Manel Perucho: «La colonización de Marte sería más un capricho que una necesidad»

Astrofísico y profesor de la Universitat de València

El universo tal y como lo conocemos tiene una edad aproximada de 13.800 millones de años. Según el modelo más aceptado por la comunidad científica, el Big Bang fue su punto de partida. Del resultado de esta especie de expansión cósmica, pero, tan solo conocemos una parte muy pequeña: estrellas, planeras, asteroides, estrellas gigantes, galaxias, agujeros negros… todos estos descubrimientos constituyen a penas el 2% del universo total. Científicos como Manel Perucho trabajan para engordar los datos de este conocimiento. Astrofísico y profesor del Departamento de Astronomía de la Universitat de València, colabora actualmente en la investigación de escenarios cósmicos altamente energéticos, «estrellas binarias, galaxias activas… este tipo de cosas.»

Hace tiempo que su profesión le empujó a dejar de lado el romanticismo con el que una persona cualquiera observa el cielo. Más que cuerpos lejanos, bellos e inofensivos, Manuel Perucho mira las estrellas como las «máquinas de fusión nuclear» que en realidad son. A pesar de esta aparente frialdad, su oficio continúa fascinándole diariamente. Lo dice el mismo, como también lo demuestra el entusiasmo con el que habla de los llamados jets o chorros, unas eyecciones potentísimas de gases y materia producidas en el centro de las galaxias y que determinan la evolución de las mismas: «El jet se propaga a velocidades supersónicas, generando una onda de choque que barre los gases como si fuera una máquina quitanieves. Cuando apartas el gas, ya no puedes formar nuevas estrellas, pero mientras eso sucede sí que aparecen algunas nuevas. Se produce así un juego de alimentar la formación estelar y después matarla que determina la evolución de las galaxias, pero todavía desconocemos los detalles.»

«El tiempo para que la Tierra caiga dentro de un agujero negro es infinito; tanto en el tiempo de vida de un humano como del propio Sol, es imposible»

Los chorros se generan en las galaxias activas, en el centro de las cuales los expertos han descrito la existencia de agujeros negros supermasivos. Desde que, a lo largo de las décadas de los setenta y ochenta, se acumulara evidencia de la existencia de estas regiones en el espacio, la ciencia y la ficción han hecho de los agujeros negros uno de los fenómenos más conocidos y al mismo tiempo más aterradores del universo. Perucho explica que detrás de esta fama hay una certeza: «Es verdad que los procesos asociados típicamente a la presencia de objetos compactos –como los agujeros negros– son nocivos para la vida, la dificultan en muchos casos.» Aun con todo, el caso de la Tierra requiere de aclaraciones: «Para caer en un agujero negro debes estar en su órbita y perder energía. Ahora mismo, nosotros no estamos de manera directa en la órbita de ningún agujero negro, a parte del que ocupa el centro de la Via Láctea.» El temor hacia estos fenómenos no es del todo infundado. La lógica del curso del universo dice que todo debería terminar dentro de un agujero negro, pero Perucho aporta razones para no dejarse asustar: «El tiempo para que eso suceda es infinito; tanto en el tiempo de vida de un humano como del propio Sol, es imposible.»

En busca de la vida

Más allá de su orden visible, el juego de energías y masas de los procesos cósmicos hacen del universo un escenario muy violento. A pesar de ello, y contra todo pronóstico, la Tierra ha acontecido como lugar predilecto para la formación de vida. Se vuelve entonces inevitable preguntarse si ha podido suceder los mismo en otras regiones. En este asunto, el profesor de la Universitat de València es bastante taxativo: «Que haya vida, seguro que sí», defiende. Pero no lo tiene tan claro cuando se hablar de seres inteligentes: «Como desconocemos los mecanismos que han dado pie a la vida inteligente en nuestro planeta, es difícil decir si es posible que haya aparecido en otros lugares… Stephen Hawking dice que paremos de buscarla, no sea cosa que nos invadan y salgamos escaldados; yo no exagero tanto.»

