del CIPF. En este momento se está planteando que las universidades aporten dos millones. Lo que no está claro todavía es qué universidades. Estamos movilizándonos para que incrementen el presupuesto.

¿Cuál es la posición del centro respecto a las universidades y al Consejo Superior de Investigaciones Científicas?
En un ranking recientemente publicado, nuestro Centro quedaba muy bien situado. Las universidades investigan en biomedicina, y también el Instituto de Biomedicina del CSIC  Aquí nadie compite por nada ni con nadie, lo que pasa es que este es el único centro de la Comunidad Valenciana que recibe fondos autonómicos frente a los otros, que funcionan con fondos del Estado. Tenemos un buen nivel con respecto a ellos, aunque es difícil valorarlo.

¿Qué le pediría usted al próximo gobierno en cuanto a investigación?
Le pediría que no recortara drásticamente los fondos en investigación por tratarse de fondos competitivos. Si no se resolviera el tema de financiación para la investigación en un año, será muy difícil remontar y recuperar el nivel que hemos alcanzado. Los fondos en investigación son muy importantes. En las últimas elecciones se hizo un pacto por la ciencia que debía cumplirse ganara quien ganara. Se comprometían a mantener un presupuesto estable. Ahora la situación es muy preocupante. En España no somos punteros pero si tenemos un buen nivel en investigación es porque no hemos recortado. En el momento que rebajen los fondos dedicados a investigación nos vendremos completamente abajo. Existe una correlación muy evidente entre el dinero invertido y la relevancia en investigación de un país. En España no hay muchas patentes, pero tenemos un nivel muy bueno en investigación básica.

Algunos días después de la realización de esta entrevista y tras semanas de negociación, tensión y posiciones encontradas, se presentaba el expediente de regulación de empleo que desvirtuaba al que en su día había sido el centro de excelencia más importante de la Comunidad Valenciana y uno de los más destacados de España. Las expectativas de todos los que trabajaban en él se esfumaban a golpe de recorte. Se ha despedido a 114 trabajadores, casi la mitad de la plantilla, se ha reducido en un 15% el sueldo de aquellos que permanecen. Han desaparecido 15 líneas de investigación puntera en cáncer, medicina regenerativa, biología química o biomedicina. Muchos han expresado ya su frustración al considerar que será «muy difícil» seguir manteniendo el nivel de competitividad de las líneas que permanecen abiertas. El comité de empresa solicitará comparecer ante el Parlamento Europeo para explicar la situación del CIPF.

Ana Montes. Estudiante de Periodismo de la Universitat de València.
© Mètode 2012.

   
© Mètode 2012