Mètode |
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Divulgar ciencia en 140 caracteres como máximo. Apenas un titular o una frase ingeniosa para atraer al público. A esta concisión del lenguaje se han tenido que adaptar todos aquellos científicos que, desde el 2006 (año de lanzamiento de Twitter) hasta ahora, han decidido abrirse un perfil en la popular red social. No parece sencillo pero algunos lo han conseguido y con notable éxito. Recientemente la revista Science ha publicado un listado con los científicos «estrella» a Twitter. Entre ellos destacan aquellos ya conocidos por el gran público a través de programas de televisión y radio como Neil deGrasse Tyson, Brian Cox, Richard Dawkins, Ben Goldacre o Phil Plait, entre otros. La revista quería comprobar en casos concretos cómo funcionaba el llamado «índice Kardashian». Este indicador o «índice-K» fue una provocadora propuesta lanzada este verano por el investigador Neil Hall. En un comentario publicado en Genome Biology, Hall afirmaba que si Kim Kardashian (famosa por estar siempre a los medios de comunicación y no por ningún trabajo o actividad en concreto) tenía millones seguidores en Twitter y, por tanto, un gran impacto en sus comentarios y opiniones, lo mismo podía estar pasando entre la comunidad científica: que hubiese gente famosa por ser quien era y no por sus contribuciones en ciencia. Así, proponía calcular la discrepancia entre el nombre de seguidores de un científico y el de citaciones recibidas por sus trabajos en revistes de impacto. Hall afirmaba, finalmente, que si uno resultaba ser un científico demasiado «kardashiano» tal vez tenía que dedicarse menos a Twitter y más a escribir artículos. |
«Los científicos más mediáticos ¿son peor por el hecho de dedicar parte de su tiempo a la divulgación? Tratar de difundir el conocimiento entre un público amplio y variado, ¿no debería ser considerado un mérito en vez de un inconveniente?» |
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Publicar o divulgar
El artículo de Science, que aplicaba esta fórmula a destacados divulgadores científicos, concluía que –incluso en los casos más «kardashianos»– no se podía decir que su fama en Twitter fuese inmerecida ya que acumulaban un gran numero de citaciones. Evidentemente, al margen de la provocación y de la reacción suscitada, el tema apelaba a un debate en el que está inmersa la comunicación científica. ¿Qué papel juega la popularidad en el reconocimiento de la autoridad científica en una disciplina? ¿Y qué otros indicadores como el «índice-h» que mide el número de publicaciones y citas recibidas en revistas científicas de impacto? ¿Cómo se puede estar interesado en la divulgación un científico si esta no tiene valor curricular? El análisis de Science ofrecía otro dato interesante y es que la mayoría de los científicos que ocupan los rankings de los más citados por la comunidad científica no se han dejado seducir por Twitter. En la muestra de 50 científicos entre los 100 más citados, según el ranking de Scholarometer, solo una quinta parte tenía perfil identificable en Twitter. |
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TwitterfObia i Twitterfilia ¿Es esta situación similar a lo que ocurre con la ciencia española? En Mètode hemos querido comprobarlo. De los 45 científicos españoles que están entre los más citados según el último listado elaborado por Thomson Reuters, solo siete tienen Twitter. De estos, cuatro presentan escasa o nula actividad (con cero tuits o abandono de más de un año del perfil). Por tanto, únicamente en tres casos encontramos un perfil destacado en Twitter: Carlos Duarte, del CSIC, lidera la lista con 1.262 seguidores. Duarte tuvo activo durante un tiempo un blog sobre ciencia en el diari El Huffington Post. También ha colaborado con artículos en el periódico El País. El segundo lugar lo ocupa Alfonso Valencia, del CNIO, con 1.155 seguidores. Y cierra el ranking Miguel Araújo, también del CSIC, con 360 seguidores. El resto, no tienen un perfil que pueda identificarse. Aunque sin Twitter, dos de los investigadores más citados sí que disponen de página web propia. Uno de ellos es el químico Avelino Corma, premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2014. El otro caso es el de la bióloga Montserrat Vilà. A pesar de esto, se detecta cierta resistencia a estar presente en Twitter por parte de los autores más citados. Este análisis nos podría llevar a pensar que, como apuntaba Hall, quien está demasiado ocupado escribiendo papers no puede dedicarse a la divulgación en las redes sociales. |
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La Twitteresfera científica española ¿Es esta una dicotomía real o se puede estar entre los científicos más influyentes de la propia disciplina y tener éxito en las redes sociales? ¿Hay algún problema en ser un buen divulgador? Los científicos más mediáticos ¿son peor por el hecho de dedicar parte de su tiempo a la divulgación? Tratar de difundir el conocimiento entre un público amplio y variado, ¿no debería ser considerado un mérito en vez de un inconveniente? Si damos un vistazo rápido y no sistemático a la Twitteresfera científica española, aunque sus cifras de seguidores queden lejos de las «estrellas» internacionales, podemos encontrar algunas figuras destacadas. |
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Fecha de actualización: 29/09/14. |
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Evidentemente, este listado está lejos de ser un estudio exhaustivo y seguro que faltan muchos nombres. De hecho, solo se han tenido en cuenta investigadores con publicaciones científicas que superasen el millar de seguidores. Sin embargo, resulta representativo de los perfiles científicos que se pueden encontrar en la red. En este listado encontramos otro elemento, también destacado por Hall y por el artículo de Science, y es la escasa presencia de las mujeres científicas en Twitter. ¿Por qué no se deciden a participar más en el espacio público de las redes sociales? ¿Cuáles son las razones de esta escasa visibilidad? Nos gustaría saber vuestra opinión y también que nos enviaseis vuestras sugerencias para poder completar la Twitteresfera científica española. ¡Animaos! Lucía Sapiña. Observatorio de las Dos Culturas. Revista Mètode. Universitat de València. |
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