L’Horta representa muchas cosas para los valencianos. Es el lugar de donde históricamente nuestra sociedad ha obtenido el sustento, es el paisaje que durante muchos años ha acompañado la mirada y los horizontes de nuestros antepasados, y es aún hoy día el espacio donde se desarrolla nuestra vida cotidiana. Además, durante generaciones, nuestros agricultores han ido seleccionando y diversificando las variedades para hacer una agricultura más sostenible y eficiente. La celebración de la XII Feria Estatal de la Biodiversidad Agrícola ha servido para reunir las reivindicaciones de asociaciones como Llavors d’Ací, Red de Semillas y CERAI; entre otras, la recuperación de la gestión de las variedades y los cultivos de la mano de los agricultores. Los asistentes han podido escuchar a expertos en varias facetas de la defensa de la biodiversidad, también han realizado talleres prácticos sobre tomates tradicionales, cocina saludable, maridaje, cata y degustación de miel, charlas sobre legislación, etc. Pero sobre todo los asistentes han podido intercambiar semillas de diferentes lugares del Estado español y acceder a un espacio de compra venta directa de una muestra extensa de variedades tradicionales y raras. En este marco, Vicent Sales, técnico agrícola, geógrafo y presidente de la Fundació Assut y de la Associació d’Estudis de l’Horta Nord, defendió la recuperación y la puesta en valor del patrimonio agrario valenciano. ■ Evolución histórica de L’Horta Vicent Sales considera que el territorio agrario valenciano no es tan esencial por los cultivos que produce como por la estructuración territorial que comporta. Los orígenes de la huerta de Valencia se remontan a la época en que los romanos, veteranos de la guerra de Lusitania, se asentaron en nuestro territorio y introdujeron los cultivos de trigo, vid y olivo, cultivos de secano que empezaron a transformar nuestro entorno natural en cultivos. Los iberos habitaban las tierras altas, y no plantearon una modificación del territorio natural que pudiera representar el origen de las huertas. Pero no fue hasta el siglo VIII, con la llegada de los musulmanes a nuestras tierras, que L’Horta empezó a dibujarse tal como la conocemos en la actualidad. Ellos introdujeron variedades agrícolas como la berenjena, el arroz, la cañamiel, etc., variedades que el clima del País Valenciano no podía mantener y que hicieron necesaria la implantación de un mecanismo de riego que supuso la aparición de la red de acequias que aún utilizamos, con las modificaciones propias del paso del tiempo, y que son las arterias alrededor de las que se dibuja nuestro paisaje. ■ La acequia, columna vertebral de L’Horta La construcción de un sistema de regadío, compuesto por una intrincada red de acequias, dibujó el paisaje de L’Horta que conocemos en la actualidad. El canal principal traza una línea rígida, un dibujo que será difícil de modificar en el futuro. Así, la necesidad de agua hizo del territorio el espacio natural modificado que conocemos y que identificamos hoy como nuestra naturaleza. Según apuntaba Vicent Sales, «quien ideó el canal, tenía en mente todo el espacio. Diseñó L’Horta, y hay que reconocer que lo hizo con gran fortuna». Pero la simplicidad del sistema no indica falta de eficiencia, más bien al contrario. L’Horta es un conjunto de planos inclinados hacia el mar. La construcción de acequias, pues, se hizo para facilitar la llegada del agua a las parcelas, pero también para que el agua sobrante (de lluvias, etc.) pueda ser drenada y devuelta siguiendo los flujos naturales hacia el mar. Este hecho cierra el sistema y lo dota de resistencia y eficacia. Los mismos canales que nutren de agua los campos drenan el agua que se concentra en la época de lluvias, protegiendo las tierras de la erosión. Y este sistema simple pero resistente, según Vicent Sales, también es algo más: «En este rompecabezas de acequias y campos se encuentran las raíces de nuestras sociedades.» ■ L’Horta paradigmática: el imaginario imaginado L’Horta paradigmática valenciana no apareció hasta 1860, aproximadamente. Hasta entonces, los cultivos eran completamente orgánicos, es decir, la tierra no se nutría más que con las aportaciones de los diferentes cultivos y el estiércol del ganado. Este tipo de cultivo, sin embargo, obligaba a practicar el barbecho (dejar descansar la tierra para no agotar los nutrientes) y a dedicar, además, una porción para la producción de alimento para el ganado, ya que el espacio natural no proporcionaba biomasa suficiente. Pero en 1860, en las costas del Perú se descubrió que los excrementos de unas aves costeras (el guano) contenían los nutrientes necesarios para cultivar de forma más intensiva. El País Valenciano se convirtió en el mayor importador de guano del Perú, eso liberó las tierras dedicadas antes a la producción de forraje para los animales, hecho que propició la intensificación de los cultivos. Desaparecían así los cultivos de trigo, de vid, etc. y aparecían