Entrevista a Jesús Purroy

«Hoy Darwin tendría que presentar su teoría con unos cuantos papers»

El biòleg i escriptor Jesús Purroy.

Como quizás adivinéis por la fotografía que encabeza esta entrevista, Jesús Purroy (Barcelona, 1970) lee mucho. Los lectores y las lectoras de Mètode lo conoceréis por su columna «Los géneros de la literatura científica», que acompaña la sección de reseñas de la revista, donde habitualmente reflexiona sobre las formas y los formatos que toma la información científica para llegar al público, tanto al general como al más específico. Doctor en Biología por la Universitat de Barcelona, hace casi dos décadas que colgó la bata después de pasar por instituciones como la Escuela de Farmacia de la Universidad Rutgers (New Jersey) o la Escuela de Medicina de Miami (Florida), en Estados Unidos, donde hizo investigación en las bases moleculares de posibles mecanismos de protección contra los ictus.

El 2007, llega al Parque Científico de Barcelona, interesado sobre todo en el aspecto «transformacional» de la investigación científica; es decir, en cómo hacer que los hallazgos que se dan en los laboratorios lleguen al mundo de fuera. Allí lleva a cabo tareas orientadas a la gestión de equipos, comercialización de servicios, la gestión de la incubadora de empresas… y ocupa varios cargos, entre ellos el de director científico entre 2010 y 2013. Desde entonces, también se ha dedicado a la consultoría científica, asesorando grupos de investigación para que lleven a cabo su proyecto de la mejor manera posible. Pero los últimos años se ha adentrado en el mundo del emprendimiento social mediante Ávida Biotech, que define como su proyecto «vital». Àvida Biotech trabaja dentro del ámbito de la biomedicina y funciona de acuerdo con los principios de la inversión de impacto, un concepto que alberga las iniciativas empresariales que buscan no solo rentabilidad económica sino también beneficios sociales tangibles.

Recientemente, en el número 118 de Mètode, sus «Géneros» han llegado al número 60, y sin repetir tema. Hemos aprovechado para hablar con él sobre comunicación científica y, por supuesto, de libros.

¿En qué momento de su trayectoria empieza a interesarse por la comunicación científica?

Desde siempre, desde antes de hacer la carrera. Yo soy de la generación que vio el Cosmos del Carl Sagan cuando salió, también los documentales de Rodríguez de la Fuente… Es decir, cuando llegó aquí la comunicación científica de masas. Esto me motivó para dedicarme a ciencia, pero también para tratar de comunicarla de alguna manera.

¿Y cómo se introdujo en este mundo?

En los años noventa, entra internet y llegan los debates por correo electrónico, que era cómo hablábamos de cosas de ciencia antes de que llegaran las redes. El 2000, una editorial me propone hacer un libro sobre la secuenciación del genoma humano y me lanzo a la piscina. De allí me invitan a la radio para hablar del libro y después me contactan para otros temas, y continúo proponiéndome a editoriales para traducciones, libros, escribir reseñas… Precisamente, por una reseña que publiqué a Public Understanding of Science de la obra Dislocacions, de Ferran Saez Mateu, entro en contacto con el director de Mètode, Martí Domínguez, y a partir de aquí empecé a colaborar también con la revista. Para mí ha sido un proceso muy orgánico. En general, he hecho saber que estoy «a disposición»: estuve de tertuliano con Xavier Graset durante una temporada en Catalunya Ràdio, y siempre que me invitan, participo en charlas, tanto para público adulto como para escuelas e institutos, clubes de lectura…

¿Cuál es la motivación para llevar a cabo esta tarea de comunicación de la ciencia? ¿El gusto de hacerlo?

El gusto de hacerlo y también un poco de sentimiento de servicio social. Cada cual, en el lugar donde está en su vida, tiene unas posibilidades para hacer cosas, y yo, por el motivo que sea, estoy aquí y puedo hacer esto. El otro día, después de una charla que hice en Girona me preguntaban sobre cómo divulgar la ciencia y yo se lo dije así: «Tenéis que hacerlo tanto en las comidas de amigos como en las cenas familiares, como en una radio local, si se presenta la oportunidad». ¿Alguien de tu alrededor duda en vacunarse? Pues tienes la oportunidad de hacer una cápsula de comunicación científica de quince minutos con esta persona. Vivir de esto ya no es tan fácil, hay muy poca gente que se dedique a vivir de ello exclusivamente. Hay muchos factores por el medio, sobre todo el azar: es muy difícil encontrar plataformas para comunicar, sobre todo en ámbitos más generalistas, y después puede ocurrir que no caigas en gracia. Esto no quiere decir que no lo hagas bien, pero quizás no tienes suerte. Pero en la cotidianidad, no hace falta mucho más. Si podemos dedicar una parte de nuestro tiempo a transmitir información de ciencia calidad, hagámoslo.

¿Cómo definiría los géneros de la literatura científica que protagonizan la sección de Mètode?

