Materia gris

Sentada en un confortable asiento de primera, Sònia Puig se relajó por primera vez en todo el día. El tren había salido puntual de la estación central de Zúrich y ahora tenía dos horas y media de tranquilidad hasta llegar a Ginebra. La entrevista para una plaza de profesora asociada en la Escuela Superior Federal de Tecnología de Zúrich, la famosa ETHZ, había sido larga: había impartido un seminario y le habían hecho visitar el Departamento de Física. Todo un reto. Tenía la sensación de que había superado la prueba, pero sabía muy bien que el nivel científico en la ETHZ era altísimo. Durante la visita no habían dejado de recordarle los nombres de físicos como Einstein, Pauli y tantos otros que habían trabajado allí. Ahora ya no estaba en sus manos. Sabría la respuesta en unas semanas. Todavía le quedaba un mes de estancia en el CERN para terminar el trabajo que tenía pendiente y después volvería a Barcelona. Pero sus perspectivas serían muy diferentes según cuál fuese la decisión de la ETHZ.

Sònia Puig había estudiado Física en la Universidad Autónoma de Barcelona. Como era una buena estudiante, había podido entrar sin problemas, aunque se había planteado ir a la Universidad de Barcelona. Finalmente, como su amiga Rosa había entrado en Periodismo en la UAB, se había decidido por esta también. Pronto había comprobado que no se había equivocado en su elección, aunque no todas las asignaturas la atraían por igual. La mecánica cuántica y la física de partículas la habían seducido y no había dudado en inscribirse en el Máster de Física de Altas Energías. La mezcla entre física de partículas y astrofísica que se impartía la absorbió por completo durante los dos trimestres. En casa la dejaban ir a su aire; sabían que tenía buen criterio y que el trabajo no la detenía. Conocían a algunas de sus amistades, sobre todo amigas, pero no sabían nada de Albert. Y ahora este podría ser el factor decisivo en su decisión. También Sònia pensaba en él una vez sentada en el tren.

Tenía previsto durante el viaje acabar de leer algunos de los artículos de arXiv que se había descargado en el CERN el día anterior. Algunos eran sobre la búsqueda de la materia oscura del universo. Los últimos resultados que había leído se habían obtenido en el observatorio IceCube de la Antártida, cuyo trabajo seguía desde que había pasado unos meses en Uppsala con una beca Erasmus. Uno de ellos interesó en particular a Sònia. Se titulaba «Muerte por materia oscura» y lo habían publicado investigadores de un par de universidades de los Estados Unidos. En este discutían la probabilidad de que componentes de la materia oscura, que se supone que forma el 95 % de la materia del universo, hayan estado impactando regularmente sobre cuerpos humanos, y hayan incluso provocado la muerte de algún individuo. Hablaban de usar el cuerpo humano como una manera de detectar las partículas que componen la materia oscura, que algunos teorizaban que eran unas partículas llamadas macros y, otros, unas llamadas wimps, partículas masivas que interaccionan poco con la materia. El resultado que habían obtenido de este experimento, según el estudio, parecía negativo, pero les servía para hacer un cálculo de los límites dentro de los que se podían mover algunas propiedades de las macros.

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La estancia en Uppsala había sido muy importante para ella en diferentes sentidos. Allí había conocido a Albert Codina, que en aquel momento estaba haciendo una tesis sobre la etimología de los nombres de los dioses en las mitologías nórdicas en el Departamento de Humanidades. Los resultados del artículo le parecieron a Sònia especialmente provocadores y desde el tren le envió un email a Albert explicándoselo. A veces habían hablado de la materia oscura como sustrato de un posible Dios oculto.

«Como ves, podría ser que Zeus esté enviando sus rayos y eliminando a humanos de forma muy limpia», le escribió Sònia. «No sé si es Zeus o Cronos, su padre, pero por lo que me dices, parece poco presente en nuestro mundo. Incluso los dioses griegos terminaban actuando sobre los humanos y guiando su destino. No parece que eso pase muy a menudo con vuestra materia oscura», le respondió Albert desde algún lugar de Noruega.

