El año 2009 se celebró el segundo centenario del nacimiento de Charles Darwin y también los 150 años de la publicación de una de las obras más polémicas del siglo xix: El origen de las especies. La profusión y la notoriedad de los actos conmemorativos ofrecieron un inabarcable abanico de oportunidades para acercarse al sabio científico, a su vida, a su tiempo, a su obra y, como no podía ser de otra manera, a su teoría universal. Con motivo del bicentenario, la Universitat de València, comprometida con el progreso y con la divulgación de la ciencia, tenía que ser señera en la preparación de actividades y publicaciones para encomiar tan significada efeméride, con iniciativas atrayentes para despertar el interés del gran público y aprovechar la curiosidad para dar a conocer los fundamentos básicos de la teoría evolutiva de Darwin. Este es el objetivo que persigue la Universitat de València y el Institut d’Estudis Catalans con la publicación de una edición ilustrada de su obra más influyente: El origen de las especies.
Además, ahora mismo, hay hechos lamentables que confirman la necesidad de una oferta mediática estimulante que explique los rasgos evolutivos básicos, la fuerza modeladora de la vida. Entre estos hechos destaca el avance progresivo de las ideas creacionistas defendidas por la teoría del diseño inteligente, aprovechándose del desconocimiento de los principios que determinan la maravillosa complejidad morfológica y funcional de los seres vivos. En esta cuestión en particular, los científicos deben atender su compromiso social y recuperar la capacidad de la ciencia para explicar las cosas excepcionales y complejas a partir de las sencillas y conocidas. Precisamente, la comunicación es uno de los aspectos básicos que caracteriza toda la obra de Darwin y El origen de las especies en particular. Partiendo de una idea muy sencilla: la supervivencia de los más aptos, de los mejor adaptados, consigue presentar evidencias irrefutables para demostrar que la diversidad de la naturaleza es el resultado de la acumulación de pequeñas modificaciones a lo largo de períodos muy prolongados. Pero claro, hay otra realidad preocupante: el gran desconocimiento de este minucioso trabajo en la mayoría de la gente, incluso en la mayoría de los biólogos. Esta nueva edición ilustrada del clásico ofrece una herramienta para cambiar esta realidad y llenar las lagunas que conducen al gran público a las interpretaciones erróneas de la evolución. Con una presentación en gran formato y letra pequeña, los dibujos de Carles Puche presentan los ejemplos del trabajo científico, las evidencias del cambio evolutivo, aunque no siempre relacionadas con la tarea darwiniana. Ojalá consiga seducir a los lectores y alcance los objetivos buscados para mejorar el conocimiento de esta obra decisiva del pensamiento moderno.