Merece la pena leer lo que en un principio iban a ser unas «Cartas a mi nieto Nils» reconvertidas. Rolf Tarrach acierta cuando decide, aun a riesgo de desvelar su intimidad, ampliar los destinatarios de su planteamiento vital. El placer de decidir es un regalo del autor a las personas interesadas en tomar el control de sus propias decisiones y de hacerlo siendo felices por ello. Comienza por mostrar que su equilibrio personal se basa en cinco pilares: comprender, decidir, actuar, sentir y compartir. Este ensayo se centra en los dos primeros –comprender para decidir– que asocia en exclusiva a Homo sapiens. Rolf Tarrach es físico teórico, es decir, cultivador de la ciencia más «dura», y dedica algo más de la mitad del libro a la necesidad de comprender y, sobre todo, a cómo hacerlo. Para ello, reflexiona sobre cómo utilizar el método científico en el análisis de situaciones, para lo que deambula sobre el papel y el interés de disponer de unos conocimientos matemáticos mínimos y explica la experimentación, así como la necesidad de considerar los ensayos de doble ciego, los límites de la verdad o la visión reduccionista versus la holística. Todo ello apoyado por anécdotas personales ad hoc o ejemplos de problemas frente a los que cualquiera puede tener que decidir. No menos interesante es la parte del libro que dedica a la toma de decisiones, en la que resulta hasta divertido con sus pensamientos sobre la existencia o no del libre albedrío. Como el autor, me declaro bayesiano, a pesar de lo cual creo que la fase intuitiva de las decisiones termina imponiéndose conforme el individuo madura, ya que el aprendizaje de vida, incluyendo la epigenética, suele tener mayor peso que la propia genética.
La última parte del libro la dedica al placer que provoca la toma de decisiones bien hecha y muestra un cierto escepticismo frente a la capacidad de nuestra sociedad, dirigida por hombres, para hacer frente a los desafíos. Conociendo a Rolf Tarrach y a su inteligente mujer, Maribel Ramoneda, no es extraña su apuesta por una sociedad en cuya gobernanza tengan mayor peso las mujeres. Rolf Tarrach es un contrapunto de intelectual europeo convencido del valor de Europa y de la ciencia frente a personajes como Donald Trump, paradigma del patán, populista, paranoico, egoísta y además presidente del gran país que son los Estados Unidos de América. El desafío consiste en que Trump no parece capacitado para aprender las enseñanzas que nos brinda Tarrach. De hecho, pienso que sería más difícil que enseñar a la lluvia a llover en el País Valenciano.
A lo largo de su ensayo, Tarrach se refiere al CSIC con anécdotas y ejemplos de análisis científicos que se hicieron para ayudar a decidir: Rolf Tarrach fue un buen presidente del CSIC, con mejor visión de futuro que la de los políticos que le habían encomendado esa tarea. Lo acompañé durante dos años como vicepresidente y disfruté con él del placer de tomar la decisión de abandonar nuestra responsabilidad cuando nos convencimos de la falta del apoyo político necesario para mejorar al buque insignia de la ciencia hecha en España. Curiosamente, acciones maestras sobre el CSIC que quedaron entonces relegadas, como la interacción sinérgica con las universidades, las he podido impulsar junto a recientes presidentes del CSIC, por cierto, con excelentes resultados en la Comunidad Valenciana.