Albert había estudiado Antropología en Barcelona y había conseguido una beca de un proyecto europeo en la Universidad de Uppsala, que aceptó enseguida. No era que los nombres de los dioses fueran el tema que más le apasionara, pero era un loco de la montaña y allí estaría cerca de Noruega, donde podría ir a escalar, lanzarse en parapente y hacer ala delta. Con el tiempo había terminado interesándose por el tema de su beca, e incluso había diseñado programas informáticos que podían establecer etimologías de nombres y los había extendido a las divinidades mediterráneas. La beca finalizó: presentó la tesis, publicó un par de artículos y volvió a Barcelona para explorar las posibilidades de trabajo que había allí.

Pero los antropólogos locales no parecían especialmente interesados en los nombres de los dioses nórdicos: unos porque la historia de la religión no les interesaba y los otros porque solo les interesaba la judeocristiana. Y, además, había cola de candidatos para posibles contratos en la Universidad. En aquel momento se ganaba la vida como monitor de excursiones de montaña y de escalada, y pasaba la mayor parte del tiempo entre el Priorat y Montserrat.

Sònia y Albert habían empezado su relación en Uppsala, donde habían vivido juntos un par de semanas, y ahora se veían en Barcelona las pocas veces que coincidían. Sònia quería a Albert, pero no se hacía muchas ilusiones. Sabía que él tenía la cabeza en la montaña, y ella necesitaba entornos científicos potentes para su trabajo.

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Llegada a Ginebra, Sònia se concentró en sus tareas en el CERN. Ya cuando estudiaba en Barcelona le habían interesado no solo los aspectos teóricos de la física de partículas, sino también el diseño de detectores. Su trabajo actual estaba integrado en equipos que trataban de encontrar otras vías de hallar nuevas partículas. La estrategia que habían escogido era analizar los datos obtenidos de forma automatizada por los diferentes tipos de detectores e intentar localizar las circunstancias que arrojaban mejores resultados, para así ayudar al diseño de nuevos dispositivos. Este trabajo práctico la había hecho decantarse por uno de los grupos que trabajaban en su departamento de la Autónoma. El jefe del Instituto de Física Subatómica de la UAB en aquel momento era Joan Sistach, un teórico de gran reputación. Sònia sabía que no le caía muy bien desde un día en que él presentaba uno de sus trabajos en un seminario y ella descubrió un error en sus ecuaciones. Los experimentalistas eran menos numerosos en el Departamento pero estaban protegidos por otro de los profesores del Instituto, Juli Armella, que había sido vicedirector del CERN. Era con él con quien Sònia hablaba de su futuro. Le había prometido que convencería al director para que la presentara a un contrato ICREA. Sònia quería desarrollar en la UAB el proyecto que había presentado en Zúrich sobre nuevas estrategias para la detección de materia oscura, tuviese esta la forma tuviese, aunque a ella le gustaba más la idea de las wimps.

El fin de semana siguiente, Sònia viajó a Barcelona. Había quedado con Albert para pasar juntos unos días en la Cerdaña, donde él quería explorar posibilidades de montar nuevas actividades con gente que hacía deportes de aventura. Mientras cenaban un pato con uvas delicioso en un restaurante de Sallagosa, ella le explicó sus proyectos para detectar la materia oscura y sus dudas entre Zúrich y Barcelona.

—Lo que buscáis los físicos con estas máquinas tan complicadas y carísimas es lo que los filósofos primitivos buscaban: un principio único de la materia que no sabían cómo llamar. Y vosotros hacéis lo mismo cuando habláis de materia oscura.

—Pero ahora lo hacemos de manera que se pueda analizar abiertamente y con métodos contrastables.

—¿Estás segura de eso? Lo que hacéis solo lo entendéis vosotros. Si no vais con cuidado, os tomarán por sacerdotes de Baal. Aunque quizás Baal no es el ejemplo exacto. Era un padre de familia.

—Debemos esforzarnos para que todo el mundo nos entienda, a los científicos. Si no, estamos perdidos.

—O quizás es mejor que guardéis cierto misterio. Cuando la Iglesia católica dejó de usar el latín, perdió la clientela. Ara los jóvenes buscan el misterio en aventuras en las que cuenta el esfuerzo personal.

