Entrevista a Yves Marignac

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YvesMarignacPortadaAnna Mateu

El debate nuclear ha vuelto a la actualidad estas últimas semanas a Valencia con motivo del juicio celebrado contra 16 activistas de Greenpeace y un fotógrafo por la protesta llevada a cabo en la central de Cofrentes el 15 de febrero de 2011, a penas un mes antes del accidente de Fukushima. Un juicio que se ha resuelto esta semana con la absolución de los acusados, para los que se pedían penas de dos años de cárcel, y que se ha quedado finalmente en una multa de cerca de 20.000 euros a Greenpeace para cubrir los daños en las instalaciones.

Con motivo de los actos que la agrupación ecologista ha organizado en apoyo a los activistas, hemos tenido la ocasión de hablar con Yves Marignac, experto en energía nuclear que lleva años trabajando en este campo en Francia, un país con una fuerte dependencia de este sistema energético con un total de 58 reactores repartidos por su territorio. Desde la dirección de la sede francesa de la agencia Wise International en París, Yves Marignac ha asesorado tanto al gobierno francés como a agrupaciones ecologistas en materia de energía y es coautor del Manifeste Negawatt, donde se plantea el escenario para la transición energética francesa hacia un modelo sin energía nuclear basado en las energías renovables de aquí a 2050. El experto tiene claro que hay otro modelo energético posible, más eficiente, más respetuoso con el medio ambiente y con menos costes económicos, y que pasa por abandonar la energía nuclear a favor de las renovables a corto plazo.

En diferentes ocasiones, usted ha manifestado que un experto no puede ser pro o antinuclear, ¿porqué?
Yo considero que no soy antinuclear. Es muy diferente desarrollar un argumentario crítico sobre la energía nuclear, que nos conduce a afirmar que otras opciones energéticas son menos peligrosas y más beneficiosas, que ser antinuclear en el sentido de combatir. Si uno es militante y está convencido de que su causa es justa esconderá las cuestiones positivas sobre la energía nuclear en su discurso y en su actitud, mientras que un experto no puede hacer eso.

¿Qué posturas serían diferentes como experto o como militante?
Por ejemplo en un tema muy importante hoy en día como es el almacenamiento geológico [entierro de residuos nucleares]. Un militante dirá que no a esta opción. Un experto está obligado a decir que tenemos residuos y entonces es necesaria alguna solución. Hoy en día, yo no considero que el entierro sea una buena solución, pero de todas las soluciones que podemos imaginar, es la menos mala. Así, la postura del experto y la postura del militante conducen a posicionamientos y discursos muy diferentes. Además, cuando uno es militante, busca directamente entrar en el juego político, y se confronta al político para influir en las decisiones, mientras que un experto aconseja a los políticos y a los actores del debate, pero no se posiciona como poseedor de la solución correcta. Es útil para el interés general que haya un verdadero debate sobre la cuestión nuclear y sobre la cuestión energética y es necesario que los expertos puedan contribuir en él de manera crítica.

Entonces usted no es antinuclear, pero sí que defiende abiertamente una transición energética hacia un escenario libre de nucleares, ¿porqué?
Nuestra sociedad está construida alrededor de un sistema energético basado en la lógica de la producción de energía más que en el servicio prestado por la energía, y por esto se apoya en las energías más concentradas, es decir, en las energías fósiles, con el problema del agotamiento de los recursos y sobretodo con el problema del cambio climático, y sobre la energía nuclear, con todos los problemas específicos asociados a él: el riesgo de accidente grave, la cuestión de los residuos de vida larga y el riesgo de proliferación. El sistema energético actual no es sostenible y hay que reflexionar sobre la transición hacia otro modelo basado en el control del consumo, que implica un uso más inteligente y eficaz de la energía, cómo y porqué la utilizamos. Un modelo que implica ser inteligentes también sobre los recursos, y desarrollar tanto como sea posible los más sostenibles, que hoy en día son las energías renovables, a pesar de que tampoco están exentas de problemas. Hay que ir hacia esa inteligencia global.

