El retorno del relojero ciego

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06-87-capsMiguel Lorenzo

El relojero ciego (1986) es el tercer libro de divulgación científica del etólogo y biólogo evolucionista británico Richard Dawkins. Aunque existían ya varias ediciones en castellano, ahora Tusquets reedita el libro, casi treinta años después de haberlo publicado y coincidiendo además con la publicación del segundo volumen de las memorias de Dawkins, Brief candle in the dark: My life in science (Ecco, 2015).

El relojero del título del libro de Dawkins es una clara alusión a un famoso pasaje de la Teología natural del reverendo William Paley (siglo xviii). En dicho pasaje Paley ofrecía la siguiente reflexión: si andando por un páramo tropezamos con una piedra posiblemente no nos plantearemos nada especial acerca de su origen; es posible que la piedra haya estado allí siempre. Pero si en lugar de una piedra nos encontrásemos un reloj, cualquier explicación de su origen necesariamente tendría que incorporar un elemento esencial: el relojero que lo construyó. De forma similar, la extraordinaria complejidad de los seres vivos demostraría que su existencia se debe a la acción de un creador, de alguna entidad sobrenatural que –como el relojero con los relojes– los diseñó y los construyó. Pese a su simplicidad casi pueril, esta analogía constituyó durante varios siglos la principal línea argumental de aquellos que defienden que la complejidad y el diseño aparentemente deliberado de plantas y animales constituirían la prueba definitiva e irrefutable de la existencia de Dios.

Dawkins, sin embargo, explica que la existencia y el diseño de los seres vivos no responden a procesos sobrenaturales sino a la acción de la selección natural, el proceso que descubrió Charles Darwin. La selección natural es un proceso automático, carente de propósito e incapaz de anticipar sus propias consecuencias. Es un proceso que no tiene visión de futuro y, por tanto, si ocupa el lugar del relojero en la naturaleza, necesariamente ha de ser el de un relojero ciego. Al resolver esta aparente paradoja –la apariencia de diseño deliberado en los seres vivos– Darwin de un plumazo eliminó a Dios de la ecuación. Antes de Darwin no era posible ser un ateo intelectualmente completo. Darwin, nos recuerda Dawkins, nos proporcionó una alternativa elegante y convincente al «Dios lo creó» con que algunos resuelven sus dudas existenciales.

Si el villano de esta historia es el relojero imaginario del reverendo Paley, el héroe, sin lugar a dudas, es la selección natural. Posiblemente el motivo por el que mucha gente no entiende la evolución es por la dimensión temporal en la que ésta actúa. Como seres humanos estamos acostumbrados a pensar en periodos de tiempo de décadas o de siglos. Sin embargo, el tiempo disponible para la evolución por selección natural se mide en miles de millones de años. Las trasformaciones evolutivas no se producen de una sola vez, de un salto, sino por acumulación gradual de cambios pequeños, a menudo casi insignificantes; es decir, por selección acumulativa. En una escala temporal a medida del hombre los cambios a los que podría dar lugar la selección acumulativa serían, en el mejor de los casos, discretos. En una escala de tiempo geológico, sin embargo, la selección acumulativa ha dado lugar a la exquisita diversidad biológica que puebla nuestro planeta.

El relojero ciego sigue ofreciendo, a pesar de su edad, argumentos perfectamente válidos y explicaciones sorprendentemente elocuentes. Los libros de Dawkins no solo contienen divulgación científica de primer nivel sino que además están fantásticamente bien escritos. Sus argumentos son impecables, aunque a menudo inquietantes en sus implicaciones, pero el envoltorio en el que Dawkins los presenta los hace aún más atractivos. El relojero ciego recibió premios de la Royal Society of Literature y de Los Angeles Times por sus méritos literarios, algo inusual tratándose de un texto de divulgación científica. En común con otros grandes divulgadores Dawkins destaca por el brillante uso que hace de las metáforas. En El relojero ciego abundan las que tienen que ver con la entonces incipiente revolución digital. Dawkins utiliza conceptos informáticos para explicar el funcionamiento del código genético e incluso lleva a cabo simulaciones con un primitivo ordenador (¡64 K de memoria!) para generar «biomorfos», criaturas virtuales que ilustran aspectos importantes del proceso evolutivo.

