Querido amigo Darwin

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© Marina Sanjuán Sánchez
En el escritorio de Asa Gray, una Biblia comparte espacio con la obra de Darwin The Descent of Man y con una fotografía del naturalista, que Gray conservaba con afecto.

La Sala Charles Darwin del Campus de Burjassot abrió sus puertas el pasado 21 de febrero para rendir homenaje a este fascinante personaje con Darwin, una adaptación teatral del texto Re:Design de Craig Baxter, llevada a cabo por Dramaturgia 2000 y basada en la correspondencia entre Charles Darwin y el botánico Asa Gray.

Una mañana, el célebre botánico norteamericano Asa Gray (Enric Juezas) recibió una carta de un joven naturalista, que le pedía un listado de especies y algunos materiales para su investigación. Gray respondió encantado, sorprendido por la perseverancia de este joven y todavía anónimo naturalista. Seguidamente, un débil Darwin (Juli Cantó) entra en escena, tosiendo y apoyando su cuerpo en un bastón. Y es que mucho antes de dar a conocer sus revolucionarias ideas sobre la selección natural, cuando Darwin inició su correspondencia con Gray, empezó a sufrir los primeros síntomas de una extraña enfermedad de estómago que le acompañó hasta que murió el 19 de abril de 1882, a los setenta y tres años.

Una discreta puesta en escena nos ayuda a centrarnos en los diálogos epistolares que los dos personajes mantuvieron durante largos años. Los actores, ocultos detrás de sus escritorios, se comunican indirectamente a través de las cartas, aunque esta peculiar conversación se interrumpe repentinamente con surrealistas apelaciones de uno a otro estudio, para romper el pausado desarrollo narrativo de los relatos que intercambiaron Darwin y Gray.

Darwin y Gray conocían perfectamente las ideas del otro, que a menudo se oponían a las propias. Sin embargo, el profundo sentimiento de respeto mutuo y la admiración se imponían a cualquier diferencia. Por esto, cuando Darwin escribió su célebre obra El origen de las especies quiso que Gray le diera su opinión, vaticinando las críticas que emitiría el botánico y con cierto temor a que la recibiera con desprecio. Además, Darwin conocía las creencias espirituales de Gray y su identificación con el teísmo, con la idea de que el ser humano ha sido creado por una inteligencia sobrenatural, un dios, que además guia nuestra vida y nuestro destino. Gray efectivamente se vio contrariado. Por un lado, encontraba muy convincente la argumentación de Darwin, con interminables datos a modo de ejemplos explicativos, pero no podía aceptar ideas como que órganos tan perfectos y complejos como el ojo humano no habían sido diseñados por un creador, sino que, como exponía Darwin, era fruto de la selección natural.

 

 

«Después de las extensas línias que Darwin y Gray compartieron, cada uno conocía bastante bién las ideas del otro, que a menudo se oponían a las propias»

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© Universitat de València
Posada en escena de l’obra, que es basa en la correspondència entre Darwin i Asa Gray.
 

 

«El Origen de las especies inició un incendiario debate y en medio de esta disputa, Asa Gray intentó buscar un equilibrio entre la irrefutable teoría de la selección natural y la creencia religiosa en un dios creador»

Esta propuesta teatral recrea imágenes evocadoras, que rememoran los períodos más significativos de la vida de Darwin, como la muerte de su hija Anne. Este trágico acontecimiento, que sembró dudas religiosas en su espíritu, aparece ante nuestros ojos con la proyección de fotografías familiares del matrimonio Darwin junto a su hija, mientras en el escenario el personaje nos narra, entre sollozos, cómo la pequeña murió en una epidemia de fiebre escarlatina. No fue una buena época en la vida de Darwin, que paralelamente recibió una carta de un joven Alfred Russel Wallace, con unas ideas  idénticas a la teoría de la evolución por el mecanismo de la selección natural en la que él estaba trabajando.

Darwin, profundamente deprimido y muy intranquilo, buscó consuelo en Gray. Ambos coincidieron en que sus ideas debían publicarse pronto i llegaron a un acuerdo con Wallace para dar a conocer conjuntamente la teoría de la selección natural. Esta teoría, que al ser presentada a la comunidad científica no motivó ningún interés, con la publicación de El origen de las especies dio pie a un incendiario debate, en el que surgieron defensores acérrimos del naturalista como Thomas Huxley y opositores incansables como Richard Owen. Y en medio de esta disputa, Asa Gray llevó a cabo un papel mucho menos agresivo, intentando buscar un equilibrio entre la irrefutable teoría de la seleección natural y la creencia religiosa en un Dios creador. No es fructífero aferrarse a viejas teorías por el simple hecho de que estas hayan sido aceptadas desde siempre, sostenía Gray. Al contrario, hay que estar abierto al progreso, a nuevas teorías que puedan ampliar el conocimiento. Como en la naturaleza, la selección natural hará que las teorías más débiles perezcan y las más aptas y fuertes ganen la lucha por la supervivencia.

Después de la muerte de Darwin, Asa Gray queda solo en el escenario. Este botánico, científicamente darwiniano y espiritualmente teísta, manifiesta sus dudas al auditorio. Pese a la elocuencia de las ideas de Darwin, el cosmos, piensa Gray, no puede ser fortuito. Sin embargo, hay una afirmación que es incuestionable para este viejo botánico: Charles Darwin fue el hombre de ciencia más grande del siglo XX.

Marina Sanjuán Sánchez. Estudiante de Periodismo de la Universitat de València.
© Mètode 2013.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

© Mètode 2013