Entrevista a Peter Singer

«Algunos humanos no son personas, y algunos animales no humanos sí lo son»

Filósofo y profesor de Bioética en Princeton

Peter Singer

Peter Singer es profesor de Bioética en el Centro Universitario de Valores Humanos de Princeton. Considerado a menudo como el filósofo vivo más famoso y de mayor influencia, la revista Time lo incluyó también entre las 100 personas más influyentes en 2005. Ha escrito, coescrito, editado o coeditado más de cuarenta libros. Su libro Animal liberation (1975) fue traducido al español (Liberación animal, Trotta, 1999) y a otros veintitrés idiomas. Practical ethics (1979) se ha publicado en dieciocho idiomas y es uno de los cien textos filosóficos más importantes de la historia. En 2021, recibió el prestigioso Premio Berggruen y donó el millón de dólares de dotación del galardón.

En 1993, coeditó con Paola Cavalieri el libro El Proyecto «Gran Simio» y cofundó la organización del mismo nombre. En 1998, empecé a colaborar con él en dicha organización, y junto con Paco Cuéllar y Jesús Mosterín creamos la asociación española que hoy presido y que Pedro Pozas dirige. Ahora hemos escrito juntos Los derechos de los simios (Trotta, 2022), en el que se resumen treinta años de defensa de los grandes simios y se actualiza el libro de 1993 a la vista de los numerosos avances legales, científicos y filosóficos logrados desde entonces.

En junio de 2022, visitó Barcelona para presentar nuestro libro, así como el documental Persona (no) humana, y para participar en el evento «Dos días con Peter Singer» en la Universidad Pompeu Fabra. Este es el origen de esta entrevista.

El Proyecto Gran Simio

Además de prohibir la investigación biomédica y la posesión privada de grandes simios, ¿qué más piensas que debería incluir una hipotética «ley de grandes simios»? ¿La creación de un gran santuario público, abierto a todos los simios cautivos? Lori Marino, a quien entrevisté recientemente para Mètode, administrará anticonceptivos a las ballenas de su santuario. Considera que la cría en cautividad de animales tan inteligentes es inaceptable, porque sus crías nunca podrían sobrevivir en la naturaleza, ya que los grupos cautivos han perdido su cultura. Recientemente, se ha trasladado a Praga a una gorila joven española, Duni, con el objetivo de aparearla. Teniendo en cuenta que a) el cautiverio también provoca en los simios una pérdida de cultura similar, además de sufrimiento, atrofia neuronal y otras patologías, b) los zoológicos son peores que los santuarios y c) la cría de simios suele conllevar la separación familiar permanente de las hembras jóvenes, parece que deberíamos oponernos también a estas acciones. ¿Estás de acuerdo?

Estoy de acuerdo en que debemos oponernos a la cría de simios para los zoológicos. Pero no me opongo a que se haga en santuarios que puedan proporcionar a los simios una vida agradable y variada en un grupo social adecuado a sus necesidades. Podríamos preguntarnos: ¿qué diferencia hay entre un zoológico y un santuario? Mi respuesta es que el objetivo del zoológico es entretener a los visitantes (y en los mejores casos, también educarlos). Para lograr ese objetivo, se incurrirá inevitablemente en riesgos para el bienestar de los animales encerrados en el recinto. La meta de un santuario de animales es proporcionar un entorno que no solo sea seguro, sino que además le dé a sus residentes la mejor vida posible, dentro de los límites de los recursos disponibles del santuario. Si se permite a los visitantes observar a los animales, esto no puede suponer un obstáculo para que continúen sus vidas como mejor les convenga.

La cría en zoológicos también reduce los incentivos para la conservación, al crear la ilusión de que existe un plan B aceptable. Pero ¿qué ocurre si la cría en zoos es la única posibilidad realista de supervivencia para una especie?

Espero que no llegue el caso en el que la cría en zoológicos sea la única posibilidad realista de supervivencia para una especie, y si dicha especie no es capaz de vivir libremente en su propio hábitat, espero que la alternativa del santuario que he comentado siempre sea una posibilidad. Pero si realmente no lo fuera, a pesar de todos los esfuerzos, «permitiría» la cría para evitar la extinción, sin dejar de defender la responsabilidad de proporcionar las mejores condiciones posibles para todos los individuos de la especie.

Mis lecturas sobre primates, evolución, cognición animal y etología en defensa de los simios y otras especies cambió un poco mi forma de ver a los animales, y mucho más mi forma de ver a los humanos y el género. ¿Qué lecturas científicas han influido más en tus opiniones?