Entiendo que este modelo implica cambios drásticos en nuestro modo de vida, ¿estamos los ciudadanos dispuestos –o preparados – a hacer este tipo de cambios?
Es complicado porqué la sociedad está totalmente entrelazada con el sistema energético. La historia de nuestro desarrollo está marcada por un acceso sucesivo a diferentes formas de energía, desde la primera domesticación de las energías renovables, y después en la primera revolución industrial con el carbón y en la segunda revolución industrial con el petróleo, y finalmente con la energía nuclear. El acceso a estas formas de energía ha modelado nuestra sociedad. Por ejemplo, el hecho de disponer de petróleo no demasiado caro para alimentar a los vehículos efectivamente ha abolido las distancias. Ya no es un problema transportar los productos miles de kilómetros o vivir lejos del puesto de trabajo. Pero a partir del momento en que este sistema energético encuentra sus límites –de impacto sobre el medio ambiente, de riesgo tecnológico- los recursos que eran baratos empiezan a encarecerse. En Francia tenemos lo que llamamos la precariedad energética o la pobreza energética. Se estima que once millones de franceses no tienen ingresos suficientes para disponer de calefacción o desplazarse correctamente.

Sí, en España tenemos un problema similar, agravado por la crisis económica.
Es que no es solo un límite ambiental, es también un límite económico y social. A partir del momento en que el sistema llega a un límite en que no es sostenible, es necesario cambiar. Es una ilusión total pensar que conservaremos el mismo modo de vida sin petróleo y sin nucleares. Continuar con la misma organización y modo de vida será cada vez más caro, destruirá cada vez más el medio ambiente, producirá más accidentes y también creará tensiones internacionales; pensemos en el petróleo en el Oriente Medio, el uranio en Francia, Mali o Nigeria o el gas en Ucrania. Todo esto nos conduce a un mundo cada vez más en crisis y a una situación menos y menos sostenible. Es una cuestión de decisión política y madurez colectiva.

 

«El sistema energético actual no es sostenible y hay que reflexionar sobre la transición hacia otro modelo basado en el control del consumo y en un uso más inteligente y eficaz de la energía»

 

 

«Es una ilusión total pensar que conservaremos el mismo modo de vida sin petróleo y sin nucleares»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Cuanto más esperamos, más caro es nuestro sistema actual y somos menos capaces de financiar la transición energética»

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«La energía nuclear presenta riesgos específicos y es un cuestión ética para la sociedad decidir si estos deben ser considerados como secundarios y aceptables en relación al cambio climático»


A pesar de esto, en España la crisis económica ha frenado la inversión en energía renovable con el argumento de que es demasiado cara.

El cambio del que hablamos evidentemente requiere de inversión, pero nuestro gran error es que razonamos sobre todo esto a corto plazo, en vez de verlo como una inversión para los próximos veinte o treinta años y un camino que nuestra sociedad debe hacer. En vez de esto lo vemos como un coste, como una carga. I esto es dramático, puesto que cuanto más esperamos, más caro es nuestro sistema actual y somos menos capaces de financiar la transición energética.  Sobre las renovables es muy simple. Por un lado, las energías fósiles se reducen , la tensión para acceder a ellas aumenta y a largo plazo su precio aumentará. El precio de los nuevos reactores nucleares también aumenta, y el mantenimiento de los reactores existentes también requiere cada vez más inversión y esto encarece la producción, Por otro lado, el precio de las renovables disminuye.  Distintos tipos de renovables se encuentran ya a niveles competitivos, la eólica, por ejemplo, que está muy desarrollada en España. Y el coste de la solar o la biomasa no hacen otra cosa que disminuir. Si no estuviéramos padeciendo esta crisis económica, no dudaríamos ni un segundo en invertir en renovables. No nos sentimos capaces de invertir y esto no hace más que reforzar y alargar la crisis.

¿Qué piensa usted del argumento de que la energía nuclear es una energía limpia porqué no emite CO2 y por lo tanto nos puede ayudar a luchar contra el cambio climático?
El cambio climático es sin lugar a dudas un problema importante, pero no es el único problema importante del medio ambiente al cual tenemos que hacer frente. Este es un debate ético. La energía nuclear presenta riesgos específicos y es un cuestión ética para la sociedad decidir si estos riesgos específicos deben ser considerados como secundarios y aceptables en relación al cambio climático. Además, si presentamos la energía nuclear como solución del cambio climático, deberíamos multiplicar por diez los reactores existentes, deberíamos tener 4.000 reactores en el mundo en vez de los 400 que hay hoy en día. Todo esto requeriría un proceso complejo y caro. El riesgo de los usos militares de la energía nuclear se multiplicarían también, y es interesante recordar el escenario de invierno nuclear estudiado por los servicios de seguridad americanos y rusos durante la Guerra Fría, que muestra bien como el riesgo de proliferación puede conducir a una guerra nuclear, cosa que produciría un desastre para el clima sin comparación con el cambio climático. Hablamos de un 95% de pérdida de luminosidad y de una veintena de grados de temperatura menos. Así que cuando hablamos de la energía nuclear en relación al cambio climático podemos decir que tanto el control del consumo como el desarrollo de las renovables van más rápido y son más eficaces, y mucho menos caras a largo plazo, que la nuclear para reducir las emisiones. La única cuestión que nos podemos plantear en este sentido es si a los países que ya tienen reactores nucleares les iría mejor mantenerlos y alargar su vida útil para mantener las emisiones relativamente bajas, mientras desarrollan las renovables o si, al contrario, les va mejor cerrarlos para acelerar la transición. Este es un planteamiento que pierde de vista la cuestión ética y que se podría discutir.