los de cebolla, patata, lechuga, etc. Esta producción intensiva creaba un excedente de producción que se destinaba a la exportación, hecho que contradice el imaginario que compartimos de L’Horta paradigmática. En palabras de Vicent Sales, «la imagen paradigmática que tenemos de la huerta valenciana no es en realidad la de una huerta de autoconsumo, sino la de una huerta dedicada a la exportación». Un nuevo paso en la evolución del cultivos de las tierras se dio en los años setenta del siglo pasado. Entonces se produjo una desintensificación de los cultivos. Los avances técnicos permiten la externalización de muchos procesos hortícolas, especialmente en los cultivos de cítricos. El número de variedades también disminuye. Y además, L’Horta experimenta un proceso de minifundización (disminución de la extensión de las tierras de los distintos propietarios) al mismo tiempo que el número de profesionales también se reduce. ■ La paradoja valenciana En Europa, después de la Segunda Guerra Mundial, se redujo la población activa agraria, disminuyó el número de parcelas y la extensión de estas aumentó, al mismo tiempo que se incrementaba la eficiencia de los cultivos. En Valencia, sin embargo, aumentaran en número de parcelas, que cada vez tenían menor extensión, y aumentó también el número de propietarios, aunque también disminuyó la población activa agraria. Este proceso ha llevado a la huerta a una minusvaloración muy grave, según añadía el geógrafo Vicent Sales. El interés decreciente de la población por el campo (como esparcimiento y como medio de sustento) ha propiciado que el urbanismo predador que hemos vivido haya invadido los espacios de huerta, haya llevado a la marginación al mundo agrícola y haya impedido que la planificación del territorio y de las infraestructuras respete el paisaje agrario y natural valenciano. Para Vicent Sales, «el voluntarismo no es suficiente, hay que adquirir conocimientos». Tiene que aumentar la profesionalización en el cuidado de los cultivos, y quizá el único aliciente que puede tener un profesional de la huerta es la creación de marcas y de valor añadido que permitan dotar de la viabilidad necesaria a los productos hortícolas. ■ El cultivo del tomate según Josep Roselló i Oltra Josep Roselló, técnico agrícola, y conocido de los lectores de Mètode (recientemente ha estrenado la sección «El huerto de Roselló»), desgranó el pasado 22 de julio, en el marco de las charlas de la XII Feria Estatal de la Biodiversidad Agrícola, las claves del cultivo del tomate tradicional. Según Roselló, este cultivo tiene que salir del círculo de expertos, tiene que llegar al mercado, al vendedor y al consumidor. Este es el mayor reto para el cultivo de estas variedades. El tomate como planta La raíz es bastante larga para tratarse de una solanácea. Según Josep Roselló, es recomendable la siembra directa ya que así la raíz principal ahonda más. Además, es recomendable recalzar el pie del tallo para que genere raíces secundarias que le den estabilidad y vigor. Por lo que respecta al suelo, es recomendable que este cultivo no se realice en años consecutivos en una misma tierra, ya que requiere suelos descansados. Por tanto es aconsejable practicar la rotación de cultivos. Además, el suelo debe tener buen drenaje. Tipo de cultivos Hablando de cultivos ecológicos, estas variedades son las idóneas, ya que es mucho más sencillo adaptar el cultivo o la variedad al ambiente que intentar modificar el ambiente para cultivar cierta variedad más productiva o más rentable económicamente. Así se consigue un producto de calidad, respetuoso con el medio ambiente y la parcela, no requiere de una gran inversión y aumenta la diversidad en los productos. Entre las variedades locales se pueden encontrar tomates de secano, tomates de colgar que se conservan durante meses sin refrigerar, tomates resistentes para ensalada, tomates para salsas, etc. Según el técnico agrícola, «las semillas han estado durante 10.000 años en manos de los agricultores, y las patentes y derechos intelectuales no deberían cambiar este panorama». Fernando Morant Peris. Estudiante de Periodismo, Universitat de València. |
© M. Lorenzo Fue con la llegada de los musulmanes a nuestras tierras durante el siglo VIII, cuando L’Horta empezó a dibujarse tal y como la conocemos en la actualidad. «La imagen paradigmática que tenemos de L’Horta valenciana no es en realidad la de una huerta de autoconsumo, sino la de una huerta dedicada a la exportación»
«Quizá el único aliciente que puede tener un profesional de la huerta es la creación de marcas y de valor añadido para los cultivos del País Valenciano»
«Las semillas han estado durante 10.000 años en manos de los agricultores, y las patentes y derechos intelectuales no deberían cambiar este panorama»
«El cultivo de tomates tradicionales tiene que salir del círculo de expertos. Tiene que llegar al mercado, al vendedor y al consumidor» |
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