Son una excusa para hacer aflorar temas que quiero comentar. Aspectos sociales y de funcionamiento de la ciencia. La primera columna fue sobre memorias, un género literario muy establecido que seguramente, de primeras, relacionamos más con una persona del mundo de la política, el arte… que explica su vida. Pero, ¿y si te has pasado la vida trabajando con ratones en un laboratorio? ¿Cómo lo explicas de forma que pueda ser comprensible para gente que no sea del sector? ¿Cómo se hacen las memorias, vaya, de alguien del mundo de la ciencia? La definición de géneros literarios es, está claro, mucho más estricta: teatro, poesía, literatura del yo, biografías… Y he hablado de todos estos, también, siempre llevándolos al campo de la ciencia. Pero también he hablado de los pósteres, de las instrucciones de medicamentos y reactivos, o de las fórmulas, la literatura más minimalista posible, que a veces no tiene ni letras [riendo]. Cuando estalló la pandemia, hablé de recomendaciones… Así, tomo el concepto de literatura en su sentido más amplio, porque incluyo también la comunicación. Determinadas situaciones comunicativas que se dan a la vida en general, veo cómo se producen dentro del mundo de la ciencia. Y, a partir de este punto, intento plantear alguna reflexión, probablemente de algún tema que considero que no está bien resuelto.

La biblioteca de Jesús Purroy. Foto: Asun Solans

¿Cómo se le ocurren las ideas para posibles «géneros»?

Normalmente, me vienen de forma un poco orgánica a partir de la actualidad, o simplemente me los encuentro por el camino. Hace poco leía una correspondencia entre Josep Vicenç Foix y Marià Manent, y pensé que estaba aprendiendo muchas cosas, no solo sobre los dos personajes, sino sobre la época en que vivieron. Y me pregunté: ¿de esto hay algo, en ciencia? Y de aquí nace la columna sobre el género epistolar entre personas de ciencia. Poco después, por unas circunstancias personales, me encontré pensando en qué pasa con las bibliotecas que vamos formando cada cual, en cómo se convierten en una especie de estratos geológicos de lo que nos ha pasado y nos ha interesado a lo largo de la vida. Claro está, esto no es un género, pero esos libros acumulados cuentan una historia. Por lo tanto, el filtro funciona más o menos así: a veces, son géneros que ya existen y de repente veo la posibilidad de abordarlos desde la ciencia; otros, son situaciones cotidianas que me inspiran un ángulo interesante.

Siguiendo la evolución de la sección, vemos que muchos de los temas que aborda se quedan dentro del ámbito de los libros, los artículos de revistas… Pero en los últimos tiempos también han entrado los memes o los tuits en X (antes Twitter). ¿Qué nos dice esto de cómo ha ido cambiando la comunicación de la ciencia?

Las herramientas para comunicar han ido cambiando y, por lo tanto, también lo ha hecho la comunicación. En su época, Darwin escribió un libro para explicar su teoría; ahora, tendría que escribir un paper o una serie de papers. Los formatos cambian con el tiempo y cada uno te permite hacer una cosa: por ejemplo, muchos memes hace veinte años hubieron resultado incomprensibles y, en cambio, hoy, casi puedes tener diálogos solo enganchando fotos. Sí que pienso que gracias a las redes sociales, etcétera, la comunicación de la ciencia ahora puede ser más visual y dinámica, pero es más difícil retener la atención de la gente y, por lo tanto, de hacer grandes argumentos. Se estilan más los «zasca». Además, hay muchos contenidos compitiendo para captar la atención del público. Cuando salió el Cosmos original, por ejemplo, fue la bomba. En cambio, el Cosmos de Neil DeGrasse Tyson tuvo un impacto mucho menor, por toda una serie de aspectos, pero entre ellos, que competía con muchos otros productos, todos también muy llamativos.

 

«Los libros y revistas en papel tienen más posibilidades de supervivencia»

En un panorama así, por ejemplo, ¿qué ocurre con los libros sobre ciencia? Una idea recurrente en sus columnas es que muchos tienden a quedar rápidamente obsoletos… ¿Cómo deberían plantearse para tener cierto recorrido?

Los libros que se centran en cuestiones de concepto suelen aguantar bastante bien, pero todo lo que pretenda explicar la actualidad de un tema… En el tiempo que tardas a hacer el libro, ya has hecho tarde, a mí me ha pasado, y es duro. Así, creo que hay que encontrar un equilibrio, aspirar a la referencia perdurable. Porque pensar que todo lo que hagamos mañana ya no servirá es muy pesimista, y también peligroso: hace falta que haya un registro de los errores, para aprender de ellos. Y la diferencia entre el mundo de papel y el mundo digital es que, aunque no nos lo parezca, las cosas físicas tienen más perdurabilidad. Yo todavía tengo cajas con apuntes, fotos viejas y cartas de hace treinta años y puedo rebuscar entre todo eso y encontrar cosas. Todos los whatsapps, mails, etcétera, que he enviado estos últimos años, lo doy por perdido. No hay ningún tipo de permanencia y quizás sí que había algo importante que se podría haber conservado. Así, el esfuerzo que comporta hacer un libro o una revista en papel quizás no compensa inmediatamente, pero en realidad así tienen más posibilidades de supervivencia. Parece que el papel va quedando obsoleto, pero, en realidad, las cosas que sabemos del pasado las sabemos porque quedaron en papel.