Retrocediendo mucho en el tiempo, fue la obra de Jane Goodall En la senda del hombre. En relación con la ganadería industrial, Animal machines, de Ruth Harrison, tuvo un gran impacto en mí. Pero ha habido muchos otros desde entonces. Do fish feel pain?, de Victoria Braithwaite, me convenció de que debemos prestar más atención al enorme sufrimiento que los humanos infligimos a los peces.

Liberación animal

Ahora mismo estás revisando Liberación animal. ¿Cuáles son los principales cambios?

Quizás sea mejor preguntar qué es lo que no ha cambiado. Todo el material fáctico necesita una actualización –incluyendo mis notas sobre ganadería industrial y experimentación animal– y era necesario tomar una perspectiva más global al respecto, e incluir lo que ocurre en China en la actualidad. Las discusiones éticas han cambiado menos, pero sí que profundizo en algunos temas como el sufrimiento de los animales salvajes, que apenas tocaba en la edición anterior. En ese ámbito, el trabajo del filósofo español Óscar Horta ha sido muy influyente, al igual que el de tus compañeras de la Universidad Pompeu Fabra, Catia Faria y Eze Páez. De hecho, ahora mismo estoy leyendo el manuscrito del próximo libro de Faria, Animal ethics in the wild, y es muy claro y convincente. En la nueva edición también respondo a algunas de las objeciones más recientes a mis afirmaciones.

¿Qué crees que debería hacer la Unión Europea en materia de bienestar animal?

Prohibir las jaulas. Me alegró ver que la Comisión Europea lo respaldaba en principio. Ahora todos los europeos que se preocupen por los animales deben trabajar conjuntamente para conseguirlo.

Liberación animal habla de prácticas especistas terribles (más que de culpables concretos), pero hoy en día, el especismo, entendido como el «trato diferencial injustificado de otras especies» se ha convertido en un insulto utilizado para desacreditar a aquellos con los que no se está de acuerdo. Os han llamado «especistas» incluso a Will Kymlicka, a ti y a otros defensores de los animales. Imagino que no pretendías ni esperabas que ocurriera esto…

No lo esperaba, y especista no debería utilizarse solo como término despectivo; pero si el efecto es que se abra una discusión seria sobre qué es realmente el especismo y por qué es objetable, estoy encantado de participar en ella, por supuesto.

«Si la cría en zoológicos fuera la única posibilidad realista de supervivencia para una especie, la permitiría para evitar su extinción»

Algunos autores, como Peter Vallentyne o Shelly Kagan, rechazan con vehemencia como especista cualquier parcialidad «subjetiva» hacia nuestra propia especie, pero después consideran los intereses de todas las personas «objetivamente» más importantes que los intereses comparables de no personas. ¿No es eso peor?

Esa postura no es especista, porque persona no especifica una especie concreta. Algunos humanos no son personas, y algunos animales no humanos –los grandes simios, por ejemplo– sí lo son, o al menos están más cerca de serlo que, por ejemplo, los humanos anencefálicos. Si se afirma que los intereses de las personas son objetivamente más importantes que los intereses comparables de quienes no lo son, podemos preguntarnos por qué eso es así, y luego examinar las razones que tenemos. Por lo tanto, al revés que con quienes simplemente se preocupan más por los miembros de la especie Homo sapiens, centrarse en diferencias objetivas sí puede abrir un debate fructífero. Tampoco podemos asumir que es especista defender que, por ejemplo, las diferencias cognitivas afectan al tipo de intereses que pueden tener los seres sintientes, y que algunos intereses pueden ser objetivamente más importantes que otros. Si quienes hacen esta afirmación están dispuestos a reconocer que los no humanos con un mejor dominio de estas capacidades tienen intereses que son objetivamente más importantes que los intereses de humanos con un menor dominio de dichas capacidades, entonces no es especista, porque la inclinación hacia los humanos (una mayoría de ellos) no se basaría en su especie.

Algunos animales viven en el momento, sin contigüidad mental, recuerdos autobiográficos o planes, y en Liberación animal hablas de qué podría haber de malo en matarlos sin dolor y reemplazarlos por otros animales con vidas igualmente felices. ¿Cuál es tu opinión actual sobre este asunto?

