Entrevista a Ismael Mingarro

«Hemos descubierto una nueva diana para la investigación de nuevos fármacos antitumorales»

Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universitat de València

Ismael Mingarro es profesor y catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Universitat de València y, además, dirige el Laboratorio de Proteínas de Membranas, donde se ha especializado en el análisis de las proteínas que se encuentran en las membranas biológicas. Mientras nos enseña el lugar donde compagina docencia e investigación, nos confiesa la necesidad de trabajar en equipo, no solo con los miembros de un mismo laboratorio, sino también con otros laboratorios, para conseguir pequeños pero imprescindibles avances en ciencia.

Después de echar un vistazo a los laboratorios de la Facultad de Biología nos recibe en su despacho para hablar de la investigación que ha coordinado, junto a la doctora e investigadora Mar Orzáez, sobre las interacciones en la membrana de las proteínas de la familia Bcl-2. Las interacciones de estas proteínas, implicadas en el cáncer a través de su capacidad para alterar el proceso de muerte celular, podrían abrir nuevos caminos en la búsqueda de fármacos antitumorales que refuercen los tratamientos que ya existen. El proyecto está financiado por el programa Prometeo de la Generalitat Valenciana y lo han desarrollado conjuntamente la Universitat de València y el Centro de Investigación Príncipe Felipe.

¿Cómo empezó este proyecto que estudia las interacciones de las proteínas de la familia Bcl-2?

Empezamos planteándonos la posibilidad de estudiar una subfamilia de proteínas, llamadas Bcl-2, que estaban relacionadas con el cáncer y que en aquel momento, hace unos catorce años, no estaba demasiado claro si estaban unidas fuertemente a las membranas o si solo se asociaban transitoriamente. Iniciamos una nueva rama de investigación en el laboratorio, pero lo dejamos apartado durante una temporada. Hace un tiempo, lo hemos retomado a colación de que presentamos un proyecto al programa Prometeo de la Generalitat Valenciana de Grupos de Excelencia en el que planteábamos la posibilidad de estudiar este tipo de proteínas de cara a intentar buscar nuevas dianas para poder desarrollas nuevos fármacos antitumorales.

«Queremos saber si somos capaces de inducir o de impedir la muerte celular»

¿En qué consiste este estudio?

Lo que estamos haciendo en concreto es estudiar un grupo de proteínas relacionadas con la muerte celular programada. Lo que ocurre en este proceso es que se forman unos poros en las membranas externas que liberan componentes celulares que desembocan en la muerte celular. Esta familia de proteínas está formada por dos grupos de proteínas, unas de ellas favorecen la muerte celular (proapoptóticas) y otras impiden la muerte celular (antiapoptóticas). En las células normales eso está en equilibrio, pero cuando predominan las antiapoptóticas, la célula no muere. Lo que han hecho algunos tipos de cáncer es aprender como manipular este equilibrio para que la célula no entre en muerte celular y el cáncer se pueda reproducir.

¿Cuál es la singularidad de este proyecto?

Las interacciones que hay entre las partes que no son de la membrana ya estaban descritas, lo que hemos hecho nosotros en este estudio es describir las interacciones entre les regiones que sí están ancladas en las membranas. Hasta ahora solo se podía controlar la unión entre las partes que no son de la membrana. Ahora, además, podemos plantearnos intervenir desde un punto de vista farmacológico, modulando las interacciones entre las regiones que sí que están ancladas en las membranas. Realmente lo que se plantea es como una diana. Hasta ahora solo se conocía un tipo de interacción, y nosotros hemos descubierto que, además, hay interacciones por otro lugar. Hemos descubierto una nueva diana para la investigación de nuevos fármacos antitumorales.

Ismael Mingarro

Foto: María Marín

¿Cómo se ha desarrollado el estudio y a que conclusiones ha llegado?

Empezamos demostrando que, efectivamente, había regiones de estas proteínas que estaban unidas a las membranas biológicas, eso era una cosa que no estaba asumida. Después demostramos que la región que atravesaba la membrana de una de las proteínas proapoptóticas interacciona con les regiones que atravesaba la membrana de dos proteínas antiapoptóticas. Esta es la novedad, eso no estaba descrito. Ahora queremos saber si eso es un patrón común entre ellas, si hay alguna especificidad de quien interacciona con quien, etc… El paso siguiente será intentar poner a punto un ensayo que nos permita testar moléculas que puedan funcionar como fármacos. Queremos saber si podemos competir con estas interacciones, es decir, si añadiendo externamente alguna molécula podemos impedir o modular estas interacciones. Esto podría conducir a que seamos capaces de inducir o de impedir la muerte celular.

Pero, ¿a esta fase todavía no habéis llegado?

Ahora estamos intentando poner a punto el ensayo, pero eso requiere financiamiento. De hecho, probablemente esta sea nuestra propuesta de renovación del proyecto Prometeo que tenemos entre este laboratorio y el laboratorio de la doctora Mar Orzáez, en el Centro de Investigación Príncipe Felipe. Digamos que la realización de este ensayo será el núcleo del proyecto que queremos presentar este año para renovar este financiamiento.

¿Qué aplicaciones en el campo de los fármacos antitumorales puede tener este descubrimiento?

