Tras tres días intensos de debate y puesta en común, la comunidad científica que compone la Red Nacional de Científicos Emprendedores ha dado un paso adelante para diagnosticar qué obstáculos dificultan el emprendimiento científico en España, es decir, la creación de negocios empresariales cuya base es la aplicación de la ciencia. El I Congreso Nacional de Científicos Emprendedores, que la Universitat de València acogió entre el 7 y el 9 de noviembre, logró reunir a más de 200 congresistas, lo que significó «un éxito de convocatoria» según la organización. Los asistentes y las más de 50 empresas representadas escucharon 80 intervenciones entre ponencias y comunicaciones orales. Una de las actividades que más expectación generó entre los participantes fue el encuentro organizado entre científicos que ya se lanzaron en su día al mundo empresarial y los que están en ello o se plantean hacerlo en un futuro no lejano. En el Parc Científic de la Universitat de València, lugar que fusiona ciencia y empresa, se dieron cita los congresistas para compartir sus vivencias, tanto éxitos como fracasos. La máxima es simple: no tropezar dos veces con la misma piedra. Por eso siempre es importante tener en cuenta a la voz de la experiencia, personificada en los cinco participantes de este taller de mentoring bajo el lema «No repitas mis errores». Consejos de emprendedor sÉnior Como moderador, el encuentro contó con el profesor Agustín Escardino, un viejo conocido dentro del mundo académico y universitario (fue vicerrector de la Universitat de València), quien además preside el Comité Científico del Congreso. Este científico valenciano, doctor en Ciencias Químicas por la Universitat de València y actualmente profesor emérito de la Jaume I, ha sido galardonado con el Premio Nacional de Investigación Juan de la Cierva que concede el Ministerio de Ciencia y Tecnología, y el Premio Jaime I de Investigación y Nuevas Tecnologías que otorga la Generalitat Valenciana. Además, posee una larga trayectoria que le ha forjado una amplia experiencia en el mundo empresarial –sus primeras andanzas en negocios de base tecnológica se remontan a 1989–, por lo que se alza como un verdadero referente y emprendedor senior. Ha participado activamente en la creación de tres iniciativas empresariales, de las cuales «dos no tuvieron el éxito esperado». ¿Cómo cubrirse las espaldas para evitar, en la medida de lo posible, sorpresas inesperadas? Según Escardino, lo primero que un emprendedor debería plantearse es si el producto en el que se va a sustentar su negocio, el artículo o servicio que va a comercializar, es competitivo. Y la manera más segura de constatarlo es llevando a cabo el pertinente estudio de mercado sobre la posible acepción del producto entre los potenciales compradores. «Hasta la mejor idea puede fracasar si no es competitiva», advirtió. La siguiente clave, a juicio del investigador, consiste en «ilusionar a un grupo de personas adecuado para poder desarrollar el proyecto», ya que ideas impulsadas entre uno o dos investigadores verían el éxito con mayores dificultades. Y para que el negocio capte la ilusión de socios, Escardino recomendó la participación accionarial como método más efectivo. Se intenta lograr que «no se consideren empleados cuando trabajen para la empresa, sino participantes activos en el proyecto que crean en sus posibilidades de éxito», explicó. Fijar objetivos y liderar el negocio Todo científico debe tener en mente que para «emprender es necesario tener los objetivos extraordinariamente claros». En estos términos se pronunció Javier Calpe, profesor titular del Departamento de Ingeniería Electrónica de la Universitat de València. Este docente, que lleva inmerso en el sector privado dieciséis años, se responsabiliza actualmente del diseño de la multinacional Analog Devices, productora de dispositivos semiconductores. Sin un marco de actuación perfectamente definido, se corre el riesgo de caer en un problema de liderazgo, precisamente un hándicap que Calpe experimentó en el pasado y llevó su idea empresarial al fracaso. Basándose en sus vivencias, aconsejó a los científicos asistentes no quedarse en un segundo plano dentro de la empresa. «Podemos matar la iniciativa si no la lideramos por miedo a pisar a los demás. El