El relojero ciego tiene además una relación directa con la imagen más reciente de Dawkins como defensor de la ciencia y la racionalidad frente al dogmatismo y el sinsentido de las doctrinas basadas en la religión o en otras creencias infundadas. A diferencia de otros que adoptan una posición más conciliadora, Dawkins siempre ha defendido que ciencia y religión son incompatibles. El también biólogo evolucionista S. J. Gould opinaba que ambas pueden coexistir gracias a que ocupan territorios distintos –una idea a la que se refería mediante el acrónimo NOMA (non-overlapping magisteria). Para Dawkins, sin embargo, ciencia y religión aspiran a contestar a algunas de las mismas preguntas: el origen del universo, por qué estamos aquí, el significado de la vida. Pero mientras que las respuestas que proporciona la ciencia son fascinantes y basadas en la razón y en la evidencia, las que ofrece la religión son absurdas, están basadas en la autoridad y, lo que es peor, son erróneas. Para Dawkins, la ciencia –la poesía de la razón– es uno de los logros más sorprendentes de la evolución. Deberíamos maravillarnos de cómo el cerebro humano –un órgano complejo que evolucionó básicamente para permitir la supervivencia y reproducción de nuestros parientes del paleolítico– ha dado lugar a una creación tan prodigiosa.

La percepción pública de la ciencia ha cambiado mucho en las últimas décadas y Richard Dawkins es uno de los personajes que más ha contribuido a dicho cambio. Es autor de una docena de libros (entre los que se incluyen El gen egoísta y El espejismo de Dios) y de un número similar de documentales. Ha impartido cientos de conferencias y ha participado en innumerables programas de radio y de televisión. Ha recibido premios y galardones, así como títulos honoríficos de varias universidades, incluida la de Valencia, que recuerda con especial cariño porque en aquella ocasión especial le regalaron «un sombrero que parecía una lámpara con flecos» (el birrete académico). Un asteroide y un género de peces llevan su nombre. Ha creado la Fundación Richard Dawkins para la Razón y la Ciencia, que tiene como misión «apoyar la educación científica, el pensamiento crítico y el entendimiento del mundo natural basado en la evidencia». Recientemente se ha embarcado en una cruzada internacional en defensa de la ciencia, la razón y el secularismo junto al físico y cosmólogo Lawrence Krauss. Pero sobre todo Dawkins es excepcional por un motivo: es uno de los pocos científicos de su generación que ha cambiado el modo en que pensamos acerca del mundo natural, del significado de la vida y de nosotros mismos.

Enrique Font. Profesor de Zoología e investigador del Instituto Cavanilles de Biodiversitat y Biología Evolutiva
(Uni­ver­sitat de València).
© Mètode 87, Otoño 2015.

 

05-87-rellotgerEl relojero ciego
Por qué la evolución de la vida no necesita de ningún creador
Richard Dawkins
Traducción de Manuel Arroyo Fernández. Tusquets Editores. Barcelona, 2015. 
352 páginas.

 

 

 

 

 

«Los libros de Richard Dawkins no solo contienen divulgación científica de primer nivel sino que además están fantásticamente bien escritos»

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

«La percepción pública
de la ciencia ha cambiado mucho en las últimas décadas y Richard Dawkins es uno de los personajes que más ha contribuido a dicho cambio»

© Mètode 2015 - 87. El origen de la vida - Otoño 2015

Catedrático del Departamento de Zoología de la Universitat de València (UV) y director del Laboratorio de Etología (e3) del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva (UV) (España). Es etólogo (Universidad de Tennessee, Knoxville, EE. UU.), y su investigación aborda diversos temas relacionados con el comportamiento animal, especialmente el comportamiento y la comunicación en lagartos. 

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