«El somni de Lucreci», de Martí Domínguez

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El somni de Lucreci
Una història de la llibertat del pensament
Martí Domínguez
Proa. Barcelona, 2013. Premio Carles Rahola de ensayo 2013. 360 páginas.

Martí Domínguez es una personalidad poliédrica que nos muestra vértices, aristas y planos de biólogo, científico, comunicador y escritor, en armonía perfecta. Martí Domínguez es un progresista convencido de la actitud revolucionaria de los ilustrados que popularizaron el conocimiento científico y el método para obtenerlo. Su último libro, El somni de Lucreci, que lleva como subtítulo, precisamente, Una història de la llibertat del pensament, está cuidadosamente editado por Proa, en su colección «La Mirada», en sus aspectos formales, cubierta, bibliografía e índice onomástico. Con todo, lo mejor del libro es el estilo narrativo, buffoniano podríamos decir, que te invita a leer y releer sus 360 páginas. Es sin duda un libro de Martí, donde brilla tanto el aspecto ensayístico como la técnica divulgativa. Es un libro que uno debería tener siempre a mano, una lectura placentera y muy recomendable tanto para el público general como para los estudiosos de cualquier disciplina científica o humanista.

En El somni de Lucreci Martí Domínguez se da un festín. La excusa para escribir es el poema de Lucrecio De rerum natura, que combina la belleza del poema con su contenido científico: arte y ciencia. El autor monta un banquete y sienta a la mesa, entre otros muchos, a Epicuro, Demócrito, Lucrecio como invitado principal, Plinio el viejo, Dioscórides, Poggius Florentinus, Botticelli, Gutenberg, Francis Bacon, Conrad Gesner, Galileo, Giordano Bruno, Descartes, Carl von Linneo, Montaigne, Diderot, Rousseau, Voltaire, La Mettrie, Buffon, Maupertuis, Goethe, Lamarck, Erasmo Darwin, Cuvier, Paley, Wallace, Charles Darwin, Mendel, Morgan, Oparin o Richard Dawkins.

El libro se compone de diecisiete entradas en forma de capítulos y un epílogo con título autoexplicativo: «La condición humana». Cada entrada se puede tomar de forma independiente, sin embargo, es el conjunto lo que le confiere contundencia como guión necesario para la historia de la libertad de pensamiento. El hilo conductor es claro y firme, sin embargo, al lector que quiera más, le sugiere continuamente otros caminos, otras lecturas para disfrutar.

El propósito del autor queda reflejado con precisión, nos dice: lector, en el siglo xxi hay que elegir entre el conocimiento y la superstición, entre el reino o las tinieblas. Y cita a Monod: el hombre es libre para elegir entre luz y oscuridad. Deberíamos superar la idea del hombre creado y aliado de Dios: del hombre como ser especial. A partir de aquí, nos ofrece como aperitivo De rerum natura como un ideario de la Ilustración y nos presenta a Lucrecio como precursor del evolucionismo. También nos anuncia el menú: la historia del progreso humano es el combate de la ciencia contra la superstición. Y propone el escepticismo como herramienta contra el fanatismo: la verdad no existe o, si existe, el hombre es incapaz de conocerla. Y comienza a hablarnos de «La luz de Lucrecio» en lo que me parece un juego de palabras que entrelaza el tiempo de Lucrecio con el siglo de las luces. Sin embargo, cuando aparezca Diderot nos hablará de su sueño y por ende del sueño de Lucrecio. De rerum natura es una cosmogonía crítica basada en la razón en vez de las creencias y fue escrita por Lucrecio como homenaje a Epicuro. «Nada ha salido nunca de la nada por el poder divino», nos dijo. «Omnia ex ovo», diría William Harvey, el descubridor de la circulación sanguínea en 1628.

En el pasaje de El somni de Lucreci, que Martí Domínguez encabeza con el I think de Charles Darwin que, en 1837, antecede en su cuaderno al esbozo de un árbol filogenético, un árbol de la vida, consigue transmitirnos su pasión y su convencimiento por la idea de la propia evolución personal de Darwin y concluye: «Es posible que nunca haya habido un hombre que haya llevado tan lejos el deseo de pensar y de ser consecuente con su pensamiento, llegando a cambiar de forma total la historia de los hombres.» «Para comprender la naturaleza valen los hechos, de nada sirven los sentimientos, la imaginación o la opinión popular.»

Hoy sabemos a la luz de la ciencia que la filogenética humana nos incluye entre los primates, sabemos que somos una especie más entre los millones de especies, sabemos que los dioses no crearon el cielo para nosotros ni la Tierra para nuestro uso, abuso y disfrute y sabemos muchas cosas más.

La evolución de las especies por medio de la selección natural de las variaciones genéticas lleva implícita una visión de los seres vivos que se puede clasificar como materialista o lucreciana. El ser humano no ocupa ningún lugar privilegiado dentro del mundo vivo. Somos máquinas de genes de acuerdo con Dawkins, somos frutos del azar y la necesidad de acuerdo con Monod o del juego de lo posible de acuerdo con François Jacob. Producto de la fuerza ciega de la naturaleza, según Lucrecio. Las causas finales no encuentran acomodo en el mecanicismo darwiniano. No hay lugar en la teoría evolutiva para la emergencia de una «mente» en el sentido dualista, pues la generación y evolución de los sistemas nerviosos son procesos estrictamente biológicos y, por ende, físicos.

Martí Domínguez conduce magistralmente, de forma amena y cautivadora, la narración histórica de los momentos clave de la pugna entre razón y superstición y de sus protagonistas. Y se pregunta Martí, y nos pregunta en voz alta: ¿Por qué el hombre del siglo xxi todavía no es capaz de elegir el reino de la razón? ¿Por qué parece necesitar aferrarse a las tinieblas?

No somos, pues, la especie elegida y sin embargo nos vemos sometidos a nuestra propia conciencia, esa mezcla de soledad frente al destino, dignidad ante la adversidad, solidaridad con los desfavorecidos y ansia de transcendencia. La insistencia arendtiana en que el hombre no tiene «naturaleza», sino «condición», la Condición Humana.

© Mètode 2014 - 81. Itinerancias - Primavera 2014
Profesor de Investigación del CSIC en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas (CSIC-UPV) de Valencia (España). Director del Laboratorio de Biología y Biotecnología del Desarrollo Reproductivo. Fundador de la Casa de la Ciència de Valencia. Ha sido Presidente de la European Plant Science Organization y de la European Federation of Plant Biology Societies.