resto de miembros espera de ti que tomes decisiones, y si no se toman puede incurrirse en un vacío de poder donde nadie se atreve a decir nada, creando una situación absurda» explicó. Dicho de otro modo, lanzar un proyecto exige ser «absolutamente parcial» al respecto y «hacer lo posible por favorecerlo», sentenció. También instó a los presentes en el auditorio a prevenir una dependencia excesiva en la administración, más teniendo en cuenta que «entregan el dinero de los premios tres años después, cuando ya no lo necesitas: o te sobra, o te has arruinado». La importancia de formarse Desde una perspectiva más reciente, dos científicos que emprendieron hace pocos años intervinieron también en el coloquio para aportar su visión. Mª Carmen Álvarez, socia fundadora de Valentia Biopharma, aprovechó su oportunidad para crear un proyecto empresarial hace seis años, cuando todavía era estudiante de Biología en la Universitat de València. «Era totalmente inconsciente de dónde me estaba metiendo», recordó. Pero la joven tiene muy claro, y así lo transmitió a los asistentes al congreso, que la aventura en el sector privado requiere mucho compromiso. «Para emprender hay que formarse mucho, sólo el tener una buena idea no implica impulsar un buen negocio», avisó. Poseer conocimientos de marketing es la asignatura pendiente de los científicos, pero para que una idea tenga éxito «hay que saber venderla», resumió Álvarez. Con ese fin, más allá de una buena formación, es necesario también «conocer cada detalle del mercado». De este modo, un plan de negocio resulta una información muy útil para evitar determinados problemas en el futuro. «Si tuviera que repetir ahora el plan de negocio que redacté hace seis años, probablemente me ocuparía el doble», aseguró para recalcar la importancia de este escrito. Para Rubén Artero, profesor titular del Departamento de Genética de la Universitat de València y socio fundador de Genera Biotech –empresa que ha visto la luz este mismo año– es importante «no acotar excesivamente nuestra idea de negocio, porque evitará jugárselo todo a una carta». Ampliar el ámbito de actuación de la empresa y sondear posibles vías de negocio puede ayudar a conseguir unos resultados más satisfactorios. Por otro lado, Artero no duda en establecer que «emprender reporta ventajas tanto para el científico como para el proyecto empresarial, porque mantienen una relación bidireccional». Nadie cuestiona que la entidad privada recibe conocimiento por parte del laboratorio de científicos, pero Artero insiste en que esa gratificación retorna también hacia el investigador. De este modo, los grupos de investigadores cuentan con más posibilidades para realizar proyectos y tienen acceso a determinadas tecnologías gracias a que forman parte de la empresa. «El sector privado se perfila cada vez más como una salida profesional para muchos científicos», concluyó. Humberto Michinel, catedrático de Óptica de la Universidad de Vigo y socio de la empresa Energesis Group desde 2009, recordó a los presentes que una empresa de base tecnológica no se diferencia tanto de cualquier otro negocio. Por definición, el éxito de una entidad empresarial, ya sea científica o de un ámbito diferente, se mide por los beneficios que logra obtener. «La gran distinción se halla en el valor añadido del producto que un negocio impulsado por un científico emprendedor comercializa, porque su fabricación conlleva un esfuerzo en investigación y desarrollo», manifestó. Lo que está fuera de toda duda es que emprender conlleva «cierta capacidad de asumir riesgos», y que sin ello «es muy difícil avanzar», sentenció el científico. Pero si en algo coincidieron los cinco mentores es en definir un cierto grado de inconsciencia que caracteriza a los científicos emprendedores. «El hecho de no saber lo que te espera provoca que vayas tomando decisiones utilizando el sentido común. Cuanta más experiencia adquieres, la toma de decisiones es más lenta», aseguró Mª Carmen Álvarez. En cualquier caso, los errores existirán siempre, lo importante quizá sea plantearse qué aspectos positivos se pueden extraer de los fracasos y qué se aprende a raíz de ellos.
Laura Garsando. Estudiante de Periodismo, Universitat de València. |
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