Según parecía, los contactos de Albert en la Cerdaña no le habían aportado gran cosa. Hablaba de irse a Noruega definitivamente.

—Allí la gente valora mucho el contacto con la naturaleza. Si quieren atraer visitantes, ese es su mejor argumento, pero tienen tanto dinero que quizás no les hace falta atraer a nadie para hacer turismo.

—Si quieres, miro si hay oportunidades en Suiza.

—De hecho, cuando hacía la tesis en Uppsala, encontré un investigador de la Universidad de Zúrich que se interesó por mi trabajo. Tienen una Facultad de Teología de base muy luterana y les interesa, como contraste, conocer la diversidad de los dioses de otras culturas.

—Y me dijeron que tenían un servicio de deportes que quiere desarrollar actividades de montaña.

—Los Alpes no son un mal sitio.

Quedaron en que ambos buscarían oportunidades en Suiza. Sònia prefería claramente volver a Barcelona, pero dependía de muchas cosas. El fin de semana les confirmó que estaban muy bien en compañía pero, dada la incertidumbre, no se atrevían a hacer proyectos juntos.

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En su despacho de la Facultad de Ciencias en Bellaterra, el profesor Juli Armella estaba corrigiendo los últimos exámenes que le quedaban del curso «Métodos experimentales para la física de partículas». Le gustaba ponerse a ello al final de la jornada, cuando ya casi no quedaba nadie en el Instituto y había tranquilidad para leer lo que escribían sus alumnos.

«A veces habían hablado de la materia oscura como sustrato de un posible Dios oculto»

Proveniente de la profundidad del universo, probablemente de una galaxia lejana, una partícula de materia negra, no exactamente lo que pensaban los físicos teóricos que era una macro o una wimp, interaccionó con las partículas del núcleo de hierro de una molécula de hemoglobina de una arteria del cerebro de Armella. Su efecto no fue como pretendían algunos, similar a un balazo. La energía liberada se expandió de forma esférica, abrió una brecha en la arteria y le produjo un derrame cerebral masivo que le hizo perder el conocimiento inmediatamente. Hasta que su mujer no llamó a la Facultad, extrañada porque no volvía a casa, nadie se enteró de lo acontecido, y cuando llegaron los servicios de emergencia, ya era demasiado tarde. Los médicos lo consideraron el típico derrame cerebral producido de manera accidental que no era infrecuente en un hombre de la edad de Armella.

Sònia todavía estaba en Barcelona cuando se enteró y pudo ir al funeral de Armella, que fue emotivo y austero. Era un profesor muy apreciado. Para Sònia estaba claro que sus oportunidades en Barcelona se habían reducido drásticamente. Pero en dos semanas le llegó un mensaje de Zúrich invitándola a negociar con ellos las condiciones de un contrato de profesora asociada en la ETHZ. Lo primero que hizo fue llamar a Albert, que también parecía contento. ¡Sònia tendría que negociar a muchas bandas! Para su trabajo, sería necesario enfocar la investigación de la detección de materia oscura con parámetros nuevos. Y tendría que ayudar a Albert a buscar trabajo y empezar su vida juntos en Zúrich.

Nunca nadie sabría que Sònia había tenido muy de cerca un ejemplo magnífico de cómo la materia oscura interacciona con la materia que conocemos, justo lo que ella estaba buscando. Y nadie se daría cuenta tampoco de que la materia oscura había terminado decidiendo su destino como lo hacían los dioses en los antiguos mitos mediterráneos.

Sònia y Albert irían a Cataluña de vacaciones.

© Mètode 2022 - 115. Belleza y naturaleza - Volumen 4 (2022)
Licenciado en Física y doctor en Biología. Es profesor de investigación del Centro de Investigación en Agrigenómica (CSIC-IRTA-UAB-UB) de Cerdanyola (Barcelona, España). Ha trabajado en los dominios de la biofísica, la biología molecular y la genómica, y actualmente su investigación se centra en las plantas. La comunicación de la investigación a los ciudadanos, la política científica y la integridad de la ciencia han sido objeto de sus publicaciones. Ha tenido funciones de dirección en centros de investigación y es miembro activo de instituciones académicas de ámbito europeo y de habla catalana.