Cuando escribí las anteriores ediciones de Liberación animal, me consideraba un utilitarista de la preferencia, y defendía que es más grave matar a un ser cuando, al hacerlo, frustramos sus preferencias con respecto al futuro. Matar a un ser que no es capaz de tener tales preferencias, decía yo, es menos grave, quizás ni siquiera esté mal, si ese ser se puede reemplazar por otro cuyo bienestar, entendido en términos de satisfacción de las preferencias, sea al menos igual de alto que el del ser al que hemos matado. Hoy me inclino más por el utilitarismo hedonista. Es decir, que el hecho de que matar a un ser esté mal depende de si matarlo reduce la felicidad o el placer, no solo para el ser que muere, sino para todos los demás afectados. Es posible que este punto de vista también lleve a la conclusión de que matar seres con altas capacidades cognitivas suele ser más grave que matar a seres que no las tienen, porque puede que los primeros tengan una mayor capacidad para la felicidad o el placer, y también porque es más probable que los seres con altas capacidades sepan que se está matando a otros como ellos, y, por lo tanto, teman que también se les mate, lo cual tendría un efecto muy negativo en sus vidas. Todavía no estoy seguro de qué pensar sobre el argumento de la reemplazabilidad –la idea de que matar a un animal que tiene una buena vida está bien si la muerte es indolora y el animal se reemplaza con otro que también tenga una buena vida y que no habría existido si no se permitiera la muerte del anterior. Este argumento se utiliza para defender las «granjas humanitarias» que dan una buena vida a los animales y que no existirían si no pudieran matar a los animales que crían y vender sus cadáveres. A mí esto me incomoda, y me preocupa el impacto que pueda tener en nuestras actitudes hacia los animales. ¿Pero está mal en sí mismo? ¿Quién se ve perjudicado con ello? Es defendible decir que para el animal una vida corta no es peor que no vivir en absoluto.

Algunos filósofos sostienen que deberíamos minimizar el sufrimiento animal con intervenciones a gran escala en la naturaleza, aunque ello suponga la destrucción de la biodiversidad, los espacios naturales y la propia naturaleza. Otros mantienen enfoques más pluralistas que reconocen el valor de la conservación medioambiental y de la reducción del sufrimiento. En caso de reconocer solo un valor (el placer o el no sufrimiento), ¿defenderías también el final de la naturaleza si fuera una vía efectiva para minimizar el sufrimiento animal?

La formulación de la pregunta sugiere que soy un utilitarista negativo; es decir, que solo me preocupa minimizar el sufrimiento y no aumentar la felicidad. Por lo tanto, permita que la reformule: ¿defendería el fin de la naturaleza si fuera una vía efectiva para maximizar el excedente neto de felicidad sobre el sufrimiento, no solo para los animales, sino para todos los seres sintientes presentes y futuros? Entonces la respuesta es sí, porque, como bien señalas, no me parece que la conservación del medio ambiente tenga un valor intrínseco. Sigue siendo importante, pero por su impacto en el bienestar de los seres sintientes. Con nuestro conocimiento actual, estoy a favor de la conservación medioambiental, porque creo que este escenario del «fin de la naturaleza» tendría consecuencias muy negativas.

Se conoce a Liberación animal como la Biblia «animalista», pero las biblias no se suelen revisar. ¿Qué revisiones urgentes te parece que necesitan otros libros sagrados? ¿Incluir la carne y el CO2 en la lista de pecados? ¿La igualdad de género y los derechos LGBTQ+? ¿Una defensa de la redistribución y la anticoncepción?

Es una pregunta interesante, pero antes debo decir que no creo en las biblias, y no me gusta que Liberación animal tenga tal consideración. Aprendemos cosas nuevas continuamente, y ninguna generación tiene un monopolio sobre la sabiduría. Tratar un texto antiguo como algo que es necesario obedecer es una idea terrible. Los textos que se suelen considerar sagrados se centran, naturalmente, en la condena de actos que se consideraban dañinos para las personas y la sociedad del momento en el que se escribieron. Por lo tanto, presentan normas contra la mutilación y el asesinato, contra los robos y contra la promiscuidad, porque ante la falta de anticonceptivos, necesitaban asegurarse de que los niños tuvieran la atención y el cuidado que merecen. Pero también tenían normas contra el sexo no reproductivo, porque las sociedades con un número escaso de individuos se podían ver dominadas por otras más numerosas. Las normas las elaboraban hombres, cuya mayor fuerza física les permitía dominar a las mujeres, y por eso se otorgaba a las mujeres un estatus de subordinación. Por otro lado, como tú bien indicas, estas sociedades antiguas no tenían la capacidad de cambiar el clima del planeta; por lo tanto, esta cuestión quedaba fuera de sus normas. Y aunque las normas sobre ayudar a los otros estaban muy presentes, estas se referían solo a aquellos con los que se tenía un contacto habitual y mutuamente beneficioso, no a los extraños y desconocidos, porque era imposible conocer o ayudar a gente que sufría una hambruna en un país lejano.