Manel Perucho, davant de la Facultat de Filologia, Traducció i Comunicació. / Fotografía de Paula Navarro

Además de la eterna pregunta de si hay o no otras formas de vida en el universo, las investigaciones alrededor de los procesos asociados al cambio climático invitan a plantearse la viabilidad de nuestra existencia en la Tierra. A Perucho, una huida hacia el planeta rojo no le parece una solución de emergencia demasiado acertada: «Si las condiciones en la Tierra se vuelven inhabitables, quizás tendríamos que huir, pero allí tampoco son demasiado agradables ahora mismo; una cosa es saber qué ocurre en otros planetas, conocer su evolución geológica, estudiar su geofísica… pero la colonización de Marte sería más un capricho que una necesidad.»

«Como desconocemos los mecanismos que han dado pie a la vida inteligente en nuestro planeta, es difícil decir si es posible que haya aparecido en otros lugares»

Es bien cierto que, ya sea con finalidades de conocimiento o de colonización, Marte ha despertado el interés de muchos astrónomos. De la misma manera, la ciencia del cosmos tiene abiertas muchas otras líneas de investigación. Todas ellas dependen de unas inversiones que, en el caso del Estado español y bajo el parecer de Perucho, son «insuficientes.» El entrevistado describe esta situación como «sangrante», sobre todo a nivel personal: «Hay un nivel de abandono excesivamente elevado de acuerdo con el nivel de inversión, que también va cayendo. Hay casos tristes de gente muy buena que se lo ha tenido que dejar porque no hay dinero y no pueden trabajar; son buenos científicos, pero no hay contratos y tienen que buscarse la vida.»

Manel Perucho señala la «curiosa» predilección de la clase política por someter la inversión en ciencia al pragmatismo de las investigaciones: «La ciencia básica no es útil, pero sí la aplicada, aún más si aprovecha para gasto militar, porque encima se puede hacer negocio.» La verdad es que aparatos como las máquinas hospitalarias de radiografías y placas son fruto de la aplicación de la física teórica del siglo XX, conocimientos en principio no demasiado prácticos: «Con estas políticas estamos condenando el futuro a medio plazo de la tecnología actual en todas sus formas.»

El enigma de la existencia

El astrofísico lamenta la manera en la que ciertas decisiones políticas influyen negativamente en el interés social por la ciencia, que puede quedar reducida a la cuestión de «si eso es o no práctico.» En el caso de la astronomía, pero, cree que todavía continúa teniendo cierto encanto. El encanto por saber qué hay en el cielo bajo el que nos movemos cada día, todavía desconocido y lejano. El encanto por una disciplina que nos transporta hacia el origen de todo, el inicio del espacio-tiempo, y nos empuja a hacernos las preguntas más elementales de nuestra existencia.

«No tengo la respuesta al porqué de todo»

Perucho se toma estas cuestiones «con cierta frialdad.» Ateo confeso, pero, no tiene las cosas tan claras: «No tengo la respuesta al porqué de todo. Las únicas respuestas que pueden darse son espirituales o más irracionales, y al final, por una cuestión de desviación profesional, te haces tan racional que dices: «Bueno, es lo que es».» Puede que el punto de vista científico parezca el más fácil de aceptar. A pesar de ello, existen conceptos que pueden parecer tan incomprensibles como la propia existencia de una entidad superior: «Quando llegar a puntos de la física como la quàntica o la relatividad, hay cosas muy difíciles de entender; son teorías casi antiintuitivas, que rompen todos nuestros moldes.»

Muchas veces, la ciencia va más allá del sentido común. Por suerte, uno siempre puede esconderse detrás de la paradoja de Schrödinguer para huir de estar cuestiones. ¿El gato está vivo, muerto o las dos cosas a la vez? Al fin y al cabo, la respuesta válida es, simplemente, la que nos resulte más fácil de aceptar.

© Mètode 2017
Periodista, revista Mètode.