En los últimos años, el escritor Jesús Purroy se ha lanzado al mundo del emprendimiento social. Foto: Asun Solans

¿Qué ventajas encuentra en escribir una columna de opinión sobre ciencia, un género poco habitual?

Para empezar, que sea un formato corto hace que la barrera de entrada sea baja: hay más posibilidades de que sea leída. Muchas veces escribo sobre curiosidades, pero también de otros temas con ánimo más reivindicativo: intento escribir sobre cosas que me preocupan e incluso transmitir cierta sensación de urgencia para resolver el problema. Por ejemplo, puedo hablar del hecho que no haya mucha antologías científicas en catalán. A otras personas no les importará esto para nada, pero, al final, el foco es el mío y yo soy quien soy, y me preocupa que determinados materiales no estén disponibles en mi lengua. Eso sí, siempre evitando beligerancias. Sin caer en el relativismo tramposo de «todo el mundo tiene su verdad», con los años he visto que no vale la pena ser más agresivo para defender ciertas posturas, porque así nunca se ha convencido a nadie de nada. Entiendo que es un buen espectáculo ver a gente discutiendo sobre la homeopatía, por ejemplo, pero yo ya no lo veo constructivo.

¿Qué géneros de la literatura científica recomendaría leer a alguien que quiera conocer cómo funciona la ciencia actualmente?

Para conocer los aspectos más sociales de la ciencia, que es lo que entiendo que puede interesar más un público adulto no experto en el tema, creo que funcionan muy bien los reportajes que escribe alguien desde fuera sobre una situación determinada. Por ejemplo, me gustó mucho Mala sangre, de John Carreyrou, que explica todo el caso de Elizabeth Holmes y Theranos, la compañía que fundó. Esta mujer, con diecinueve años, sin estudios, consiguió que gente muy rica invirtiera en una idea que solo ella sabía cómo funcionaba y que no revelaba a nadie. Estas cosas no pasan: por experiencia, sé que el escrutinio de los inversos en cuestiones como vacunas y productos de salud es muy estricto. Entonces, es un caso excepcional, nada representativo, pero justamente porque es una disfunción del sistema, el periodista muestra muy bien cómo este tiene que funcionar. Es un poco el mismo caso que El imperio del dolor, de Patrick Radden Keefe. Son obras de como los aspectos sociales de la ciencia repercuten, al final, en los técnicos. El hilo argumental creo que puede ser muy atractivo para el público general.

Para acabar, ¿nos puede avanzar algún género de la literatura científica que quede por abordar?

Sin falta, la ciencia ficción, aunque solo sea para expresar mi posicionamiento sobre cuánto hay de ciencia y cuando hay de ficción, y cómo a veces se cruza la línea con la fantasía directamente… También tengo pendiente la cuestión de la representación, de la importancia de los referentes dentro del mundo de la ciencia para grupos sociales minoritarios. Y otro que tengo en la cabeza son los síntomas: cuando describes una serie de cosas que estás experimentando en tu cuerpo para ver dónde encajan. Y cómo las descripciones, y las categorizaciones de las enfermedades, han ido cambiando. También aquí hay cierta narración, una literatura, que acaba teniendo ciertas consecuencias en el mundo. Y así hasta que se agoten las ideas, o bien os canséis de mí.

 

 

Test para conocer mejor los géneros de la literatura científica

Le hemos pedido a Jesús Purroy algunas recomendaciones dentro de los géneros de la literatura científica. Algunas se leen en un instante, otras piden más tiempo. ¡Esperamos que las disfrutéis!

Una obra de temática científica escrita por una persona no científica: La invención de la ciencia, de David Wootton.
Una obra de temática no científica escrita per una persona de ciencia: Vida y destino, de Vasili Grossman.
Una obra de ciencia ficción: 2001, una odissea en el espacio, de Arthur C. Clarke.
Un clásico de la literatura científica: El sistema periódico, de Primo Levi.
Un clásico de la literatura científica actual: Científics lletraferits, de Jordi de Manuel i Salvador Macip (eds.).
Un meme representativo del mundo científico:

Traducción: Un científico dice: «Nuestros descubrimientos no sirven de nada fuera de contexto». Los medios de comunicación titulan: «Un científico afirma que sus descubrimientos no sirven de nada».

Un tuit de temática científica destacado:
Una viñeta científica memorable:

Viñeta de Sidney Harris. Traducción: en una pizarra, hay escrita una fórmula y entre sus dos partes puede leerse: «Entonces ocurre un milagro…». Señalando la frase, un científico le comenta a otro: «Creo que deberías ser más específico en el paso dos». Encontráis más viñetas en la web del autor: http://www.sciencecartoonsplus.com/pages/bio.php

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Periodista y traductora, revista Mètode.