Si ponemos a punto un sistema de ensayo que nos permita rastrear muchas moléculas al mismo tiempo, es factible que pueda detectarse alguna molécula que pueda modular estos procesos. En el momento en que detectemos alguna molécula, empezaría todo un proceso de desarrollo de fármacos que habría que probar. Sería un camino largo, porque tenemos que hacer todas las validaciones, primero en células, después en modelos animales y, a partir de aquí, ya tendríamos que depender de alguna farmacéutica grande que pueda, y quiera, tirar adelante con el desarrollo de un nuevo fármaco.

«La ciencia progresa por pequeños avances de muchos laboratorios. El salto cualitativo se da muy pocas veces»

¿Qué diferencias o mejoras ofrece este descubrimiento frente a los fármacos antitumorales descubiertos hasta el momento?

La idea es que estos nuevos fármacos puedan ser complementarios, es decir, que funcionen como una estrategia adicional. Se espera que no intervengan en los otros procesos de control de este complicado proceso, sino que afecte a otra parte del proceso y que, por tanto, pueda ser como un refuerzo a los tratamientos que ya existen.

¿Qué podría suponer para la ciencia y para la sociedad el éxito de este proyecto?

Estamos demasiado lejos para poder pensar en estas coses. De hecho, los fármacos que se están utilizando en cáncer hoy en día ya llevan utilizándose muchos años, no hay mucha innovación en este sentido. Por tanto, cualquier aportación puede ser significativa. Cuando el arsenal de fármacos que hay no es demasiado grande, como es el caso, cualquier incorporación puede tener una repercusión significativa.

¿Estamos más cerca de conseguir una cura para el cáncer?

Yo no soy un experto en cáncer, pero lo que es bastante evidente es que el cáncer no es una enfermedad, son muchas. Es decir, cada tipo de cáncer tiene un proceso distinto, y en cada proceso hay diferentes proteínas implicadas, y eso hace que nadie se plantee una cura del cáncer. Los distintos tipos de cáncer no compartirán soluciones parecidas. Hay algunos tipos de cáncer en los cuales se ha avanzado más que en otros y con la detección precoz les probabilidades de éxito son más grandes.

¿Qué impresión cree que tiene la sociedad sobre los avances en el tratamiento del cáncer?

Ismael Mingarro

Foto: María Marín

La sociedad debería de entender que primero necesitamos entender bien cómo funcionan los distintos procesos celulares, para después poder intervenir en ellos. Digamos que ahora estamos intentando analizar qué es lo que ocurre, para después intervenir farmacológicamente. La sociedad debería pensar, o nosotros intentar explicar mejor, que realmente la ciencia progresa por pequeños avances de muchos laboratorios. El salto cualitativo se da muy pocas veces. Debemos construir sobre una base, y la base es aquello que se hace de forma más oscura, más monótona o más rutinaria en los laboratorios pero que es lo que da la solidez necesaria para que, de repente, haya un salto cualitativo: que alguien descubra alguna molécula que para un determinado tipo de cáncer funcione.

¿Cómo cree que afecta anímicamente, al conjunto de la sociedad, la presencia de esta enfermedad?

El cáncer tiene una mayor repercusión, probablemente, porque los humanos vivimos más años. El hecho de aumentar la esperanza de vida hace que aparezcan patologías que están muy relacionadas con la edad, y el cáncer está relacionado con muchos factores, y el envejecimiento es uno de ellos. Si socialmente se tiene la idea que hay más cáncer que antes, lo que se debería pensar es que también somos capaces de detectarlo más fácilmente, y que los casos que se traten en las primeras fases de la enfermedad tienen una probabilidad de supervivencia más grande que la que se tenía hace unos años. La gente debería tener la percepción de que estamos avanzando, porque los porcentajes de enfermos de cáncer que sobreviven hoy en día es mayor que el de hace veinte años. Pero es cierto que para que estos tratamientos mejoren, se necesita mucha investigación de la que nosotros llamamos básica, es decir, que no tiene una finalidad clara pero que es necesaria para saber más y conseguir hacer esos saltos cualitativos.

«Para conseguir nuevos tratamientos contra el cáncer hace falta invertir dinero en investigación y esta no es la política que se ha seguido durante los últimos años»

¿Con qué actitud afrontan los enfermos de cáncer esta enfermedad?

Los pacientes de cáncer, en general, suelen cursar la enfermedad siguiendo las estadísticas propias del cáncer que sufran. Es decir, que dependiendo del tipo de cáncer que tenga el paciente tiene unas expectativas u otras. Lo que debería pensar la gente es que cuantos más estudios tengamos, más favorables serán estas estadísticas que, al final, es lo que se traduce en si una persona sobrevive a un cáncer o no.

¿Qué mensaje piensa que se debería trasladar a la sociedad respecto a este tema?

El mensaje que deberíamos de intentar transmitir todos los investigadores es que cuanto más sepamos, más probabilidades tendremos de que aparezcan nuevos tratamientos que tengan una aplicación más directa. También hay que concienciar a la gente de que para conseguirlo hace falta invertir dinero en investigación y que esta no es la política que se ha seguido en nuestro país durante los últimos ocho o nueve años y eso, a la larga, puede ser muy negativo. Si no se mantienen los grupos de investigación que están investigando, eso se traducirá en resultados que dejaremos de tener. Aquí siempre se ha tenido la idea de que investiguen los otros, pero yo creo que como sociedad deberíamos de estar todos implicados. La idea no es que los países ricos pueden invertir en ciencia porque son ricos, sino que son ricos porque invierten en investigación y desarrollo. Invertir en ciencia es invertir en el futuro de una sociedad.

© Mètode 2017

Estudiante de periodismo de la Universitat de València.