Y en su opinión, hacia dónde tienen que ir estos países?
Existe una especie de contradicción entre un sistema energético construido alrededor de los reactores y un sistema energético basado en el control de la demanda y en las renovables. La nuclear necesita una demanda masiva y continua y una red eléctrica muy centralizada, mientras que las renovables y el control del consumo van hacia la demanda más que hacia la producción y hacia una red más difusa y flexible. Es contraproductivo retardar el cierre de los reactores porqué esto frena el desarrollo de las renovables y la eficacia energética. Vamos menos lejos en la transición si conservamos mucho tiempo los reactores nucleares.

Usted también pone el acento en los riesgos de la nuclear, ¿piensa que Fukushima ha cambiado de alguna manera nuestra percepción del riesgo?
Sin duda, hubo incontestablemente un choque, que duró algunas semanas o meses, y que pasó. Hoy en día, Fukushima está menos en nuestras mentes y reflexiones, pero tampoco hemos vuelto al estado anterior. Las autoridades nucleares han tomado mucha más consciencia de la posibilidad de accidente importante, y por otro lado, la colectividad –los políticos, los actores del territorio, etc.– es también mucho más consciente del alcance potencial de las consecuencias. Es llamativo, porque esto lo sabemos desde Chernobil, pero aquél se consideró como un accidente soviético, algo que mostraba que había que prestar más atención pero no hasta el punto de considerar que podía llegar a suceder en nuestra casa. Un accidente como el de Fukushima, ocurrido en un país democrático y muy avanzado tecnológicamente como el Japón, es más posible que pueda suceder aquí. El resultado es que hay un cambio real de perspectiva en las zonas próximas a centrales nucleares, y no sólo en los 10 km que han sido las zonas incluidas tradicionalmente en los planes de urgencia, hoy hablamos fácilmente de una zona de 80-100 km. En Francia, hoy en día hay un verdadero movimiento de los actores territoriales puesto que los planes de urgencia se amplían de 10 a 80 km. Ha habido una auténtica toma de conciencia del hecho que en caso de accidente los efectos se sentirían en una zona de 100 km alrededor de la instalación.

En Valencia tenemos una central nuclear en Cofrentes, a escasos 80 kilómetros, y no tengo la sensación que haya habido ningún cambio de consciencia después de Fukushima.
En Valencia estamos directamente afectados por Cofrentes. Hay otro aspecto del riesgo alrededor de una instalación nuclear que es el impacto sobre la producción agrícola. Por supuesto en el caso de un accidente importante tenemos el riesgo de contaminación del agua, y esto afectaría a la producción agrícola de naranjas, por ejemplo. Pero también habría consecuencias en caso de un accidente ligero, sin necesidad de que sea un accidente que obligue a la población a desplazarse o a abandonar la producción porqué todo esté contaminado. Un accidente con emisiones radioactivas podría ser suficiente para estropear la imagen de los productos de la región y hacer caer las ventas, especialmente en la exportación. Esto ocurrió hace años en Francia en Tricastin, una ciudad con una central nuclear y un fábrica de enriquecimiento de uranio en el valle del Roine. Hubo un accidente y se encontraron niveles de uranio en las agua. Hay un vino en la zona que se llamaba Côteux de Tricastin y su consumo cayó brutalmente, a pesar de que no estaba contaminado. Pero era suficiente la sospecha. El resultado es que los productores tuvieron que cambiar el nombre de su denominación. En caso de accidente importante, hay un riesgo para la población, pero el riesgo económico empieza con un pequeño accidente y una sospecha..

Anna Mateu. Redactora jefe de la revista Mètode.
© Mètode 2014.

 

 

«Es contraproductivo retardar el cierre de los reactores porqué esto frena el desarrollo de las renovables y la eficacia energética»

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«Desde Fukushima, las autoridades nucleares han tomado mucha más consciencia de la posibilidad de accidente importante»

«En caso de accidente importante, hay un riesgo para la población, pero el riesgo económico empieza con un pequeño accidente y una sospecha»

© Mètode 2014