«El fuego forma parte de nuestros ecosistemas y hay que saber gestionarlo para que la salud de los bosques mejore. El fuego es un gran desconocido, a menudo rechazado, y debemos familiarizarnos con él porque, como los animales o el suelo, es un componente más de la naturaleza.» Con esta idea abría el profesor de Geografía de la Universitat de València y miembro del SEDER (Soil Erosion and Degradation Research Group), Artemi Cerdà, la conferencia «Els incendis forestals i la pèrdua de sòl i aigua als boscos mediterranis». La charla, celebrada en el Jardín Botánico el pasado 30 de noviembre, forma parte del ciclo de conferencias dedicadas a la conmemoración del Año Internacional de los Bosques. Según explica el profesor Cerdà, coordinador del número de Mètode de este verano, Cuando se quema el bosque, la Tierra es el único planeta conocido donde encontramos fuego, gracias a la presencia de los tres componentes del llamado triángulo de fuego: combustible –las plantas–, calor en forma de chispas y oxígeno. El fuego forma parte de nuestra vida y en la cultura mediterránea ha sido utilizado con diferentes finalidades humanas y agrícolas durante siglos. Con la industrialización y la modernización de la sociedad, en la cuenca mediterránea se produjo un cambio drástico en el paisaje y en el régimen de incendios, sometido hasta entonces a una gran presión agrícola y ganadera. El éxodo rural intenso a finales del siglo xx condujo a un incremento del combustible y de su continuidad espacial. Esto provocó un aumento de la extensión y la frecuencia de incendios, ligado a la visión negativa de estos en la sociedad. No obstante, a lo largo del siglo xx los científicos han cambiado el paradigma y han descubierto que tal vez los incendios, aunque suelen asociarse a fenómenos negativos y destructores, tienen una parte positiva. ¿Cuál es, pues, esta cara oculta del fuego? Según Artemi Cerdà, el éxodo rural, y el consiguiente abandono de la agricultura en nuestro territorio, ha provocado una pérdida de sedimentos muy grande en los terrenos y un crecimiento descontrolado de la vegetación, el cual favorece el efecto devastador del fuego cuando los árboles se queman. Sin embargo y, aunque en los bosques mediterráneos se produce una movilización importante tras los incendios –que tiende a ser efímera–, la vegetación siempre se recupera. Los incendios forman parte de un ciclo normal y, en nuestros bosques, encontramos dos factores que permiten evitar la erosión del suelo: la herencia biológica, donde destacan las matas y los matorrales, y la herencia cultural. «El fuego, en sí mismo, es positivo. Si no entendemos qué papel representa en los ecosistemas mediterráneos, no entendemos los ecosistemas. Los fuegos pequeños y controlados nos ayudan a gestionar y ordenar el territorio. Nuestros bosques están adaptados a los incendios», aseguraba Artemi. La importancia de la gestión Como explicaba Artemi Cerdà, a menudo olvidamos que los incendios se producirán y no tomamos las medidas necesarias para gestionarlos de forma eficaz y evitar así graves peligros. Los incendios, a diferencia de lo que todo el mundo cree, no son tan dañinos como parece. Y es que el porcentaje de erosión y la pérdida de agua son mayores en los campos en barbecho que en las zonas quemadas, por ejemplo. En los bosques, además, los matorrales se convierten en verdaderas islas de fertilidad que evitan la sucesión de los incendios al crecer rápidamente. «Debemos entender el fuego de forma natural. La erosión en los bosques quemados no es tan grave como pensamos», apuntaba Artemi. El problema es que nos hemos olvidado de los terrenos y hemos cometido los mismos errores durante décadas. No controlamos la biomasa de nuestros campos y gastamos más en extinguir los incendios que en prevenirlos. Según Artemi Cerdà, tendríamos que apostar por investigaciones baratas y hacer entender a los jóvenes que el fuego es parte de nuestra cultura no solo durante las fallas o San Juan. El problema radica en los intereses económicos que aparecen después del fuego, los cuales nos instan a cometer errores innecesarios. «Hemos generado un sistema económico basado en los incendios muy difícil de romper.» ¿Qué debemos hacer, pues, cuando el bosque se quema? «Por desgracia, todavía estamos un poco verdes y no sabemos realmente qué puede pasar después», concluía Artemi. Azahara Rubio. Estudiante de Periodismo de la Universitat de València. |
© A. Rubio «Tendríamos que apostar por investigaciones baratas y hacer entender a los jóvenes que el fuego es parte de nuestra cultura no solo durante las fallas o San Juan»
«El fuego, en sí mismo, es positivo. Si no entendemos qué papel representa en los ecosistemas mediterráneos, no entendemos los ecosistemas. Los fuegos pequeños y controlados nos ayudan a gestionar y ordenar el territorio»
«El problema radica en los intereses económicos que aparecen después del fuego, los cuales nos instan a cometer errores innecesarios. Hemos generado un sistema económico basado en los incendios muy difícil de romper»
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