Acaba de publicar en Nature el genoma de una conífera. ¿Por qué es tan relevante?
En primer lugar, por la dificultad. Por primera vez, un equipo de investigadores de ámbito internacional ha conseguido secuenciar el genoma de una conífera, en concreto de Picea abies (un árbol de distribución euroasiática). Una labor complicada por la gran cantidad de ADN que se encuentra en el núcleo de la célula, mucho más que en otras plantas, ya que durante la evolución ha ido incorporando secuencias parecidas a los elementos transponibles móviles, que forman la mayor parte de su genoma.
¿Qué podría destacar?
El análisis pone de manifiesto que el número de genes presentes en Picea abies (28.354) es muy similar al de Arabidopsis thaliana, angiosperma (planta con flor) modelo en la investigación vegetal que presenta un genoma cien veces más pequeño. Los datos obtenidos indican que las coníferas tienen una baja densidad de genes y que el gran tamaño del genoma que presentan las coníferas (y muchas gimnospermas en general) no se debe a una reciente duplicación de todo su genoma. En cambio, parece que los grandes genomas de gimnospermas se han originado por una lenta y progresiva acumulación de elementos móviles (transposones con LTR), probablemente como consecuencia de la carencia de un mecanismo eficiente para su eliminación del genoma.
¿Cuál ha sido su aportación?
Hemos analizado las secuencias de los genes del ADN ribosómico y hemos determinado el tamaño del genoma en un gran número de ejemplares. Actualmente, continuamos la investigación determinando los diferentes grupos de ligamento de genes que han sido investigados por otros grupos en los cromosomas de la Picea (tiene 24).
Y el hallazgo científico también tiene influencia económica…
Y muy importante, porque estos conocimientos van a servir para el aprovechamiento silvícola. Las coníferas son especies de crecimiento rápido y gran tamaño, utilizadas en cultivos para el aprovechamiento de su madera. El conocimiento del genoma permitirá profundizar en los mecanismos bioquímicos ligados a la producción de madera y, en el futuro, aislar estos genes, observar su regulación e intentar su incorporación en el genoma de otras plantas.
Su investigación también trata de detectar los fraudes alimentarios. ¿Cómo se puede hacer desde el punto de vista vegetal?
La identificación de los vegetales es bastante sencilla para un botánico cuando todos los elementos de diagnóstico están a mano (hojas, flores y frutos, fundamentalmente). El problema radica en identificar los seres vivos cuando sólo se encuentran partes, o se encuentran transformados. En este caso hace falta recurrir a la identificación basada en el ADN. Es lo que hacemos con el fraude alimentario: comprobar si las especies que supuestamente están en los alimentos transformados se corresponden con las indicaciones de las etiquetas. El ADN nos da la respuesta. Contrariamente a lo que la gente piensa, la sustitución de una especie por otras de menor valor o calidad es una práctica que está muy extendida en el mundo vegetal.
Ha colaborado en la identificación de restos vegetales en investigaciones policiales. ¿En que consiste la botánica forense?
Es una de las disciplinas más excitantes de la botánica y que tiene muchas repercusiones prácticas. Consiste en la identificación de individuos o de especies vegetales mediante características morfológicas o de su ADN que permiten relacionar las muestras vegetales presentes en los escenarios de los delitos o a las víctimas con los culpables. Es todo un reto para los investigadores y requiere una estrecha colaboración con las fuerzas de seguridad.