Entrevista a Manel Porcar

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© Marina Sanjuan

Manel Porcar formó parte de Greenpeace hace años. Actualmente, rechaza el ecologismo radical de esta asociación y sus campañas de difusión y, desde el bando científico, también se propone divulgar, pues cree que es la única manera de acabar con la equívoca imagen de los transgénicos.

 

«Este producto contiene organismos modificados genéticamente», indica la etiqueta de un alimento. El consumidor, precavido, lo deja en su sitio, pues tiembla ante posibles efectos adversos. «Un transgénico no es más que un Organismo Modificado Genéticamente (OMG), al que se ha añadido una proteína mediante técnicas de biología molecular», explica Manel Porcar. Por ejemplo, en productos agrícolas la modificación permite la tolerancia a herbicidas y la resistencia ante insectos. La modificación genética, explica, es algo habitual. «Nosotros mismos somos resultado del traspaso genético de individuos a su descendencia». Pero si introducimos el adjetivo artificial, saltan las alarmas. «Mezclar modificación artificial y vida es algo que no gusta, porque el resultado son organismos antinaturales, mutantes». Cuando el hombre juega a crear organismos sale escarmentado –¿quién no recuerda la historia de Frankenstein?–. «Todo se basa en la asociación instintiva: transgénico = artificial = negativo». Esta asociación es frecuente en las campañas  contra los transgénicos. «La demonización ha sido un éxito y uno acaba pensando: algo malo tendrán».

¿peligra nuestra salud?

El temor más extendido es el riesgo para el cuerpo humano, lo que ha hecho de los transgénicos la tecnología agrícola más estudiada de la historia y la que más pruebas ha superado. Manel Porcar trabaja en la Comisión Nacional de Biodiversidad, donde se evalúan los transgénicos antes de comercializarse. «Hasta ahora todos los estudios han concluido que no hay toxicidad. Es más, sabemos exactamente qué tiene un transgénico, mientras que al consumir un producto agrícola convencional, hasta arriba de plaguicidas tóxicos, no sabemos qué estamos comiendo.»  Pero el consumidor se siente inseguro, pues también se habla de la existencia de genes resistentes a antibióticos en el ADN de los transgénicos, otro riesgo sanitario. «Es otro mito. La demagogia es muy común en materia transgénica», señala el biotecnólogo, y añade «lo que sí está demostrado es que una ensalada mal lavada contienen un millón de bacterias resistentes a antibióticos. Pero eso no se explica».

Alarma medioambiental

Descartada la toxicidad, otra crítica frecuente es la influencia negativa de los transgénicos sobre la fauna no diana, esa fauna no problemática para los cultivos, a la que no se quiere exterminar. «Algunos estudios así lo confirman, pero  me parece un argumento válido a medias». Para ser justos, indica,  hay que tener en cuenta los problemas que suponen las  alternativas –los cultivos convencionales– pues los transgénicos minimizan el uso de plaguicidas, que en los cultivos tradicionales pueden acabar con toda la fauna que los rodea.

Del mismo modo, tampoco se puede achacar a los transgénicos la reducción de la biodiversidad, otra «verdad a medias», según el biotecnólogo. En su artículo de la revista Mètode Opinions transgèniques, Manel Porcar afirma que es la popularización de ciertas variedades, transgénicas y no transgénicas, lo que hace que otras desaparezcan. En el siglo xvii, un agricultor holandés seleccionó la variante de zanahoria que hoy conocemos por el color naranja que exhibía, pues éste era el símbolo de la casa real holandesa.  El éxito fue total y la variedad se expandió. «Detrás hay una cuestión estético-política. Sin ningún transgénico de por medio, la biodiversidad se ha reducido. Las monstruosidades genéticas están a la orden del día.» Pero la sociedad aún no está convencida.

El negocio transgénico

Desde su aparición en 1996, los transgénicos se han convertido en la tecnología récord en expansión. América es el continente con más cultivos transgénicos, mientras que en Europa destaca España, donde 98.000 hectáreas están ocupadas por el maíz MON810, comercializado por Monsanto, una multinacional. «Todos los transgénicos agroalimenticios están en manos de multinacionales», reconoce, «y es cierto que el monopolio puede ser un problema, pero todo depende de la utilización que se haga de esta tecnología». Y muestra el ejemplo que le hace ser optimista: el Golden Rice, un arroz al que se ha añadido artificialmente vitamina A. Este transgénico se creó para acabar con los problemas oculares que sufren  millones de  niños en Asia, por la falta de vitamina A de este cereal, base de su alimentación. Sin embargo, este producto, fruto de una investigación subvencionada por una multinacional, aún no ha conseguido autorización para ser comercializado. El poder no es absoluto, pues impera el descrédito social.

La batalla comunicativa

«Desde el punto de vista comunicativo, ha sido una catástrofe. Y ya es una batalla perdida.» Para el biotecnólogo ni siquiera el caso de la energía nuclear es comparable. «Entre los biólogos se dice «intentemos explicar bien en qué trabajamos para que no nos pase como a los biotecnólogos con los transgénicos».»

La prensa y sus criterios de noticiabilidad tampoco ayudan. «Sólo tienen repercusión los estudios con resultados espectaculares, sobre todo negativos.» El caso más reciente, señala, es  un estudio que relacionaba la aparición de tumores en ratones con la ingesta de transgénicos. Fue portada en varios  medios españoles, pero cuando se descubrió su falsedad, la prensa no informó. «Puedo dar la impresión de que soy pro transgénico, cuando lo que estoy es firmemente no en contra»,  afirma con ingenio, «simplemente como científico me rebelo cuando se dicen cosas que no son ciertas». Entra en juego su papel de divulgador. Manel Porcar reclama la importancia de pensar por uno mismo y pone a nuestro alcance la información en bruto, los datos objetivos. Por eso, se detiene en un eslogan con enfado: «Los Verdes: una información clara para poder decir que no». «Hay que dejar a la gente decir si sí o si no. La información es la herramienta para poder decidir.»

Marina Sanjuan. Estudiante de Periodismo de la Universitat de València.
© Mètode 2012.

 

«La demonización ha sido un éxito y uno acaba pensando: algo malo tendrán»

 

 

 

 

 

 

 

«Una ensalada mal lavada contienen un millón de bacterias resistentes a antibióticos, pero eso no se explica»

 

 

 

 

 

«Sin ningún transgénico de por medio, la biodiversidad se ha reducido. Las monstruosidades genéticas están a la orden del día»

 

 

 

 

 

 

 

«Todos los transgénicos agroalimenticios están en manos de multinacionales y es cierto que el monopolio puede ser un problema, pero todo depende de la utilización que se haga de esta tecnología»

 

 

 

 

 

«Hay que dejar a la gente decir si sí o si no. La información es la herramienta para poder decidir»

© Mètode 2012