Jordi Costa

jordi-costa
jordi-costaTeresa Ciges

Jordi Costa está en Nueva York, pero no tiene ningún problema para atendernos. Después de intercambiar varios mensajes electrónicos, contesta las preguntas disculpándose por no acentuar las palabras ni poner la ñ, con la justificación de que el teclado de su ordenador es inglés. Es joven, no debe superar los treinta años, y ya es doctor en Neurociencia por la Universidad de Barcelona y está investigando en el Laboratorio de Neuroimagen y Neurociencia Cognitiva del Instituto de Investigación Nathan Kine de Nueva York. Su línea de investigación se centra en el estudio de la codificación de regularidades acústicas en la escena auditiva. Nos explica, orgulloso, que es guitarrista amateur, y que su pasión por la música siempre ha inspirado su pasión por la neurociencia de la audición.

Steven Mithen afirma que la música se ha incorporado al genoma humano durante la evolución de nuestra especie. En este sentido, ¿podríamos decir que tenemos una competencia musical innata?
Si bien es difícil constatar que tenemos una competencia musical innata codificada en nuestro genoma, lo cierto es que disponemos de una serie de mecanismos en nuestro sistema auditivo y motor que permiten la percepción y la creación de música. Esta, como producto humano, presenta características análogas a cómo creemos que funciona nuestro cerebro, que es como un espejo: desde la fluctuación rítmica de energía acústica en la música y eléctrica en el cerebro, la organización jerárquica en estructuras complejas, la codificación y violación de regularidades; etc. Hay, sin embargo, quien va más allá y propone que la música podría haber sido la forma de comunicación de nuestros antecesores. De todas formas, es muy difícil pensar en términos puramente genéticos cuando hablamos de actividades tan complejas como la música…

¿Es la música un gimnasio para la mente?
¡Y tanto! El aprendizaje musical es una de las actividades que tienen un poder de cambio en el cerebro (plasticidad) más potentes que se conocen. Refina nuestro sistema auditivo y hace que la discriminación de tonos sea más fina; mejora la memoria en estructuras melódicas y rítmicas complejas; mejora la motricidad y la coordinación de movimientos; la creatividad; la atención, la habilidad social…

¿Existe una separación cerebral entre la capacidad lingüística y la musical? Porque se ha demostrado que la capacidad musical puede existir dentro del cerebro aunque haya una ausencia del lenguaje…
La música y el lenguaje comparten muchas estructuras y funciones cerebrales. Pero casos de pacientes neurológicos (y en este punto recomiendo a todo el mundo que lea Musicophilia de Oliver Sacks), casos que parecen de ciencia ficción, nos presentan ejemplos de personas que, a pesar de preservar el lenguaje, nacen sin –o pierden después de un accidente neurológico– la habilidad de percibir o producir melodías, o bien ritmos, o ambos. O casos de personas que pierden habilidades lingüísticas pero preservan habilidades melódicas y rítmicas. De todos modos, un estudio exhaustivo y controlado es muy difícil por la etiología que presenta cada caso.

Su equipo ha hecho neuroconciertos en Barcelona. ¿En qué consisten y qué conclusiones han extraído a través de su experiencia?
Los neuroconciertos forman parte de una iniciativa lúdica de divulgación científica en la que, mediante la música en directo, acercamos al público general conceptos como los que hemos estado hablando hasta ahora. Diseñamos nueve actividades diferentes que abarcaban desde la terapia médica mediante música hasta las diferencias entre música de Oriente y Occidente, pasando por música y publicidad o música y desarrollo en el niño. La experiencia en general ha sido muy positiva: para nosotros, un esfuerzo necesario ajustar el nivel de nuestras explicaciones y hallazgos científicos al público general, y de ponerlas en un contexto más amplio. Cuando trabajas en ciencia, muchas veces pierdes la noción de la big picture (la escena completa), porque te centras cada vez más en problemas más concretos, de manera que cuando se los cuentas a una persona en la calle tienes que poner en contexto, tienes que pensar en grande, debes hacer un esfuerzo al que no estás muy acostumbrado y que es muy enriquecedor. De hecho, ¡muchas veces es más difícil responder a las preguntas del público general que a las del público especializado! Por otra parte, como contábamos con música en directo, los músicos han sacado también mucho provecho porque les hemos ayudado a entender fenómenos que ellos mismos experimentan a diario: ¿por qué han de tocar así; qué les sucede cuando improvisan; o por qué sienten lo que sienten cuando tocan. Por último, para el público general creo que es una muy buena experiencia porque sacan algo interesante mientras disfrutan de la música en directo. No sé si tendremos muchas oportunidades de hacer más, ¡porque vamos cortos de presupuesto!, Pero espero que aunque sea en espacios más pequeños y quizás en ambientes no tan «profesionales», se pueda continuar el espíritu que hemos puesto en marcha y que tanto nos ha satisfecho.

Una pregunta que nos hacemos mucha gente es qué hay de cierto en el llamado «Efecto Mozart». ¿Escucharlo puede hacernos más inteligentes?
Si he de ser sincero, no tengo muy claro qué es el Efecto Mozart… Se basa en estudios antiguos no muy controlados, y como suele ocurrir en ciencia, de un resultado tipo «escuchar Mozart en lugar de silencio antes de realizar una tarea visuoespacial mejora los resultados durante los primeros 15 minutos de la tarea» un periodista concluye que «escuchar Mozart te hace más inteligente». ¡Los periodistas debéis tener más cuidado! No dudo de que escuchar y practicar la música mejora muchas de nuestras capacidades cognitivas, afectivas y sociales, pero precisamente Mozart… Yo soy más de Bach… y de Hendrix.

El psicólogo evolutivo Robin Dunbar afirma que la actividad musical comunitaria hace que nos sintamos mejor porque provoca olas de endorfinas en el cerebro. Por tanto, ¿podríamos considerar que la música actúa como pegamento social?
La música, definitivamente, actúa como pegamento social. Es un vehículo de comunicación global. Sin letra, todo el mundo puede entender la música (¡excluyendo pacientes neurológicos!, y teniendo en cuenta el hecho de que la música puede ser sustancialmente diferente entre culturas). Pero si además añades texto, y más si es un texto comprometido social y políticamente, tienes generaciones enteras cantando himnos en contra de guerras y dictaduras.

En definitiva, ¿cómo definiría la música desde la vertiente neurocientífica?
Uno de los regalos más grandes que podemos hacer a nuestro cerebro. Una experiencia que lo cambia, que lo hace funcionar mejor, que nos hace más inteligentes, más sensibles y más… humanos. Es una lástima que esté tan poco valorada en nuestro país. En otros, aprender música en la escuela es tan importante como aprender matemáticas o literatura.

Teresa Ciges. Periodista (Valencia).
© Mètode 2014.

 

«La música, como producto humano, presenta características análogas a cómo creemos que funciona nuestro cerebro»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«El aprendizaje musical es una de las actividades que tienen un poder de cambio en el cerebro (plasticidad) más potentes que se conocen»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Si a la música le añades texto, y más si es un texto comprometido social y políticamente, tienes generaciones enteras cantando himnos en contra de guerras y dictaduras»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«Es una lástima que esté tan poco valorada en nuestro país. En otros, aprender música en la escuela es tan importante como aprender matemáticas o literatura»

© Mètode 2014

Periodista y estudiante del Máster en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica. Universitat de València.