Foto: Jordi Play

Ética procreativa

Mi filósofo favorito, J. S. Mill, defendía (ya en 1848) que una vez que hay un número suficiente de personas, no hay razón para seguir creando más y más, y de producir más y más rápido para alimentarlas. En su lugar, deberíamos adoptar un estado estacionario de crecimiento material y poblacional cero y centrarnos en la redistribución. ¿Tu trabajo reciente sobre el tabú de la sobrepoblación ha llegado a conclusiones parecidas?

No exactamente. Estoy de acuerdo con la necesidad de centrarse más en la redistribución de los medios para que todo el mundo pueda vivir bien, pero, al menos en teoría, si puede haber más gente que viva feliz, lo veo como algo bueno. Me preocupa el tabú que supone discutir el crecimiento poblacional, porque los países en los que la población está creciendo más rápido también son los más pobres del mundo, y va a resultarles extremadamente difícil proporcionar un nivel de vida adecuado a una población que se espera que se triplique para finales de siglo.

Natallie Evans descubrió que tenía cáncer durante un tratamiento de fertilidad con su pareja J. Él sugirió fertilizar los seis óvulos de ella con su esperma. Evans buscó opciones que no requirieran el futuro consentimiento de J., pero él aseguró que no lo retiraría. En los dos años que necesitó para recuperarse, J. la dejó por otra mujer, y ordenó que se destruyeran los seis embriones, para lo cual obtuvo el apoyo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Me parece injusto, porque esta era la última oportunidad de concebir para ella. Él podía haberse negado antes, pero no solo no la benefició, sino que la perjudicó activamente. ¿Qué opinas sobre esto?

Estoy de acuerdo contigo en que Evans se jugaba mucho más que J. No hay derecho a impedir que una mujer tenga un hijo solo porque lleve tus genes.

J. tuvo una segunda oportunidad para cambiar de opinión sin consecuencias. Ella no. Esto ocurre también en lo que se conoce como aborto masculino. Dos personas tienen relaciones sexuales. Ella se queda embarazada involuntariamente. Y él dice: «No puedo obligarte a abortar, pero no te voy a dar un céntimo ni mi apellido ni información familiar ni la oportunidad de conocernos cuando crezca. Nada». Cuando Lukasz Wybranczyk te preguntó por este caso, tu respuesta fue que él tenía derecho a hacerlo, pero que una buena persona no haría tal cosa. Me sorprendió. Tu perspectiva no se basa ni en el derecho ni en la virtud. ¿Y por qué los hombres deberían tener, además del derecho (que las mujeres también tienen) de rechazar el sexo (o la producción de embriones, en el caso de Evans), una segunda oportunidad de cambiar de opinión sin coste alguno? Si no tuvieran derecho legal a cometer esta ofensa, tendrían más cuidado, no habría niños sin padre, etc. Las posibles consecuencias serían mejores. Entonces, ¿por qué deberían tener este derecho?

Tienes razón en que mi punto de vista no se basa en los derechos. Debería haber aclarado que yo preguntaba si la sociedad debería reconocer tal derecho. Esa pregunta debería responderse considerando si las consecuencias serían mejores o peores si la sociedad lo reconociera. Para dar una respuesta más elaborada, necesitaría saber más de este caso concreto. ¿Sabían ambas partes que, si mantenían relaciones sexuales, el resultado podría ser un embarazo? Si es así, entonces sería razonable decir que el hombre no puede coaccionar a la mujer para que aborte, y si ella decidiera no interrumpir el embarazo, él debería compartir los gastos de manutención del niño y hacer todo lo posible para que este tenga una buena vida. En este caso, yo diría que la ley debería obligarle a hacerlo. Pero imaginemos que la pareja estaba de acuerdo en que querían evitar el embarazo y utilizaron un método anticonceptivo que falló de forma inesperada. La situación entonces es que el proyecto conjunto de tener relaciones sexuales sin tener un hijo está solo en manos de la mujer. Es cierto que, una vez que está embarazada, la decisión no es tan simple como usar anticonceptivos, pero si tiene acceso a un aborto seguro y asequible y rechaza recurrir a este método para evitar el nacimiento del bebé, no creo que el hombre deba estar obligado por ley a mantener a la criatura (aunque sería mejor persona si lo hiciera). Una ley que exija que el hombre mantenga al bebé en esa situación sería fácil de explotar por parte de una mujer que quiera que un hombre participe en la manutención de un hijo que él no quería tener. Ella podría fingir utilizar métodos anticonceptivos o fingir ser estéril.

Los antivacunas y los antimascarillas ponen en peligro a los demás, que es algo intermedio entre matarlos y solo dejarlos morir. Pero algunos de ellos a) magnifican la diferencia entre estas dos opciones y b) insisten en que no vacunarse y no llevar una mascarilla no es una acción, sino únicamente una omisión. ¿Cómo responderías a ambas afirmaciones?

El hecho de no vacunarse o no ponerse una mascarilla puede ser una omisión, pero ir a lugares públicos sin hacerlo es una acción; no solo eso, es una acción que aumenta el riesgo de perjudicar a otros. Incluso si no estar vacunado no aumentara el riesgo de transmitir el virus –lo cual podría ser cierto con algunas variantes–, sí que aumenta el riesgo de enfermar de forma grave y necesitar una cama en una UCI, y eso implica que otros con necesidades médicas menos urgentes tal vez no puedan recibir tratamiento y tengan, por lo tanto, más probabilidades de morir, por lo que se sigue poniendo a los demás en un riesgo innecesario. Como consecuencialista, no creo que la diferencia entre matar o dejar morir sea intrínsecamente relevante. La confusión surge porque esta distinción nos parece relevante al evaluar al agente. Si una persona cambia su rumbo para matar a alguien, esa acción nos dice algo diferente sobre ella (normalmente, algo peor) que si, por ejemplo, solo deja morir a alguien por no apoyar a una organización eficaz que habría utilizado su donación para salvar la vida de alguien. Pero alguien muere en ambos casos, así que las consecuencias pueden ser igualmente malas.

Finalmente, después de lograr tanto en la vida, ¿te arrepientes de algo que no pudiste hacer, o que te gustaría haber omitido o expresado de forma diferente?

Hay muchas cosas que me gustaría haber podido hacer, pero nunca hay tiempo suficiente para hacer todo lo que uno quiere. En cuanto a cosas que me gustaría haber omitido o expresado de forma diferente, puede que estés pensando en algunas cosas que he dicho que han provocado un aluvión de críticas. Tal vez pienses en mi sugerencia de que los padres puedan elegir la eutanasia para sus bebés con discapacidades graves, o el hecho de que aceptara la invitación para escribir la reseña de un libro sobre personas que tienen relaciones sexuales con animales. (En la reseña, planteé una pregunta: ¿por qué es un crimen tener contacto sexual con un animal si este no sufre ningún daño y es libre de alejarse y evitar el contacto?). No creo que ninguna de estas cuestiones sea ni de lejos tan importante como las cuestiones que planteo en libros como Liberación animal o The life you can save. Entonces, ¿habría sido mejor no escribir sobre temas como los niños discapacitados o el contacto sexual con animales? Quizás hubiera sido mejor. Si no hubiera escrito sobre estas cuestiones, habría evitado algunos momentos desagradables, incluyendo ocasiones en las que se me impidió hablar. Me arrepentiría de haber expresado estas ideas si supiera que entonces habría conseguido que más gente hiciera caso a las que se expresan en Liberación animal o The life you can save. Pero no sé si esto es así. También se podría argumentar que la oposición fue contraproducente. Me convirtió en una figura más controvertida que recibía más atención mediática y, en consecuencia, puede que por ello más gente haya leído mis obras, incluyendo las dos que ya hemos mencionado. Como no puedo saberlo, no me arrepiento de haber escrito sobre estos temas. Además, ninguna de las críticas que he recibido me ha convencido de que las ideas éticas sobre las que escribí sean incorrectas, y creo que, como todo el mundo, debería tener libertad para plantear argumentos desde posturas controvertidas.

© Mètode 2023 - 116. Instantes de ciencia - Volumen 1 (2023)

Investigadora ICREA, codirectora del UPF Center for Animal Ethics (Barcelona) y presidenta del Proyecto Gran Simio-España.